Sabías desde el inicio que no era buena idea, y aún así tomaste su mano y saltaste al vacio, el impulso del salto comenzó por distorsionar su tacto, entre la velocidad de la caída y las ganas de sentir, se fueron aniquilando las esperanzas de caer de pie.
Poco a poco dejaste de escucharle, de sentirle, de pensarle y fue convirtiéndose en un peso enorme sobre la espalda; entonces quisiste soltarlo, pero sin saber cómo, se fusionó a tu cuerpo, se volvió esa parte de ti, que nunca quisiste tener…