lunes, 18 de enero de 2010

La mujer imaginaria



"Para siempre fue mucho tiempo", escuchaba en una de esas viejas películas que me gusta ver y volver a ver, es ocioso dice mi madre, cuando ve que es la tercera vez q pongo una cinta en un mismo día, pero yo sólo muevo la mano en un ademán grosero, indicando que no me molesten y hago un shhhh determinante para q nadie más se atreva a cuestionar mis ganas de verla. Regreso a lo que me ocupa, olvidarme de mi mundo para entrar en el de Toto, el de Anni, el de Tristan o el de Forrest. Sigo cuadro a cuadro sus historias, permitiéndome sentir la emoción de quien las vive y de quien las cuenta, conozco los finales de memoria, pero aún me sorprende y me hace sentir el corazón pequeño el desenlace de cada una de ellas.
Cuando era pequeña, me daba miedo el cine, pensaba que ahí dentro una mente siniestra había aprisionado a esas personas y las obligaba a vivir las situaciones para que yo las viera, al mismo tiempo, cuando salía de la sala lo hacía estirando las manos, para toparme con esa manta blanca detrás de la que muy seguramente estaba y otros me miraban (esa idea no se ha ido del todo).
"para siempre fue mucho tiempo" me golpea, cada vez que la escucho y miro los pañuelos agitándose al viento, pocas cosas me hacen vivir de esa manera siendo la mujer imaginaria que se marcha.

viernes, 15 de enero de 2010

El tren de las seis



Tengo 3 lustros y dos vidas, varada en esta estación de tren. Los viajantes pasan, llegan, lloran, sonríen, saludan, suben, bajan, olvidan, vuelven y yo persisto: TE ESPERO. Por las mañanas tomo café, mientras atenta cuento los pasajeros que han de marcharse para no volver, por lo general una  nostalgia previa les inunda la mirada, ocultan los puños apretados en sus bolsillos, pero pese a todo, caminan decididos. Disfruto mirando indiscreta las despedidas, las prefiero, siempre he pensado que es mejor decir adiós, irse, no mirar atrás. Irónico: TE ESPERO. Con el paso del tiempo y la costumbre, he aprendido a diferenciar los silbatos de los trenes por horarios, así sé que el sonido del tren de las seis es el que pinta las tardes con esos tonos marrones, es él quien arrulla involuntariamente al sol y hace que aparezcan las estrellas. Cientos, miles quizás, extraños que no me miran, que no te han visto, que no les importa que no vuelvas. En el tren de las seis: TE ESPERO.

jueves, 14 de enero de 2010

Vacaciones mentales


Después de algunos meses de mantener seco el tintero y la pluma extraviada, me aventuro a dar unos cuantos golpeteos sobre el teclado, el ejercicio de escribir es algo que exige constancia y disciplina, cosas que desafortunadamente no son cualidades que posea, de cualquier forma encuentro excitante volver a toparme con el cursor que parpadea suspicaz ante la posibilidad de hilar todas las ideas que rondan por mi cabeza, no estoy segura de lograrlo de forma brillante, es más ni siquiera sé si pueda hacerlo de forma elocuente, pero aquí estoy asumiendo el riesgo y la posibilidad, sea el ocioso lector quien lo juzgué.
Durante el largo periodo de abstinencia literaria, porque he de confesar que tampoco he leído gran cosa en los últimos meses, me he dedicado a observar, cavilar y vegetar, podría pensarse que las dos primeras resultan convenientes, pero la verdad es que casi puedo equipararlas con la tercera.
Hace unos día tocaba mi puerta una religiosa que vendía de casa en casa la revista católica llamada "juventud nueva", después de una acalorada discusión con la hermana sobre los caminos misteriosos de Dios, ella prometió orar por mi salvación y yo accedí a comprarle la revista a manera de agradecimiento por los cientos de rosarios que se requerirían para lograr tal fin, cerré la puerta y observe un tanto desinteresada el ejemplar, en la portada se veía una imagen de jóvenes felices y entusiastas jugueteando jocosamente en un jardín lleno de rosas, que empalagosa existencia cavilé, abrí la revista para observar el índice y me pareció que había hecho la mejor compra de mi vida, según el nombre de los artículos, podría conocer a Dios en exclusiva, encontraría el placer del sexo sin métodos anticonceptivos y mejor aún conocería el único camino a la salvación. Medité por largos minutos sobre lo preciado que resultaban aquellas hojas de papel cuche, en la noble tarea de la madre que bajo los inclementes rayos del sol estaba llevando ese rayito de luz a los oscuros corazones de los simples mortales, y entonces regrese morbosamente a buscar las tan aclamadas fotografías del único y autentico Dios.
la decepción no tardo en llegar, el hombre de la foto era más como el señor de los cielos con sotana, es decir el narcotraficante con disfraz  de padre, me detuve un instante y cavilé sobre cuánto dinero habría que pagar  para aparecer en las páginas de esta revista, concluí que no mucho, puesto que en realidad no creo que muchos la compren a cambio de rosarios salvadores; proseguí con la observación y aún en contra de mi estado de vacaciones mentales me aventuré a leer un poco y la decepción se duplico, resulta que el señor de la foto era el padre Manuel, que escribía sobre la evidente existencia de Dios, "dios esta en los árboles, los animales, en usted mismo esta Dios" rayos cavilé… puedo ir a buscar a Dios al zoológico o a un día de campo. Me habían timado, dios no estaba en estas páginas, o tal vez sí, pero preferí no seguir pensándolo pues podría desatarse nuevamente la paranoia, esa sicosis extraña en la que de repente ya no sé si me persiguen o yo persigo a alguien.
Ya con la confianza mermada pero aún con un poco de esperanza, fui a las páginas en las que se me prometía el goce sin límite ni preservativos, el susto me vino al momento, en una fotografía que ocupaba tres cuartos de página estaban los 75 integrantes de una familia católica, sí, todos sonreían, parecía que el gozo en realidad estaba garantizado, pero donde diantres podrían habitar tan numerosas y sexualmente satisfechas familias , entonces ahí, en la nota al pie de foto decía, "Familia Durán: No es que no quepamos en el mundo es que estamos mal distribuidos".
 Así pues, ya con la paranoia desatada, de sentir la mirada de Dios todo el tiempo y sabiendo que lo más conveniente para una vida libre del pecado de los preservativos es mudarme al desierto, decidí pasar a la parte de la salvación, tristemenete  ahí no había imágenes ni dibujitos y no ese ya era un exceso para mis vacaciones mentales.

miércoles, 13 de enero de 2010

Onírico



Observas atenta cada una de las frases en las construcciones, algunas las reconoces tuyas, otras recuerdas haberlas leído en algún sitio, pero todas parecen haber sido escritas pensando en que justo hoy estarías aquí, mirando asombrada cada uno de esos edificios. Aún no sabes cómo es que llegaste hasta aquí, qué o quién te condujo a este mirador, el viento revienta en tu cara y juega con tus cabellos, se siente bien, es cómo cuando niña, tu padre te llevaba a volar papalotes durante el otoño. Te propones no pensar, solo sentir, observar con cuidado todos los muros que ante el ocaso toman matices ocres, dando dramatismo a cada una de las palabras que decoran atípicamente la ciudad que ante tus pies se tiende.
Su presencia se hace evidente de pronto, sientes como sus manos delgadas y frías se posan en tus hombros y te hace girar para que encuentres su rostro y entonces preguntarte si te ha gustado, no atinas a contestar solo mueves la cabeza afirmativamente para esconderla en su pecho, sientes sus huesos y aspiras ese olor que tanto disfrutabas, te giras nuevamente, no quieres q te vea llorar, él te abraza por la espalda y te dice que cada frase en la ciudad ha sido puesta ahí, pensando en ti. Es un estado de embriagues exquisito el que te inunda, recorres palmo a palmo el panorama, tratando de grabar todo lo lees en tu memoria.
Por un segundo nada importa, pero al siguiente algo se rompe y lo ves venir con paso decidió, descargando el peso de su ira sobre los escalones que uno a uno, cada vez son menos para llegar hasta donde ustedes contemplan. Seguramente tiene días buscándote y eso lo mantiene furioso, no quieres que te encuentre, asi que renuncias al reconfortante del regalo más maravilloso que has recibido y corres,  de la mano de quien te abrazaba, se ocultan en una cueva, te sueltas de su mano y te abrazas a ti, tratando de hacer q el miedo se vaya, levantas la vista y te das cuenta que tu perseguidor es exactamente la misma persona que te consuela y te dice q todo estará bien, esto tiene que ser un sueño, no puede más que ser un sueño… despiertas de golpe, con la necesidad de anotar las pocas frases inscritas en la ciudad q tu memoria guarda.

sábado, 9 de enero de 2010

Entre líneas

Ahora que me he mudado al país de los sueños (y lo digo porque en verdad como he soñado), la verdad es que no he tenido mucho que hacer, eso de perseguir profesores con la intención de ser productiva no me ocupa mucho tiempo, porque son hábiles para evadirme, la biblioteca central ha sido mi refugio, tenía mucho tiempo que no concentraba mi atención en la literatura. Procesar tantas ideas cuesta trabajo, sobre todo cuando se está fuera de forma por eso cuando algo me ha consternado en demasía, camino por los pasillos de la biblioteca escuchando como las baldosas flojas suenan bajo mi pies, curioseo un poco por si algo llama mi atención particularmente en los estantes y trato de procesar la idea en cuestión. Así pues, en esas estaba hoy por la mañana, tratando de encontrar algún criterio de verdad para afirmar que las mujeres somos como la prosa, nunca como la poesía, o algún argumento contundente para desechar tal afirmación. Sin darme cuenta el pasillo en el que me encontraba era precisamente donde se alineaban un sinfín de libros de poesía, pase mi vista por la primera fila, la segunda, la tercera y vi uno de mis libros favoritos de Aridijis, pensé que ahí encontraría la respuesta, la prosa de ese señor cargada de un erotismo sutil pero no por eso menos intenso me tendría que dar la respuesta, estaba a punto de sacarlo de su sitio, pero justo tras ese ejemplar se encontraba "Perséfone", ese nombre me gusta pensé, lo tome y al abrirlo me encontré con una carta, que a continuación cito:

" Hola, mi nombre es Soraya, hoy es 8 de Marzo del 2000, me duele comunicarte, que si estás leyendo esto es porque no se acabo el mundo como muchos ansiosamente esperábamos. Sabes, las casualidades no existen, alguna vez escuche que los libros saltan a tus manos en el momento justo que deben ser leídos, quizás este fuere el momento justo para que me encontraras, yo, lo mismo que las casualidades, no existo, partí precisamente en la fecha señalada por esta misiva en busca de galaxias menos complicadas pero más mortales. Paradójicamente la razón por la que ahora te busco y brinco ante tus ojos para robarte un segundo de desconcierto, es una necesidad inmanente de inmortalidad. En un principio había pensado en dejar una foto y no una carta, pero es que los rostros desconocidos son tan impersonales, siempre sonriendo sin sonrisa, me parecen frívolos, vulgares. Las letras por el contrario, son como fragmentos del alma, así aunque nunca nos vimos, ahora pensaras más en mi que nadie que haya visto mi rostro.

Entre música y polvo desciendo, me desvanezco, esperando pase mucho tiempo después de mi desaparición para hablar contigo, no espero que lo entiendas, solo que no abandones la lectura y me sigas, que me dibujes un corazón alado, que me des vida unos minutos y me permitas conservarla un poco más."

Curioso caso el de Soraya, que busca prevalecer en ojos extraños, supongo que entre blog y blog, habitaremos unos cuantos más con ese síndrome.

viernes, 8 de enero de 2010

Reglas


 

Dicen que es característica humana la capacidad de adaptación, también se dice que en un medio hostil sólo los más fuertes sobreviven, supongo que hay excepciones como a toda regla y la experiencia me ha enseñado que son más las excepciones que los que cumplen la regla, será esto suficiente para invertir la regla? Y entonces poder decir: "no todos los seres humanos son adaptables " " En un ambiente hostil, no siempre los más fuertes son los que sobreviven"

miércoles, 6 de enero de 2010

Segunda entrega

II. Para no volver

Después de una pesada jornada en  la mina, Aldo se desprendía de la ropa de trabajo y se retiraba sin despedirse de nadie, nunca fue un  muchacho sociable, vivía solo a las  orillas  del pueblo, en las faldas de la montaña, a no ser porque toda su vida la había  dedicado al  trabajo en la mina, nadie se percataría de su existencia; su madre murió en brazos de una comadrona al darle a luz, su padre de cirrosis algunos años más tarde, Aldo con solo ocho años y sin más posesión que la vieja choza, abandono  los  juegos infantiles  para emplearse en la mina picando  piedra. Habían pasado   ya dieciséis años,  desde que él consagrara su vida a esa monótona rutina, el mismo ir y venir hasta las minas sin despegar la mirada del suelo para no encontrarse con la de otro, q quisiera saludarle o brindarle compasión,  la soledad y la dureza en su carácter eran sus mejores aliados. Tomaba cada viernes el sobre con su pago, pasaba por la tienda del  pueblo compraba lo necesario y ahorraba el resto, ahorraba cada centavo, así lo había hecho desde el inicio, con la firme convicción de q al llegar los 25, abandonaría la choza y el polvoriento pueblo para ir a la ciudad.  Deseaba ser hombre de mundo, conocer los edificios de los q alguna vez le hablo su padre, conocer,  el mundo tenia q ser mas grande q ese diminuto pueblo.

El año transcurrió sin contratiempos, el día por fin llego, Aldo cumplía veinticinco años, el silbato de salida sonó como cada tarde, no así para Aldo, para él era el sonido q marcaba el fin y el inicio, tomo el sobre con su pago y por primera vez levanto la vista al caminar, recorrió las calles con una sonrisa q nadie antes le había visto; al llegar a casa busco bajo la cama el frasco con los ahorros de toda una vida y la caja q guardaba el anacrónico traje de su padre, aseo su cuerpo e intento alinear sus largos cabellos, afeito su  barba y vistió con gran emoción el viejo traje, tomo la garrafa con el combustible y sin titubeo alguno prendió fuego a la choza,    se alejo a toda prisa sin mirar nunca atrás, era su única carta, no sabía que le depararía la suerte, pero estaba seguro de no volver

martes, 5 de enero de 2010

Primera entrega

I La prisión

Las paredes guardaron silencio, la calma la invadió un instante,  observo detenidamente el cuarto y se dio cuenta q ya no giraba, el movimiento se detuvo, abrió  la puerta de su estancia para contemplar los colores de la noche, para deleitarse con  los olores y sonidos del lugar;  a veces con  un poco de imaginación, conseguía transformar esa atmósfera nocturna  en su hogar, entonces los miedos se disipaban y se sentía a salvo, nada podía lastimarla, era como si por minutos los grilletes con que la habían sujetado le permitieran ir mas allá de la puerta -aunque su cuerpo no se moviera del quicio- corría en libertad montaña abajo.

  La fantasía se desvanecía  cuando escuchaba el acercarse de los pasos del visitante, el que alguna vez fue su amante y ahora era su carcelario; Sabina cerraba  la  puerta y se dejaba caer sobre la cama fingiendo estar dormida, como si eso importara, de cualquier forma él la desnudaría para poseerla; muchas  lunas atrás ella había desistido a resistirse, de cualquier forma así encadenada como estaba no podía hacer mucho,  lo único q conseguía era hacerlo enfadar y que le propiciara tremendas golpizas. El visitante saciaba su enfermo deseo, le proporcionaba algo de comida y se marchaba asegurándole a Sabina que la razón para tenerla encadenada era un infinito amor.

Había perdido la cuenta de los días, quizás meses que tenía en ese lugar, no recordaba cuando fue que las paredes comenzaron a contarle historias, ni como fue que consiguió  el cuarto diera vueltas, la esperanza de ser libre ahora tenia un desagradable sabor a imposible. Las cadenas que pendían de sus brazos no le permitían moverse más allá de la puerta o el cuarto de baño.

Pasaba los días enteros tejiendo y destejiendo sus largos cabellos, recapitulando un pasado lejano, cuando estuvo afuera,  se aferraba a los recuerdos, pensaba que mientras tuviera memoria  seguiría existiendo. Dibujaba en su mente cada detalle de su rostro, los lunares bajo su labio, lo poblado de sus cejas casi pegadas al parpado, la cicatriz en su frente, todo, no quería olvidarse de su imagen, porque si no estaría perdida

domingo, 3 de enero de 2010

El temblor

"Despiértenme cuando pase el temblor…" Soda estereo El temblor

Hugo se levanto paladeando el desagradable sabor del metal que le había dejado el sueño; Mirey aún dormía. La habitación estaba intacta nadie sospecharía del terremoto que unas horas atrás había sacudido a la ciudad. La radio comenzaba a dar las primeras estadísticas de los daños, Hugo se asomo por la ventana y sorbió tranquilamente su café, en realidad no le importaba lo que había tras aquel umbral que lo separaba de la tragedia que el resto de los habitantes vivía, regreso a la cama y busco instintivamente el sexo de Mirey, quería encontrar nuevamente el ensueño extasiante que le provocaba los ojos verdes de ella cuando se desorbitaban ante el placer, ella lo recibió sin mayor interés pero sin poner resistencia, hicieron tibiamente el amor sin emitir sonido alguno, inconscientemente los dos sabían que había llegado el final, no había marcha atrás ya no tenían tiempo de reconstruirse, el terremoto no había tocado su hábitat, pero la historia no les permitiría volver a ponerse en pie como al resto de la ciudad.

Mirey había conocido a Hugo una noche sin más que humo en el bolsillo y nostalgia en la mirada; él trabajaba en un negocio cerca del centro, siempre tomaba el mismo camino a casa, pero un par de noches atrás había tomado la determinación de no pasar dos veces nunca más por el mismo sitio, así que comenzó por alternar las calles que conducían hasta su casa y esa noche, en esa hora incierta, ahí estaba ella, con un abrigo hasta las rodillas y una boina a la francesa que la hacía lucir peculiar, ella se acerco sin más afán que conseguir fuego para su cigarro, él quedo prendado de ese par de ojos verdes que se ocultaban bajo unas gafas amplias. Caminaron un par de calles sin cruzar palabra alguna que resultara útil o inteligente "Me llamo Mirey" "soy empleado de un hotel cercano" " No me gusta el frío" y un bla bla bla bla que no conducía ningún lado, aunque en realidad eso no importaba, sólo habría que llegar al punto donde sus destinos se bifurcaran para cambiar de página y poner ese encuentro donde se ponen las cosas que no tienen mayor importancia y pronto se olvidan; pero eso no sucedió o por lo menos no esa noche, esa noche caminaron muchas calles más.


 

Hugo se levanto y pregunto a quema ropa -te vas tú o seré yo el que se marche- Mirey bostezo indiferente al tiempo que levantaba los hombros para hacer más evidente su desinterés ante la situación, él comenzó a vestirse decepcionado de la reacción que sus palabras habían logrado, no creía posible que cuatro años de su vida se desmoronaran ante si, sin provocar el menor estruendo, se asomo nuevamente por la ventana y pudo sentir la desolación que reinaba en las calles, la impotencia de la gente que había perdido todo era la misma que él sentía al saber que no quedaba más, que esos ojos verdes que le cautivaban esa mañana se cerraban para siempre, mas habría valido que el terremoto hubiera acabado con él, con su casa y con ella, sobre todo con ella.


 

Mirey se acomodo nuevamente y volvió a dormir, soñó que era un pez, uno de agua dulce, un pez de agua dulce en un enorme océano salado que no le permitía subsistir, pero aún así nadaba entre los demás peces que no entendían su asfixia. Despertó sobresaltada, Hugo se había marchado, los estantes estaban vacios y ahora justo ahora quería pedirle que no lo hiciera, el océano del sueño broto por sus ojos, siempre había sido así, tarde muy tarde...


 

Hugo no tenía a donde ir, la ciudad estaba destrozada, se respiraba en todo sitio la desolación de ellos, los otros, los que no entendían que cambiaria de lugar con cualquiera, en ese momento preferiría ser él quien estuviera enterrado entre los escombros. Una mujer se acerco para pedirle una moneda, buscó en su bolso y le entrego un par de billetes arrugados, sentía nauseas, asco ante la podredumbre que pisaba a cada paso, no entendía como la naturaleza, dios o el azar tramposo podía acabar con el mundo entero de una sacudida, lo mismo que sin sacudida alguna su mundo estaba hoy en trizas. Todo era confuso, quería odiarla, desear que realmente fuera ella la que se acercara mendigando ahora no fuego sino piedad, quería tener el poder de pisar su cabeza en un charco de sangre al siguiente paso, pero no podía, la amaba, la necesitaba.


 

Mirey seguía desnuda, postrada sobre la cama, en silencio, esperando que la puerta se abriera y él estuviera de vuelta, tarde entendía que lo amaba, tarde extendía los brazos para alcanzarle. Se puso en pie, busco su abrigo y su boina, puso los tres cigarros que le restaban en la bolsa izquierda y salió, así descalza, sin más ropa que el viejo abrigo y la boina francesa, camino incesantemente entre las ruinas de la ciudad y llego a la calle donde años atrás un extraño de andar discreto le ofreció fuego y una soledad compartida.


 

Hugo gurdo sus manos en el pantalón y sintió el encendedor entre sus dedos, vinieron a él inmediatamente los recuerdos del primer encuentro, algunas lagrimas escaparon de sus ojos, ganas incesantes de volver, de atravesar la puerta, de andar por esa calle que lo llevo a su encuentro; apretó el paso y avanzo firme, supuso que aún era tiempo, que la encontraría dormida, y le contaría una historia nueva, que tal vez regresando por las aquellas calles la encontraría nuevamente con su boina y su abrigo, sonrió por un segundo imaginando el cuadro, pero entonces recordó la premisa que lo llevo hasta ella, "nunca más por el mismo sitio", soltó el encendedor viro a la derecha y se perdió entre los damnificados que había dejado el temblor.

sábado, 2 de enero de 2010

Equipaje



 

La mochila esta lista: llevar sólo lo indispensable. La selección entre artículos necesarios e indispensables es complicada, clasificar en orden de importancia resulta ocioso, cada cosa es importante a su modo y no hay una que supla a otra. Desafortunadamente el momento de escoger lo que podrá acompañarte a tu siguiente vida es ahora, los fantasmas y el miedo de no tener un sitio a donde regresar es mejor dejarlos, siempre es mejor viajar sola que mal acompañada y el miedo es pequeño pero pesado y más vale andar ligera; 6 años de recuerdos… hummm, una nueva clasificación? Llevar los buenos dejar los malos? No, doblarlos todos con mucho cuidado para que no se maltraten, llevarlos todos, nunca se sabe en qué momento una vieja lección pueda servir para una enseñanza nueva. .. En fin estoy lista, sólo lo indispensable: el beso más largo que tus labios han dado y un te amo infinito que resopla en el viento.

viernes, 1 de enero de 2010

Central

Las centrales son esos no lugares que tan habituales se han hecho a mis días, despedidas, baños públicos, bienvenidas ,decepciones, butacas incomodas, esperas interminables, flores, revistas, llantos, pañuelos al viento, autobuses, taxis, sonrisas, boletos, encuentros, café, expectativas, teléfonos de monedas, gente, mil gente. Cuando el autobús arriba, siempre te busco con la mirada tras los cristales, es obvio que no estarás, pero me gusta sentir esos cinco segundos de estremecimiento que me permite la imaginación al pensarte. A veces creo que en realidad estas en un no lugar esperando por mí, sólo que difícilmente será mi autobús el que llegue a ese sitio.

2010

Inicio el 2010 escribiendo, exibicionismo innecesario, pensaras; necesidad inaudita en estos días diría yo. Extraña manía la nuestra de mesura y contemplar inicios y finales cada vuelta, pretendiendo a partir de esa cuenta: cambiar, renovar, ordenar. Me uno a los optimistas (ilusos quizás) Esperando que este año el viento sople a favor y pueda orquestar cada uno de mis movimientos.

El corazón esta vuelto loco entre el querer y no saber cómo o qué.

Vertiginosa esta noche en caída, en algún momento tocaré fondo y entonces estaré a salvo.

La mujer imaginaria

16:12


"Para siempre fue mucho tiempo", escuchaba en una de esas viejas películas que me gusta ver y volver a ver, es ocioso dice mi madre, cuando ve que es la tercera vez q pongo una cinta en un mismo día, pero yo sólo muevo la mano en un ademán grosero, indicando que no me molesten y hago un shhhh determinante para q nadie más se atreva a cuestionar mis ganas de verla. Regreso a lo que me ocupa, olvidarme de mi mundo para entrar en el de Toto, el de Anni, el de Tristan o el de Forrest. Sigo cuadro a cuadro sus historias, permitiéndome sentir la emoción de quien las vive y de quien las cuenta, conozco los finales de memoria, pero aún me sorprende y me hace sentir el corazón pequeño el desenlace de cada una de ellas.
Cuando era pequeña, me daba miedo el cine, pensaba que ahí dentro una mente siniestra había aprisionado a esas personas y las obligaba a vivir las situaciones para que yo las viera, al mismo tiempo, cuando salía de la sala lo hacía estirando las manos, para toparme con esa manta blanca detrás de la que muy seguramente estaba y otros me miraban (esa idea no se ha ido del todo).
"para siempre fue mucho tiempo" me golpea, cada vez que la escucho y miro los pañuelos agitándose al viento, pocas cosas me hacen vivir de esa manera siendo la mujer imaginaria que se marcha.
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El tren de las seis

17:26


Tengo 3 lustros y dos vidas, varada en esta estación de tren. Los viajantes pasan, llegan, lloran, sonríen, saludan, suben, bajan, olvidan, vuelven y yo persisto: TE ESPERO. Por las mañanas tomo café, mientras atenta cuento los pasajeros que han de marcharse para no volver, por lo general una  nostalgia previa les inunda la mirada, ocultan los puños apretados en sus bolsillos, pero pese a todo, caminan decididos. Disfruto mirando indiscreta las despedidas, las prefiero, siempre he pensado que es mejor decir adiós, irse, no mirar atrás. Irónico: TE ESPERO. Con el paso del tiempo y la costumbre, he aprendido a diferenciar los silbatos de los trenes por horarios, así sé que el sonido del tren de las seis es el que pinta las tardes con esos tonos marrones, es él quien arrulla involuntariamente al sol y hace que aparezcan las estrellas. Cientos, miles quizás, extraños que no me miran, que no te han visto, que no les importa que no vuelvas. En el tren de las seis: TE ESPERO.

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Vacaciones mentales

0:04

Después de algunos meses de mantener seco el tintero y la pluma extraviada, me aventuro a dar unos cuantos golpeteos sobre el teclado, el ejercicio de escribir es algo que exige constancia y disciplina, cosas que desafortunadamente no son cualidades que posea, de cualquier forma encuentro excitante volver a toparme con el cursor que parpadea suspicaz ante la posibilidad de hilar todas las ideas que rondan por mi cabeza, no estoy segura de lograrlo de forma brillante, es más ni siquiera sé si pueda hacerlo de forma elocuente, pero aquí estoy asumiendo el riesgo y la posibilidad, sea el ocioso lector quien lo juzgué.
Durante el largo periodo de abstinencia literaria, porque he de confesar que tampoco he leído gran cosa en los últimos meses, me he dedicado a observar, cavilar y vegetar, podría pensarse que las dos primeras resultan convenientes, pero la verdad es que casi puedo equipararlas con la tercera.
Hace unos día tocaba mi puerta una religiosa que vendía de casa en casa la revista católica llamada "juventud nueva", después de una acalorada discusión con la hermana sobre los caminos misteriosos de Dios, ella prometió orar por mi salvación y yo accedí a comprarle la revista a manera de agradecimiento por los cientos de rosarios que se requerirían para lograr tal fin, cerré la puerta y observe un tanto desinteresada el ejemplar, en la portada se veía una imagen de jóvenes felices y entusiastas jugueteando jocosamente en un jardín lleno de rosas, que empalagosa existencia cavilé, abrí la revista para observar el índice y me pareció que había hecho la mejor compra de mi vida, según el nombre de los artículos, podría conocer a Dios en exclusiva, encontraría el placer del sexo sin métodos anticonceptivos y mejor aún conocería el único camino a la salvación. Medité por largos minutos sobre lo preciado que resultaban aquellas hojas de papel cuche, en la noble tarea de la madre que bajo los inclementes rayos del sol estaba llevando ese rayito de luz a los oscuros corazones de los simples mortales, y entonces regrese morbosamente a buscar las tan aclamadas fotografías del único y autentico Dios.
la decepción no tardo en llegar, el hombre de la foto era más como el señor de los cielos con sotana, es decir el narcotraficante con disfraz  de padre, me detuve un instante y cavilé sobre cuánto dinero habría que pagar  para aparecer en las páginas de esta revista, concluí que no mucho, puesto que en realidad no creo que muchos la compren a cambio de rosarios salvadores; proseguí con la observación y aún en contra de mi estado de vacaciones mentales me aventuré a leer un poco y la decepción se duplico, resulta que el señor de la foto era el padre Manuel, que escribía sobre la evidente existencia de Dios, "dios esta en los árboles, los animales, en usted mismo esta Dios" rayos cavilé… puedo ir a buscar a Dios al zoológico o a un día de campo. Me habían timado, dios no estaba en estas páginas, o tal vez sí, pero preferí no seguir pensándolo pues podría desatarse nuevamente la paranoia, esa sicosis extraña en la que de repente ya no sé si me persiguen o yo persigo a alguien.
Ya con la confianza mermada pero aún con un poco de esperanza, fui a las páginas en las que se me prometía el goce sin límite ni preservativos, el susto me vino al momento, en una fotografía que ocupaba tres cuartos de página estaban los 75 integrantes de una familia católica, sí, todos sonreían, parecía que el gozo en realidad estaba garantizado, pero donde diantres podrían habitar tan numerosas y sexualmente satisfechas familias , entonces ahí, en la nota al pie de foto decía, "Familia Durán: No es que no quepamos en el mundo es que estamos mal distribuidos".
 Así pues, ya con la paranoia desatada, de sentir la mirada de Dios todo el tiempo y sabiendo que lo más conveniente para una vida libre del pecado de los preservativos es mudarme al desierto, decidí pasar a la parte de la salvación, tristemenete  ahí no había imágenes ni dibujitos y no ese ya era un exceso para mis vacaciones mentales.
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Onírico

15:18


Observas atenta cada una de las frases en las construcciones, algunas las reconoces tuyas, otras recuerdas haberlas leído en algún sitio, pero todas parecen haber sido escritas pensando en que justo hoy estarías aquí, mirando asombrada cada uno de esos edificios. Aún no sabes cómo es que llegaste hasta aquí, qué o quién te condujo a este mirador, el viento revienta en tu cara y juega con tus cabellos, se siente bien, es cómo cuando niña, tu padre te llevaba a volar papalotes durante el otoño. Te propones no pensar, solo sentir, observar con cuidado todos los muros que ante el ocaso toman matices ocres, dando dramatismo a cada una de las palabras que decoran atípicamente la ciudad que ante tus pies se tiende.
Su presencia se hace evidente de pronto, sientes como sus manos delgadas y frías se posan en tus hombros y te hace girar para que encuentres su rostro y entonces preguntarte si te ha gustado, no atinas a contestar solo mueves la cabeza afirmativamente para esconderla en su pecho, sientes sus huesos y aspiras ese olor que tanto disfrutabas, te giras nuevamente, no quieres q te vea llorar, él te abraza por la espalda y te dice que cada frase en la ciudad ha sido puesta ahí, pensando en ti. Es un estado de embriagues exquisito el que te inunda, recorres palmo a palmo el panorama, tratando de grabar todo lo lees en tu memoria.
Por un segundo nada importa, pero al siguiente algo se rompe y lo ves venir con paso decidió, descargando el peso de su ira sobre los escalones que uno a uno, cada vez son menos para llegar hasta donde ustedes contemplan. Seguramente tiene días buscándote y eso lo mantiene furioso, no quieres que te encuentre, asi que renuncias al reconfortante del regalo más maravilloso que has recibido y corres,  de la mano de quien te abrazaba, se ocultan en una cueva, te sueltas de su mano y te abrazas a ti, tratando de hacer q el miedo se vaya, levantas la vista y te das cuenta que tu perseguidor es exactamente la misma persona que te consuela y te dice q todo estará bien, esto tiene que ser un sueño, no puede más que ser un sueño… despiertas de golpe, con la necesidad de anotar las pocas frases inscritas en la ciudad q tu memoria guarda.
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Entre líneas

15:47

Ahora que me he mudado al país de los sueños (y lo digo porque en verdad como he soñado), la verdad es que no he tenido mucho que hacer, eso de perseguir profesores con la intención de ser productiva no me ocupa mucho tiempo, porque son hábiles para evadirme, la biblioteca central ha sido mi refugio, tenía mucho tiempo que no concentraba mi atención en la literatura. Procesar tantas ideas cuesta trabajo, sobre todo cuando se está fuera de forma por eso cuando algo me ha consternado en demasía, camino por los pasillos de la biblioteca escuchando como las baldosas flojas suenan bajo mi pies, curioseo un poco por si algo llama mi atención particularmente en los estantes y trato de procesar la idea en cuestión. Así pues, en esas estaba hoy por la mañana, tratando de encontrar algún criterio de verdad para afirmar que las mujeres somos como la prosa, nunca como la poesía, o algún argumento contundente para desechar tal afirmación. Sin darme cuenta el pasillo en el que me encontraba era precisamente donde se alineaban un sinfín de libros de poesía, pase mi vista por la primera fila, la segunda, la tercera y vi uno de mis libros favoritos de Aridijis, pensé que ahí encontraría la respuesta, la prosa de ese señor cargada de un erotismo sutil pero no por eso menos intenso me tendría que dar la respuesta, estaba a punto de sacarlo de su sitio, pero justo tras ese ejemplar se encontraba "Perséfone", ese nombre me gusta pensé, lo tome y al abrirlo me encontré con una carta, que a continuación cito:

" Hola, mi nombre es Soraya, hoy es 8 de Marzo del 2000, me duele comunicarte, que si estás leyendo esto es porque no se acabo el mundo como muchos ansiosamente esperábamos. Sabes, las casualidades no existen, alguna vez escuche que los libros saltan a tus manos en el momento justo que deben ser leídos, quizás este fuere el momento justo para que me encontraras, yo, lo mismo que las casualidades, no existo, partí precisamente en la fecha señalada por esta misiva en busca de galaxias menos complicadas pero más mortales. Paradójicamente la razón por la que ahora te busco y brinco ante tus ojos para robarte un segundo de desconcierto, es una necesidad inmanente de inmortalidad. En un principio había pensado en dejar una foto y no una carta, pero es que los rostros desconocidos son tan impersonales, siempre sonriendo sin sonrisa, me parecen frívolos, vulgares. Las letras por el contrario, son como fragmentos del alma, así aunque nunca nos vimos, ahora pensaras más en mi que nadie que haya visto mi rostro.

Entre música y polvo desciendo, me desvanezco, esperando pase mucho tiempo después de mi desaparición para hablar contigo, no espero que lo entiendas, solo que no abandones la lectura y me sigas, que me dibujes un corazón alado, que me des vida unos minutos y me permitas conservarla un poco más."

Curioso caso el de Soraya, que busca prevalecer en ojos extraños, supongo que entre blog y blog, habitaremos unos cuantos más con ese síndrome.

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Reglas

20:33


 

Dicen que es característica humana la capacidad de adaptación, también se dice que en un medio hostil sólo los más fuertes sobreviven, supongo que hay excepciones como a toda regla y la experiencia me ha enseñado que son más las excepciones que los que cumplen la regla, será esto suficiente para invertir la regla? Y entonces poder decir: "no todos los seres humanos son adaptables " " En un ambiente hostil, no siempre los más fuertes son los que sobreviven"

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Segunda entrega

16:50

II. Para no volver

Después de una pesada jornada en  la mina, Aldo se desprendía de la ropa de trabajo y se retiraba sin despedirse de nadie, nunca fue un  muchacho sociable, vivía solo a las  orillas  del pueblo, en las faldas de la montaña, a no ser porque toda su vida la había  dedicado al  trabajo en la mina, nadie se percataría de su existencia; su madre murió en brazos de una comadrona al darle a luz, su padre de cirrosis algunos años más tarde, Aldo con solo ocho años y sin más posesión que la vieja choza, abandono  los  juegos infantiles  para emplearse en la mina picando  piedra. Habían pasado   ya dieciséis años,  desde que él consagrara su vida a esa monótona rutina, el mismo ir y venir hasta las minas sin despegar la mirada del suelo para no encontrarse con la de otro, q quisiera saludarle o brindarle compasión,  la soledad y la dureza en su carácter eran sus mejores aliados. Tomaba cada viernes el sobre con su pago, pasaba por la tienda del  pueblo compraba lo necesario y ahorraba el resto, ahorraba cada centavo, así lo había hecho desde el inicio, con la firme convicción de q al llegar los 25, abandonaría la choza y el polvoriento pueblo para ir a la ciudad.  Deseaba ser hombre de mundo, conocer los edificios de los q alguna vez le hablo su padre, conocer,  el mundo tenia q ser mas grande q ese diminuto pueblo.

El año transcurrió sin contratiempos, el día por fin llego, Aldo cumplía veinticinco años, el silbato de salida sonó como cada tarde, no así para Aldo, para él era el sonido q marcaba el fin y el inicio, tomo el sobre con su pago y por primera vez levanto la vista al caminar, recorrió las calles con una sonrisa q nadie antes le había visto; al llegar a casa busco bajo la cama el frasco con los ahorros de toda una vida y la caja q guardaba el anacrónico traje de su padre, aseo su cuerpo e intento alinear sus largos cabellos, afeito su  barba y vistió con gran emoción el viejo traje, tomo la garrafa con el combustible y sin titubeo alguno prendió fuego a la choza,    se alejo a toda prisa sin mirar nunca atrás, era su única carta, no sabía que le depararía la suerte, pero estaba seguro de no volver

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Primera entrega

11:13

I La prisión

Las paredes guardaron silencio, la calma la invadió un instante,  observo detenidamente el cuarto y se dio cuenta q ya no giraba, el movimiento se detuvo, abrió  la puerta de su estancia para contemplar los colores de la noche, para deleitarse con  los olores y sonidos del lugar;  a veces con  un poco de imaginación, conseguía transformar esa atmósfera nocturna  en su hogar, entonces los miedos se disipaban y se sentía a salvo, nada podía lastimarla, era como si por minutos los grilletes con que la habían sujetado le permitieran ir mas allá de la puerta -aunque su cuerpo no se moviera del quicio- corría en libertad montaña abajo.

  La fantasía se desvanecía  cuando escuchaba el acercarse de los pasos del visitante, el que alguna vez fue su amante y ahora era su carcelario; Sabina cerraba  la  puerta y se dejaba caer sobre la cama fingiendo estar dormida, como si eso importara, de cualquier forma él la desnudaría para poseerla; muchas  lunas atrás ella había desistido a resistirse, de cualquier forma así encadenada como estaba no podía hacer mucho,  lo único q conseguía era hacerlo enfadar y que le propiciara tremendas golpizas. El visitante saciaba su enfermo deseo, le proporcionaba algo de comida y se marchaba asegurándole a Sabina que la razón para tenerla encadenada era un infinito amor.

Había perdido la cuenta de los días, quizás meses que tenía en ese lugar, no recordaba cuando fue que las paredes comenzaron a contarle historias, ni como fue que consiguió  el cuarto diera vueltas, la esperanza de ser libre ahora tenia un desagradable sabor a imposible. Las cadenas que pendían de sus brazos no le permitían moverse más allá de la puerta o el cuarto de baño.

Pasaba los días enteros tejiendo y destejiendo sus largos cabellos, recapitulando un pasado lejano, cuando estuvo afuera,  se aferraba a los recuerdos, pensaba que mientras tuviera memoria  seguiría existiendo. Dibujaba en su mente cada detalle de su rostro, los lunares bajo su labio, lo poblado de sus cejas casi pegadas al parpado, la cicatriz en su frente, todo, no quería olvidarse de su imagen, porque si no estaría perdida

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El temblor

20:23

"Despiértenme cuando pase el temblor…" Soda estereo El temblor

Hugo se levanto paladeando el desagradable sabor del metal que le había dejado el sueño; Mirey aún dormía. La habitación estaba intacta nadie sospecharía del terremoto que unas horas atrás había sacudido a la ciudad. La radio comenzaba a dar las primeras estadísticas de los daños, Hugo se asomo por la ventana y sorbió tranquilamente su café, en realidad no le importaba lo que había tras aquel umbral que lo separaba de la tragedia que el resto de los habitantes vivía, regreso a la cama y busco instintivamente el sexo de Mirey, quería encontrar nuevamente el ensueño extasiante que le provocaba los ojos verdes de ella cuando se desorbitaban ante el placer, ella lo recibió sin mayor interés pero sin poner resistencia, hicieron tibiamente el amor sin emitir sonido alguno, inconscientemente los dos sabían que había llegado el final, no había marcha atrás ya no tenían tiempo de reconstruirse, el terremoto no había tocado su hábitat, pero la historia no les permitiría volver a ponerse en pie como al resto de la ciudad.

Mirey había conocido a Hugo una noche sin más que humo en el bolsillo y nostalgia en la mirada; él trabajaba en un negocio cerca del centro, siempre tomaba el mismo camino a casa, pero un par de noches atrás había tomado la determinación de no pasar dos veces nunca más por el mismo sitio, así que comenzó por alternar las calles que conducían hasta su casa y esa noche, en esa hora incierta, ahí estaba ella, con un abrigo hasta las rodillas y una boina a la francesa que la hacía lucir peculiar, ella se acerco sin más afán que conseguir fuego para su cigarro, él quedo prendado de ese par de ojos verdes que se ocultaban bajo unas gafas amplias. Caminaron un par de calles sin cruzar palabra alguna que resultara útil o inteligente "Me llamo Mirey" "soy empleado de un hotel cercano" " No me gusta el frío" y un bla bla bla bla que no conducía ningún lado, aunque en realidad eso no importaba, sólo habría que llegar al punto donde sus destinos se bifurcaran para cambiar de página y poner ese encuentro donde se ponen las cosas que no tienen mayor importancia y pronto se olvidan; pero eso no sucedió o por lo menos no esa noche, esa noche caminaron muchas calles más.


 

Hugo se levanto y pregunto a quema ropa -te vas tú o seré yo el que se marche- Mirey bostezo indiferente al tiempo que levantaba los hombros para hacer más evidente su desinterés ante la situación, él comenzó a vestirse decepcionado de la reacción que sus palabras habían logrado, no creía posible que cuatro años de su vida se desmoronaran ante si, sin provocar el menor estruendo, se asomo nuevamente por la ventana y pudo sentir la desolación que reinaba en las calles, la impotencia de la gente que había perdido todo era la misma que él sentía al saber que no quedaba más, que esos ojos verdes que le cautivaban esa mañana se cerraban para siempre, mas habría valido que el terremoto hubiera acabado con él, con su casa y con ella, sobre todo con ella.


 

Mirey se acomodo nuevamente y volvió a dormir, soñó que era un pez, uno de agua dulce, un pez de agua dulce en un enorme océano salado que no le permitía subsistir, pero aún así nadaba entre los demás peces que no entendían su asfixia. Despertó sobresaltada, Hugo se había marchado, los estantes estaban vacios y ahora justo ahora quería pedirle que no lo hiciera, el océano del sueño broto por sus ojos, siempre había sido así, tarde muy tarde...


 

Hugo no tenía a donde ir, la ciudad estaba destrozada, se respiraba en todo sitio la desolación de ellos, los otros, los que no entendían que cambiaria de lugar con cualquiera, en ese momento preferiría ser él quien estuviera enterrado entre los escombros. Una mujer se acerco para pedirle una moneda, buscó en su bolso y le entrego un par de billetes arrugados, sentía nauseas, asco ante la podredumbre que pisaba a cada paso, no entendía como la naturaleza, dios o el azar tramposo podía acabar con el mundo entero de una sacudida, lo mismo que sin sacudida alguna su mundo estaba hoy en trizas. Todo era confuso, quería odiarla, desear que realmente fuera ella la que se acercara mendigando ahora no fuego sino piedad, quería tener el poder de pisar su cabeza en un charco de sangre al siguiente paso, pero no podía, la amaba, la necesitaba.


 

Mirey seguía desnuda, postrada sobre la cama, en silencio, esperando que la puerta se abriera y él estuviera de vuelta, tarde entendía que lo amaba, tarde extendía los brazos para alcanzarle. Se puso en pie, busco su abrigo y su boina, puso los tres cigarros que le restaban en la bolsa izquierda y salió, así descalza, sin más ropa que el viejo abrigo y la boina francesa, camino incesantemente entre las ruinas de la ciudad y llego a la calle donde años atrás un extraño de andar discreto le ofreció fuego y una soledad compartida.


 

Hugo gurdo sus manos en el pantalón y sintió el encendedor entre sus dedos, vinieron a él inmediatamente los recuerdos del primer encuentro, algunas lagrimas escaparon de sus ojos, ganas incesantes de volver, de atravesar la puerta, de andar por esa calle que lo llevo a su encuentro; apretó el paso y avanzo firme, supuso que aún era tiempo, que la encontraría dormida, y le contaría una historia nueva, que tal vez regresando por las aquellas calles la encontraría nuevamente con su boina y su abrigo, sonrió por un segundo imaginando el cuadro, pero entonces recordó la premisa que lo llevo hasta ella, "nunca más por el mismo sitio", soltó el encendedor viro a la derecha y se perdió entre los damnificados que había dejado el temblor.

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Equipaje

19:25


 

La mochila esta lista: llevar sólo lo indispensable. La selección entre artículos necesarios e indispensables es complicada, clasificar en orden de importancia resulta ocioso, cada cosa es importante a su modo y no hay una que supla a otra. Desafortunadamente el momento de escoger lo que podrá acompañarte a tu siguiente vida es ahora, los fantasmas y el miedo de no tener un sitio a donde regresar es mejor dejarlos, siempre es mejor viajar sola que mal acompañada y el miedo es pequeño pero pesado y más vale andar ligera; 6 años de recuerdos… hummm, una nueva clasificación? Llevar los buenos dejar los malos? No, doblarlos todos con mucho cuidado para que no se maltraten, llevarlos todos, nunca se sabe en qué momento una vieja lección pueda servir para una enseñanza nueva. .. En fin estoy lista, sólo lo indispensable: el beso más largo que tus labios han dado y un te amo infinito que resopla en el viento.

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Central

22:36

Las centrales son esos no lugares que tan habituales se han hecho a mis días, despedidas, baños públicos, bienvenidas ,decepciones, butacas incomodas, esperas interminables, flores, revistas, llantos, pañuelos al viento, autobuses, taxis, sonrisas, boletos, encuentros, café, expectativas, teléfonos de monedas, gente, mil gente. Cuando el autobús arriba, siempre te busco con la mirada tras los cristales, es obvio que no estarás, pero me gusta sentir esos cinco segundos de estremecimiento que me permite la imaginación al pensarte. A veces creo que en realidad estas en un no lugar esperando por mí, sólo que difícilmente será mi autobús el que llegue a ese sitio.

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2010

0:56
Inicio el 2010 escribiendo, exibicionismo innecesario, pensaras; necesidad inaudita en estos días diría yo. Extraña manía la nuestra de mesura y contemplar inicios y finales cada vuelta, pretendiendo a partir de esa cuenta: cambiar, renovar, ordenar. Me uno a los optimistas (ilusos quizás) Esperando que este año el viento sople a favor y pueda orquestar cada uno de mis movimientos.

El corazón esta vuelto loco entre el querer y no saber cómo o qué.

Vertiginosa esta noche en caída, en algún momento tocaré fondo y entonces estaré a salvo.
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