martes, 27 de septiembre de 2011

Ejercicios piromanos

En el último momento,  mientras todo (literalmente) arde me decido a desnudar las palabras, mostrarlas descarnadas, no las quiero llevar conmigo, al final nunca supe usar las correctas, siempre fueron otras, debidamente cuidadas pero otras, nunca las necesarias.

domingo, 25 de septiembre de 2011

El juego



Instintivamente buscas el revólver bajo tu almohada, el frío del metal te hace sentir tranquilo, por un momento te piensas a salvo. Intentas volver a dormir, pero es inútil, el miedo se ha apoderado de ti, es perturbador siquiera cerrar los ojos. En cualquier momento ella llegara. Lo sabes porque ha sido siempre así, predecible, constante. Ella juega contigo los días pares del calendario. El arma sólo tiene un tiro, deseas que sea para ti y esto termine de una vez.

Deambulas aletargado, miras por la ventana, puedes verla entrar en el edificio,  las manos te sudan y todo el cuerpo se estremece. Escuchas el taconeo de sus pasos ya muy cerca de la puerta, por un segundo consideras no abrir, llevas el cañón a tu cien, no quieres seguir en su juego,  no puedes disparar, no puedes parar el juego, es ella tan hermosa,   en lugar de poner fin, abres la puerta aún antes de siquiera escuchar el golpeteo de sus dedos.

Conoce muy bien tu guarida, sabe perfectamente los lugares dónde podrías ocultar el arma, ya has pasado antes por ahí y su sonrisa burlona no es grata,  prefieres entregársela y suplicarle lo haga cuando menos duela, cuando menos en ti te encuentres. Sus labios rojos sonríen y al tiempo que se quita la ropa, menciona como su instinto de bestia no le permite menguar tu dolor en ningún momento.  Ordena te desnudes, te hundes en su cuerpo, la cadencia de sus caderas te hace olvidar el juego. Sientes como el universo revienta en el centro de sus cuerpos.  Primer espasmo: ella acerca el cañón a tu cara dispara, nada. Segundo espasmo es tu turno, apuntas a su corazón, te acobardas, no puedes disparar y si esta vez tocara la bala ¿podrías vivir con ello?,  son las reglas del juego y antes de que el placer mengüe, disparas, nada. Tercer espasmo, ella pone  el cañón en tu boca, aprieta el gatillo, un fuerte estallido resuena, el arma cae, es cuestión de  segundos, ganaste, esta noche por fin ganaste, la bala es tuya, la muerte llega. Pero no pasa nada, sigues vivo y asustado, el sabor del metal  en tus labios, la luz colándose por tus ojos, no pasa nada, sigues vivo, despiertas, ella no vendrá nunca más, una vez que has ganado el juego, no es necesario volver.

lunes, 19 de septiembre de 2011

de aquí para allá

De aquí para allá

Nunca resulta sencillo adivinar de qué lado del espejo se despierta, me horroriza pensar que por alguna razón siempre lo hago del lado equivocado. La abuela siempre decía que habría que poner unas hojitas de  malva bajo la almohada para no ir al mundo de las brujas mientras se sueña.  A mi soñar me parece vivir horas extras. Quizás por eso nunca estoy segura de si he despertado aquí, o en realidad estoy allá. A veces allá es evidentemente distinto, pues aquí no se puede volar como se hace allá pero hay días en los que aquí es tan extraño que pareciera completamente allá.  No estoy muy segura de preferir el sueño a la vigilia, me asusta ser una hormiga, creo que soy muy pequeña para pretender ser algo tan grande. Cuando despierto de este lado del espejo que no sé muy bien si es aquí o es allá, siento como el cuerpo se vuelve ligero, por el contrario cuando abro los ojos y estoy del otro lado, una pesadez extraña se apodera de mí y  me cuesta mucho moverme.  Las personas también son distintas en un lado y el otro. Las personas de aquí no me gustan, sospecho muy seriamente que sean fantasmas y no gente.  La abuela creía que yo era un alma vieja, quizás tenía razón, vivir a turnos dobles y confundida debió hacerme envejecer.

lunes, 12 de septiembre de 2011

500 días con ella

Tres premisas indispensables para leer este post.

a)      Ha sufrido ya una decepción amorosa que lo dejo destrozado y llorando como nene o nena.

b)      Alguna vez se  ha enamorado perdidamente de alguien con quien tuvo intimidad pero que claramente le dijo “no me interesa tener una relación”.

c)       Usted sigue pensando que el amor existe.

Muy bien si cumple con por lo menos una de las tres anteriores, puede seguir adelante con la lectura, en caso contrario, mi recomendación es no pierda tiempo, viva un poco más, salga a la calle a buscar al amor de su vida, tenga sexo desenfrenado con alguien para terminar enamorado de ese alguien, permita que le rompan el corazón, llore inconsolablemente y después sólo después ya que haya superado la etapa más dolorosa y esté dispuesto a continuar con su vida venga y lea este post.

500 días con ella es una comedia romántica, o por lo menos ahí la colocan  los que se encargan de hacer las clasificaciones de las películas. A mí me parece que aunque tiene tintes románticos, tiernos, de esos donde las hormonas suspiran y dan ganas de tener un Tom o una Summer cerca, no es precisamente una historia de amor, o por lo menos  no del amor rosa,  ese amor irreal con el  que nos ha enfermado la cabeza desde niños  Disney.   La forma en que se va contando la historia no es lineal, es un ir y venir entre los 500 días, teniendo una combinación dolor, placer, confusión, frustración, desesperación, alegría, asombro, complicidad, esperanza, deseo y todas esas cosas que en realidad se sienten cuando te enamoras, cuando tú encuentras al amor de tu vida, pero el amor de tu vida no te encuentra a ti. 

Al final Tom no se queda con la chica, Summer se casa con alguien más, pero no es eso lo importante. Lo importante es ver a Tom salir a comprar Wiskey en bata, verle rompiendo platos como poseído y sufriendo infinitamente, hasta que no le queda más que  dejar de conmiserarse y regresar al mundo. No al mundo de antes de Summer, no al mundo con Summer, a un nuevo mundo, donde hay mil cosas por descubrirse, donde el amor aún existe.

Pfff, esperanzador final, no sé si son las hormonas  o un vestigio de  esperanza las que teclean el post del día de hoy, pero me ha gustado mucho la película, una comedia romántica inteligente, muy bien armada y además con una musicalización popera, sí  muy pop pero muy agradable.

Vi esta película por un pacto, juego, competencia el producto que da prueba de que la he visto es un dibujo y una frase, el dibujo no lo posteare porque apesto como dibujante, pero la frase sí, dos frases me gustaron mucho:

“No me gusta ser novia de nadie, en realidad no me gusta ser nada de nadie”

“Robín no es la chica de mis sueños, ella es mejor que eso, es real”

(agrego foto de Matthew Gray Gubler, porque aunque su personaje es completamente secundario, fue su frase la que más me ha gustado, además de que bueno O por Dios, etc. etc.)

El temblor Remasterizado

Deje el psicoanálisis y regresé a las letras, alguien por ahí me dijo que mejor sería escribir cartas, lo reconsideré y abandoné al analista y me inscribí en un taller de creación literaria, han surgido un par de cosas interesantes y he tenido oportunidad de regresar a mis viejos textos para pasarles el hacha y quitando la aprensión que normalmente me impide corregirlos les he dado una manita de gato, así que les comparto este texto remasterizado.



El temblor



   “Despiértenme cuando pase el temblor”

Soda estéreo

    Hugo se levantó paladeando el desagradable sabor del metal que le había dejado el sueño; Mirey aún dormía. La habitación estaba intacta, nadie sospecharía del terremoto de unas horas atrás, la ciudad estaba en ruinas. La radio comenzaba a dar las primeras estadísticas de los daños, Hugo se asomo por la ventana y sorbió tranquilamente su café, en realidad no le importaba  nada  tras aquel umbral que lo separaba de la tragedia  del resto de los habitantes. Regresó a la cama y buscó instintivamente el sexo de Mirey, quería encontrar nuevamente el ensueño extasiante de los ojos verdes de ella cuando se desorbitaban ante el placer, ella lo recibió sin mayor interés pero sin poner resistencia, hicieron tibiamente el amor sin emitir sonido alguno, inconscientemente los dos sabían todo había llegado a su fin, no había marcha atrás ya no tenían tiempo de reconstruirse, el terremoto no había tocado su casa, pero la historia no les permitiría volver a ponerse en pie como al resto de la  ciudad.

     Mirey conoció a Hugo una noche sin más que humo en el bolsillo y nostalgia en la mirada; él trabajaba en un negocio cerca del centro, siempre tomaba el mismo camino a casa, pero un par de noches atrás había tomado la determinación de nunca volver a pasar  dos veces por el mismo sitio. Comenzó por alternar las calles, explorando diferentes formas para llegar a casa.  Esa noche, en esa hora incierta, ahí estaba ella, con un abrigo hasta las rodillas y una boina a la francesa que la hacía lucir peculiar, ella se acercó con el afán de  conseguir fuego para su cigarro, él quedó prendado de ese par de ojos verdes ocultos bajo unas gafas amplias. Caminaron un par de calles sin cruzar ninguna palabra útil o inteligente: "Me llamo Mirey"  "soy empleado de un hotel cercano" " No me gusta el frío"  y un bla bla bla bla sin dirección ni pretensión alguna, aunque en realidad eso no importaba, sólo bastaría llegar al punto donde sus destinos se bifurcaran para cambiar de  página y poner ese encuentro con las cosas  sin importancia del día que pronto se olvidan; pero eso no sucedió o por lo menos no esa noche, esa noche caminaron muchas calles más.

   Hugo se levantó  y preguntó a quema ropa -te vas tú o seré yo quien se marche- Mirey bostezó indiferente al tiempo que levantaba los hombros para hacer más evidente su desinterés ante la situación, él comenzó a vestirse decepcionado de la reacción de ella ante sus palabras, no lo creía posible, cuatro años de su vida se desmoronaban ante él, sin provocar el menor estruendo. Se asomó nuevamente por la ventana y pudo sentir la desolación reinante en las calles, la impotencia de la gente,  la mayoría lo habían perdido todo. Él sentía algo similar, sabía no quedaba más, esos cautivantes ojos verdes de aquella noche y de tantas mañanas se cerraban para siempre. Habría sido mejor si el terremoto hubiera acabado con él, con su casa y con ella, sobre todo con ella.

    Mirey se acomodó nuevamente y volvió a dormir, soñó ser un pez, uno de agua dulce, un pez de agua dulce en un enorme océano salado,  nadaba entre los demás peces, ninguno entendía su asfixia. Despertó sobresaltada, Hugo se había marchado, los estantes estaban vacios y ahora justo ahora quería pedirle no lo hiciera, el océano del sueño broto por sus ojos, siempre había sido así, tarde muy tarde.

  

Hugo no tenía a donde ir, la ciudad estaba destrozada, se respiraba en todo sitio la desolación de ellos, los otros, los que no entendían porqué él cambiaria de lugar con cualquiera,  en ese momento preferiría ser él quien estuviera enterrado entre los escombros. Una mujer se acercó para pedirle una moneda, buscó en su bolso y le entregó un par de billetes arrugados, sentía nauseas, asco ante la podredumbre que pisaba a cada paso, no entendía como la naturaleza, dios o el azar tramposo podía acabar con el mundo entero de una sacudida. Tampoco entendía  cómo sin sacudida, su mundo estaba hoy en trizas. Todo era confuso, quería odiarla, desear realmente fuera ella quien se acercara mendigando  ahora no fuego sino piedad, quería tener el poder de pisar su cabeza en un charco de sangre al siguiente paso, pero no podía, la amaba, la amaba tanto, la necesitaba.

   

            Mirey seguía desnuda, postrada sobre la cama, en silencio, esperando la puerta se abriera y él estuviera de vuelta, tarde entendía cuanto lo amaba, tarde extendía los brazos para alcanzarle. Se puso en pie, buscó su abrigo y su boina, puso los tres cigarros que le restaban en la bolsa izquierda y salió, así, descalza y sin más ropa que el viejo abrigo  y la boina francesa, caminó incesantemente entre las ruinas de la ciudad y llego a la calle donde años atrás un extraño de andar discreto le ofreció fuego  y una soledad compartida.

     Hugo gurdo sus manos en el pantalón y sintió el encendedor entre sus dedos, vinieron a él  inmediatamente los recuerdos del primer encuentro,  algunas lagrimas escaparon de sus ojos, ganas incesantes de volver, atravesar la puerta,   andar por esa calle donde se encontraron; apretó el paso y avanzo firme, supuso que aún era tiempo, que la encontraría dormida, y le contaría una historia nueva; tal vez regresando por aquellas calles la encontraría nuevamente con su boina y su abrigo, sonrió, por un segundo imaginó el cuadro, pero entonces recordó la premisa aquella noche: "nunca más por el mismo sitio", soltó el encendedor viró a la derecha y se perdió entre los damnificados que había dejado el temblor.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Fragmentos de locura

Desconocía por completo el momento justo en el que las paredes comenzaron a hablarle, una mañana se descubrió en medio del colorido cuarto, cubriendo afanosamente con una mano el orificio por donde estaba segura habían estado escapando las ideas. De pronto, una voz proveniente del muro del fondo comenzó a contarle una historia fantástica, al principio era complicado entenderle, pues su tono gutural hacia confundirle con un gruñido, con un eco guardado o con un murmuro muy grave. Desde su llegada a ese lugar, no había cruzado palabra con nadie, quizás por eso el hecho de escuchar una voz que no era la suya, la reconfortaba, prefirió no preguntarse por la procedencia y la lógica de un muro que habla, asumió que como todos aseveraban, estaba loca y en la locura era “normal” sentir que las ideas escapan y conversar con las cosas. Aunque bueno, no podría decirse que ella conversaba propiamente con las paredes, sólo las escuchaba.


No siempre era la misma la intensidad de las voces que emanaban de las paredes, a veces susurraban, otras gritaban frenéticamente, ella no sentía miedo, hacía mucho tiempo que no experimentaba tal cosa, en ese cuarto, en ese lugar todo era posible, estaba fascinada con su locura y el universo interminable que había venido con ella. Descubrió una constante en el sonido, si ella quitaba la mano de su cabeza, las voces eran más fuertes, más claras, si ella volvía a tapar el lugar por donde le escapaban las ideas, las voces se hacían tenues. Lo pensó un segundo y concluyó, las paredes habían estado robando sus ideas, por eso su cabeza era cada vez más ligera, por eso cada vez había más color en los muros, volvió a agradecer su locura, esa bendita locura, que entre muros, historias, colores e ideas se creaba y recreaba en sus manos.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Locura



Estados espirovolitivos voluntarios
 
Cada vez me asusta menos la locura, el desdoblamiento de mis voces, las miles de noches escondidas en mis manos, la extravagancia de las luces, los días, el tiempo, los ecos,  las miradas y el sin fin de realidades inciertas que muy de cerca coquetean con mi razón. 

Ejercicios piromanos

21:25
En el último momento,  mientras todo (literalmente) arde me decido a desnudar las palabras, mostrarlas descarnadas, no las quiero llevar conmigo, al final nunca supe usar las correctas, siempre fueron otras, debidamente cuidadas pero otras, nunca las necesarias.
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El juego

22:32


Instintivamente buscas el revólver bajo tu almohada, el frío del metal te hace sentir tranquilo, por un momento te piensas a salvo. Intentas volver a dormir, pero es inútil, el miedo se ha apoderado de ti, es perturbador siquiera cerrar los ojos. En cualquier momento ella llegara. Lo sabes porque ha sido siempre así, predecible, constante. Ella juega contigo los días pares del calendario. El arma sólo tiene un tiro, deseas que sea para ti y esto termine de una vez.

Deambulas aletargado, miras por la ventana, puedes verla entrar en el edificio,  las manos te sudan y todo el cuerpo se estremece. Escuchas el taconeo de sus pasos ya muy cerca de la puerta, por un segundo consideras no abrir, llevas el cañón a tu cien, no quieres seguir en su juego,  no puedes disparar, no puedes parar el juego, es ella tan hermosa,   en lugar de poner fin, abres la puerta aún antes de siquiera escuchar el golpeteo de sus dedos.

Conoce muy bien tu guarida, sabe perfectamente los lugares dónde podrías ocultar el arma, ya has pasado antes por ahí y su sonrisa burlona no es grata,  prefieres entregársela y suplicarle lo haga cuando menos duela, cuando menos en ti te encuentres. Sus labios rojos sonríen y al tiempo que se quita la ropa, menciona como su instinto de bestia no le permite menguar tu dolor en ningún momento.  Ordena te desnudes, te hundes en su cuerpo, la cadencia de sus caderas te hace olvidar el juego. Sientes como el universo revienta en el centro de sus cuerpos.  Primer espasmo: ella acerca el cañón a tu cara dispara, nada. Segundo espasmo es tu turno, apuntas a su corazón, te acobardas, no puedes disparar y si esta vez tocara la bala ¿podrías vivir con ello?,  son las reglas del juego y antes de que el placer mengüe, disparas, nada. Tercer espasmo, ella pone  el cañón en tu boca, aprieta el gatillo, un fuerte estallido resuena, el arma cae, es cuestión de  segundos, ganaste, esta noche por fin ganaste, la bala es tuya, la muerte llega. Pero no pasa nada, sigues vivo y asustado, el sabor del metal  en tus labios, la luz colándose por tus ojos, no pasa nada, sigues vivo, despiertas, ella no vendrá nunca más, una vez que has ganado el juego, no es necesario volver.
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de aquí para allá

16:46
De aquí para allá

Nunca resulta sencillo adivinar de qué lado del espejo se despierta, me horroriza pensar que por alguna razón siempre lo hago del lado equivocado. La abuela siempre decía que habría que poner unas hojitas de  malva bajo la almohada para no ir al mundo de las brujas mientras se sueña.  A mi soñar me parece vivir horas extras. Quizás por eso nunca estoy segura de si he despertado aquí, o en realidad estoy allá. A veces allá es evidentemente distinto, pues aquí no se puede volar como se hace allá pero hay días en los que aquí es tan extraño que pareciera completamente allá.  No estoy muy segura de preferir el sueño a la vigilia, me asusta ser una hormiga, creo que soy muy pequeña para pretender ser algo tan grande. Cuando despierto de este lado del espejo que no sé muy bien si es aquí o es allá, siento como el cuerpo se vuelve ligero, por el contrario cuando abro los ojos y estoy del otro lado, una pesadez extraña se apodera de mí y  me cuesta mucho moverme.  Las personas también son distintas en un lado y el otro. Las personas de aquí no me gustan, sospecho muy seriamente que sean fantasmas y no gente.  La abuela creía que yo era un alma vieja, quizás tenía razón, vivir a turnos dobles y confundida debió hacerme envejecer.
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500 días con ella

21:47
Tres premisas indispensables para leer este post.

a)      Ha sufrido ya una decepción amorosa que lo dejo destrozado y llorando como nene o nena.

b)      Alguna vez se  ha enamorado perdidamente de alguien con quien tuvo intimidad pero que claramente le dijo “no me interesa tener una relación”.

c)       Usted sigue pensando que el amor existe.

Muy bien si cumple con por lo menos una de las tres anteriores, puede seguir adelante con la lectura, en caso contrario, mi recomendación es no pierda tiempo, viva un poco más, salga a la calle a buscar al amor de su vida, tenga sexo desenfrenado con alguien para terminar enamorado de ese alguien, permita que le rompan el corazón, llore inconsolablemente y después sólo después ya que haya superado la etapa más dolorosa y esté dispuesto a continuar con su vida venga y lea este post.

500 días con ella es una comedia romántica, o por lo menos ahí la colocan  los que se encargan de hacer las clasificaciones de las películas. A mí me parece que aunque tiene tintes románticos, tiernos, de esos donde las hormonas suspiran y dan ganas de tener un Tom o una Summer cerca, no es precisamente una historia de amor, o por lo menos  no del amor rosa,  ese amor irreal con el  que nos ha enfermado la cabeza desde niños  Disney.   La forma en que se va contando la historia no es lineal, es un ir y venir entre los 500 días, teniendo una combinación dolor, placer, confusión, frustración, desesperación, alegría, asombro, complicidad, esperanza, deseo y todas esas cosas que en realidad se sienten cuando te enamoras, cuando tú encuentras al amor de tu vida, pero el amor de tu vida no te encuentra a ti. 

Al final Tom no se queda con la chica, Summer se casa con alguien más, pero no es eso lo importante. Lo importante es ver a Tom salir a comprar Wiskey en bata, verle rompiendo platos como poseído y sufriendo infinitamente, hasta que no le queda más que  dejar de conmiserarse y regresar al mundo. No al mundo de antes de Summer, no al mundo con Summer, a un nuevo mundo, donde hay mil cosas por descubrirse, donde el amor aún existe.

Pfff, esperanzador final, no sé si son las hormonas  o un vestigio de  esperanza las que teclean el post del día de hoy, pero me ha gustado mucho la película, una comedia romántica inteligente, muy bien armada y además con una musicalización popera, sí  muy pop pero muy agradable.

Vi esta película por un pacto, juego, competencia el producto que da prueba de que la he visto es un dibujo y una frase, el dibujo no lo posteare porque apesto como dibujante, pero la frase sí, dos frases me gustaron mucho:

“No me gusta ser novia de nadie, en realidad no me gusta ser nada de nadie”

“Robín no es la chica de mis sueños, ella es mejor que eso, es real”

(agrego foto de Matthew Gray Gubler, porque aunque su personaje es completamente secundario, fue su frase la que más me ha gustado, además de que bueno O por Dios, etc. etc.)
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El temblor Remasterizado

10:16
Deje el psicoanálisis y regresé a las letras, alguien por ahí me dijo que mejor sería escribir cartas, lo reconsideré y abandoné al analista y me inscribí en un taller de creación literaria, han surgido un par de cosas interesantes y he tenido oportunidad de regresar a mis viejos textos para pasarles el hacha y quitando la aprensión que normalmente me impide corregirlos les he dado una manita de gato, así que les comparto este texto remasterizado.



El temblor



   “Despiértenme cuando pase el temblor”

Soda estéreo

    Hugo se levantó paladeando el desagradable sabor del metal que le había dejado el sueño; Mirey aún dormía. La habitación estaba intacta, nadie sospecharía del terremoto de unas horas atrás, la ciudad estaba en ruinas. La radio comenzaba a dar las primeras estadísticas de los daños, Hugo se asomo por la ventana y sorbió tranquilamente su café, en realidad no le importaba  nada  tras aquel umbral que lo separaba de la tragedia  del resto de los habitantes. Regresó a la cama y buscó instintivamente el sexo de Mirey, quería encontrar nuevamente el ensueño extasiante de los ojos verdes de ella cuando se desorbitaban ante el placer, ella lo recibió sin mayor interés pero sin poner resistencia, hicieron tibiamente el amor sin emitir sonido alguno, inconscientemente los dos sabían todo había llegado a su fin, no había marcha atrás ya no tenían tiempo de reconstruirse, el terremoto no había tocado su casa, pero la historia no les permitiría volver a ponerse en pie como al resto de la  ciudad.

     Mirey conoció a Hugo una noche sin más que humo en el bolsillo y nostalgia en la mirada; él trabajaba en un negocio cerca del centro, siempre tomaba el mismo camino a casa, pero un par de noches atrás había tomado la determinación de nunca volver a pasar  dos veces por el mismo sitio. Comenzó por alternar las calles, explorando diferentes formas para llegar a casa.  Esa noche, en esa hora incierta, ahí estaba ella, con un abrigo hasta las rodillas y una boina a la francesa que la hacía lucir peculiar, ella se acercó con el afán de  conseguir fuego para su cigarro, él quedó prendado de ese par de ojos verdes ocultos bajo unas gafas amplias. Caminaron un par de calles sin cruzar ninguna palabra útil o inteligente: "Me llamo Mirey"  "soy empleado de un hotel cercano" " No me gusta el frío"  y un bla bla bla bla sin dirección ni pretensión alguna, aunque en realidad eso no importaba, sólo bastaría llegar al punto donde sus destinos se bifurcaran para cambiar de  página y poner ese encuentro con las cosas  sin importancia del día que pronto se olvidan; pero eso no sucedió o por lo menos no esa noche, esa noche caminaron muchas calles más.

   Hugo se levantó  y preguntó a quema ropa -te vas tú o seré yo quien se marche- Mirey bostezó indiferente al tiempo que levantaba los hombros para hacer más evidente su desinterés ante la situación, él comenzó a vestirse decepcionado de la reacción de ella ante sus palabras, no lo creía posible, cuatro años de su vida se desmoronaban ante él, sin provocar el menor estruendo. Se asomó nuevamente por la ventana y pudo sentir la desolación reinante en las calles, la impotencia de la gente,  la mayoría lo habían perdido todo. Él sentía algo similar, sabía no quedaba más, esos cautivantes ojos verdes de aquella noche y de tantas mañanas se cerraban para siempre. Habría sido mejor si el terremoto hubiera acabado con él, con su casa y con ella, sobre todo con ella.

    Mirey se acomodó nuevamente y volvió a dormir, soñó ser un pez, uno de agua dulce, un pez de agua dulce en un enorme océano salado,  nadaba entre los demás peces, ninguno entendía su asfixia. Despertó sobresaltada, Hugo se había marchado, los estantes estaban vacios y ahora justo ahora quería pedirle no lo hiciera, el océano del sueño broto por sus ojos, siempre había sido así, tarde muy tarde.

  

Hugo no tenía a donde ir, la ciudad estaba destrozada, se respiraba en todo sitio la desolación de ellos, los otros, los que no entendían porqué él cambiaria de lugar con cualquiera,  en ese momento preferiría ser él quien estuviera enterrado entre los escombros. Una mujer se acercó para pedirle una moneda, buscó en su bolso y le entregó un par de billetes arrugados, sentía nauseas, asco ante la podredumbre que pisaba a cada paso, no entendía como la naturaleza, dios o el azar tramposo podía acabar con el mundo entero de una sacudida. Tampoco entendía  cómo sin sacudida, su mundo estaba hoy en trizas. Todo era confuso, quería odiarla, desear realmente fuera ella quien se acercara mendigando  ahora no fuego sino piedad, quería tener el poder de pisar su cabeza en un charco de sangre al siguiente paso, pero no podía, la amaba, la amaba tanto, la necesitaba.

   

            Mirey seguía desnuda, postrada sobre la cama, en silencio, esperando la puerta se abriera y él estuviera de vuelta, tarde entendía cuanto lo amaba, tarde extendía los brazos para alcanzarle. Se puso en pie, buscó su abrigo y su boina, puso los tres cigarros que le restaban en la bolsa izquierda y salió, así, descalza y sin más ropa que el viejo abrigo  y la boina francesa, caminó incesantemente entre las ruinas de la ciudad y llego a la calle donde años atrás un extraño de andar discreto le ofreció fuego  y una soledad compartida.

     Hugo gurdo sus manos en el pantalón y sintió el encendedor entre sus dedos, vinieron a él  inmediatamente los recuerdos del primer encuentro,  algunas lagrimas escaparon de sus ojos, ganas incesantes de volver, atravesar la puerta,   andar por esa calle donde se encontraron; apretó el paso y avanzo firme, supuso que aún era tiempo, que la encontraría dormida, y le contaría una historia nueva; tal vez regresando por aquellas calles la encontraría nuevamente con su boina y su abrigo, sonrió, por un segundo imaginó el cuadro, pero entonces recordó la premisa aquella noche: "nunca más por el mismo sitio", soltó el encendedor viró a la derecha y se perdió entre los damnificados que había dejado el temblor.
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Fragmentos de locura

22:11
Desconocía por completo el momento justo en el que las paredes comenzaron a hablarle, una mañana se descubrió en medio del colorido cuarto, cubriendo afanosamente con una mano el orificio por donde estaba segura habían estado escapando las ideas. De pronto, una voz proveniente del muro del fondo comenzó a contarle una historia fantástica, al principio era complicado entenderle, pues su tono gutural hacia confundirle con un gruñido, con un eco guardado o con un murmuro muy grave. Desde su llegada a ese lugar, no había cruzado palabra con nadie, quizás por eso el hecho de escuchar una voz que no era la suya, la reconfortaba, prefirió no preguntarse por la procedencia y la lógica de un muro que habla, asumió que como todos aseveraban, estaba loca y en la locura era “normal” sentir que las ideas escapan y conversar con las cosas. Aunque bueno, no podría decirse que ella conversaba propiamente con las paredes, sólo las escuchaba.


No siempre era la misma la intensidad de las voces que emanaban de las paredes, a veces susurraban, otras gritaban frenéticamente, ella no sentía miedo, hacía mucho tiempo que no experimentaba tal cosa, en ese cuarto, en ese lugar todo era posible, estaba fascinada con su locura y el universo interminable que había venido con ella. Descubrió una constante en el sonido, si ella quitaba la mano de su cabeza, las voces eran más fuertes, más claras, si ella volvía a tapar el lugar por donde le escapaban las ideas, las voces se hacían tenues. Lo pensó un segundo y concluyó, las paredes habían estado robando sus ideas, por eso su cabeza era cada vez más ligera, por eso cada vez había más color en los muros, volvió a agradecer su locura, esa bendita locura, que entre muros, historias, colores e ideas se creaba y recreaba en sus manos.
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Locura

18:05


Estados espirovolitivos voluntarios
 
Cada vez me asusta menos la locura, el desdoblamiento de mis voces, las miles de noches escondidas en mis manos, la extravagancia de las luces, los días, el tiempo, los ecos,  las miradas y el sin fin de realidades inciertas que muy de cerca coquetean con mi razón. 
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