Nunca he sido una mujer muy conforme con esos asuntos de la feminidad, creo q mas q aceptación la mía ha sido resignación, nací sexuada como fémina, con todas las implicaciones culturales que eso implica. Crecí en una familia conservadora pero no retrograda, siempre he gozado de total libertad para decidir y hacer, nunca se me ha reprimido, denigrado o limitado por esta razón; pese a ello siempre he pensado que los varones tienen una vida menos complicada y más divertida. Conforme fui creciendo rompí todos los roles que me fue posible, me di el lujo de declararme feminista y pelear por unos derechos que a mí nunca me fueron negados, participé de manera activa en una lucha absurda de un feminismo mal entendido contra los varones, ser como ellos, vivir como ellos, pensando que eso resarciría siglos de historia y daría el lugar que merecen a todas las mujeres del mundo.
Después sin saber cómo, me vi envuelta en una relación codependiente llena de violencia, de la que salí no muy bien parada, di al traste a todo mi discurso y me di cuenta que si me había pasado fue por pendeja, no por cuestiones de educación, ni de oportunidades, ni de nada de eso; fueron mis decisiones las que me llevaron ahí y mis decisiones también me permitieron salir, entonces me volví antifeminista, y me llené la boca diciendo que todas nos damos o nos negamos el derecho de estar bien, nadie más. Hablé del feminismo como un discurso obsoleto y gastado.
En otro giro de la vida, fui a vivir a una comunidad de la sierra de Michoacán, y ahí nuevamente mi esquema se trastocó completamente. La primera tarde en la comunidad, fui a jugar futbol, con las chicas; la cancha se dividía en dos partes: de un lado jugaban las mujeres y del otro los varones. No soy muy buena jugando nada, pero me resultaba divertido y una buena forma de integrarme a la comunidad, todo iba bien, hasta que el balón paso al otro lado de la cancha y una de las chicas fue por él, apenas lo había agarrado, cuando su padre la tomó por los cabellos y le dio dos patadas, mientras la insultaba y la acusaba de andar de "pinche loca", ella lloraba y gritaba q no estaba haciendo nada malo, yo me acerqué tan rápido como pude intentando intervenir, pero el hombre ese, tuvo a bien ponerme por enterada q las cosas ahí eran así y que era yo quien tenía q adaptarme a ellas si no quería tener problemas. En ese momento, me di cuenta de muchas cosas, primera y más importante hay una realidad latente en este país al menos, q se aleja completamente de la nuestra, gente con costumbres primitivas, lugares donde ser mujer si es una cuestión complicada, lugares donde no saben que es ser feminista, pero es ahí donde más falta hace no un discurso feminista malentendido, sino programas integrales de educación y no sólo para mujeres sino para la población en general, hago esta acotación, porque después me di cuenta que los chicos son obligados desde muy corta edad, a demostrar su hombría con actos que atentan contra su integridad como seres humanos. Esa fue mi bandera mucho tiempo, una educación voluntaria y orientada a restituir el valor humano a las personas.
Hace unos días, cuando las luces de todo el fraccionamiento ya estaban apagadas, salí a fumar al patio de atrás de la casa de mis padres, normalmente lo hago buscando la tranquilidad del silencio que da ese lugar, pero ese día no era precisamente un silencio apacible lo q se escuchaba, en la casa vecina se escuchaba el llanto desesperado de una mujer, los gritos histéricos de un hombre, cosas q se rompían por todos lados y un vagido angustiante. Entré corriendo a la casa, le dije a mi papá lo q pasaba, mi papá me dijo "eso es de todos los días", fuera de mi lo cuestione que si no habían hecho algo, mi papá contesto: muchas veces, le hablamos a la policía, vienen se lo llevan, como ella no denuncia, no pueden hacer nada, sale y otra vez lo mismo.
Todo eso me hace saltar a una postura más radical aún, la necesidad de reformar las leyes, para q los agresores puedan ser procesados aunque las mujeres no denuncien, que se declare a esas mujeres incapacitadas por ese momento y se les brinde apoyo, para des – educarlas y reeducarlas, que se saquen los infantes de esos lugares para evitar la repetición de patrones, q los agresores reciban también apoyo sicológico, pero todo no con carácter de voluntario, sino como obligación. Sí suena a dictador, pero a veces creo q sólo así podemos parar ciertos canceres sociales con un historial cultural tan nutrido.