jueves, 23 de diciembre de 2010

Encuentros con el pasado

Me decía Carlos que esa idea de los encuentros con el pasado, sonaba más bien a título para exposición del museo de antropología e historia, a mi me parece más bien como una charla con los muertos, aunque claro, esta idea puede llegar a incomodar a más de alguno de los involucrados. Tenía tanto que no me veía en esos ojos, que no me refugiaba en esos brazos. Al estar frente a ellos (fantasmas, recuerdos velados) no supe cómo reaccionar, afortunadamente ellos lo hicieron primero y por un par de horas volvimos a casa, nuestra casa, donde cada uno tiene su sitio.

Es curioso, asistí a las tres citas con expectativas distintas, pero los (re)encuentros fueron completamente parecidos, tratando de ser más clara, el reclamo fue el mismo: los enterré con todo lo que implicaba su presencia en mi vida, en mi desenfrenada huida los deje atrás sin remordimiento alguno. Es cierto, lo hice, opté por olvidarlos, pensar que nunca existieron. No porque no apreciara su huella en mis días, por el contrario entre ellos está la gente a la que más he querido en este mundo, las mejores tardes, los mas locos viajes, las noches más largas, las lágrimas más honestas, pero también y quizás por lo mismo, quien más me conoce, quien más me ha dañado.

Somos tan tontos los humanos, vamos por ahí tomando fragmentos de los otros y dejando pedazos nuestros por todos lados.

martes, 21 de diciembre de 2010

Siguiendo el camino amarillo

Caminas sin esperar llegar. Sólo caminas, tus pasos son cada vez menos firmes, tu mirada menos exacta. Sólo caminas. Esperando sin esperanza, pretendiendo que el siguiente paso cobre sentido, o que quizás la suma de todos los que ya has dado dé una cifra a tu favor, perdiste la cuenta hace mucho tiempo de cuantos serán, olvidaste el rumbo que te habías trazado al comenzar, ahora sólo la inercia te permite seguir andando.

El día de la huida alguien te prometió valdría la pena partir, por eso caminas, sólo caminas.

martes, 7 de diciembre de 2010

LODO

   La reiterada pregunta ¿En qué momento se acabaron las apuestas y no queda más que esperar a que la muerte nos llegue? Quizás aún parezca una pregunta prematura, no tengo tantos años aunque a veces me pesan como si fueran siglos, no he vivido tanto, aunque a veces el cuerpo y las ideas se sienten cansadas. Termine de leer LODO de Fadanelli, no es un libro magistral, no es lo más brillante que he leído, es más encontré bastantes lugares comunes e intertextos de Bukowski en sus líneas, pero me hizo enfrentarme a esta pregunta de una forma cruel, quizás por eso me ha gustado.


   En más de algún momento me sentí el lado izquierdo de Torrentera con sus 49 años y su vida de intelectual frustrado, y no por el amor a los libros, ni por el bagaje cultural que ostenta, sino más bien por la amargura que el cínico espejo cada mañana le refleja. Si bien Torrentera tuvo una existencia gris, fue gris por convicción, llevó hasta sus 49 años una apatía cubierta de una disciplina opacamente Kantiana. Y de pronto Eduarda, la criminal analfabeta que una noche le ofrece sus piernas a cambio de su protección, y Torrentera decide jugarse sus últimas cartas por un romance absurdo, se llena las manos de sangre y reta a su conciencia a no recriminarle la falta.

    No puedo decir que se trate de una historia de amor, pero tampoco que no lo sea, es decir, no todo el amor se vive o se piensa de la misma forma. Tampoco puedo decir que sea un libro pasional, porque si bien se ponen en juego muchos de esos instintos humanos que podrían desatar una pasión desmedida, creo que el corte sarcástico de Fadanelli, no permite que se reduzca a una novela de bajas pasiones.

   Pero es así, creo que todos o si no todos, al menos algunos, tenemos un par Ases bajo la manga que no nos hemos decidido a poner sobre la mesa, y las preguntas son ¿Para qué los estamos guardando?  ¿Qué o quién hará que nos decidamos a apostarlos? Las respuestas no las sé, pero espero, confiando en ello, que no tenga que esperar a los 49 años para decidir vivir una última aventura que rompa todos los esquemas y me lleve al límite.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Conversando con mi madre


Madre: ¿Cómo estás?
Yo: Bien, pero como que ya me hace falta un novio o algo así…
Madre: ¿Y cómo quieres tener novio, si fumas como chacuaco, bebes como cosaco y te la pasas alegando? Los espantas hija…
(Un silencio raro en la línea)
Madre: Pero no te preocupes, nunca falta un roto para un descocido.
Yo: jajaja

Encuentros con el pasado

0:07
Me decía Carlos que esa idea de los encuentros con el pasado, sonaba más bien a título para exposición del museo de antropología e historia, a mi me parece más bien como una charla con los muertos, aunque claro, esta idea puede llegar a incomodar a más de alguno de los involucrados. Tenía tanto que no me veía en esos ojos, que no me refugiaba en esos brazos. Al estar frente a ellos (fantasmas, recuerdos velados) no supe cómo reaccionar, afortunadamente ellos lo hicieron primero y por un par de horas volvimos a casa, nuestra casa, donde cada uno tiene su sitio.

Es curioso, asistí a las tres citas con expectativas distintas, pero los (re)encuentros fueron completamente parecidos, tratando de ser más clara, el reclamo fue el mismo: los enterré con todo lo que implicaba su presencia en mi vida, en mi desenfrenada huida los deje atrás sin remordimiento alguno. Es cierto, lo hice, opté por olvidarlos, pensar que nunca existieron. No porque no apreciara su huella en mis días, por el contrario entre ellos está la gente a la que más he querido en este mundo, las mejores tardes, los mas locos viajes, las noches más largas, las lágrimas más honestas, pero también y quizás por lo mismo, quien más me conoce, quien más me ha dañado.

Somos tan tontos los humanos, vamos por ahí tomando fragmentos de los otros y dejando pedazos nuestros por todos lados.

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Siguiendo el camino amarillo

22:53
Caminas sin esperar llegar. Sólo caminas, tus pasos son cada vez menos firmes, tu mirada menos exacta. Sólo caminas. Esperando sin esperanza, pretendiendo que el siguiente paso cobre sentido, o que quizás la suma de todos los que ya has dado dé una cifra a tu favor, perdiste la cuenta hace mucho tiempo de cuantos serán, olvidaste el rumbo que te habías trazado al comenzar, ahora sólo la inercia te permite seguir andando.

El día de la huida alguien te prometió valdría la pena partir, por eso caminas, sólo caminas.

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LODO

20:05
   La reiterada pregunta ¿En qué momento se acabaron las apuestas y no queda más que esperar a que la muerte nos llegue? Quizás aún parezca una pregunta prematura, no tengo tantos años aunque a veces me pesan como si fueran siglos, no he vivido tanto, aunque a veces el cuerpo y las ideas se sienten cansadas. Termine de leer LODO de Fadanelli, no es un libro magistral, no es lo más brillante que he leído, es más encontré bastantes lugares comunes e intertextos de Bukowski en sus líneas, pero me hizo enfrentarme a esta pregunta de una forma cruel, quizás por eso me ha gustado.


   En más de algún momento me sentí el lado izquierdo de Torrentera con sus 49 años y su vida de intelectual frustrado, y no por el amor a los libros, ni por el bagaje cultural que ostenta, sino más bien por la amargura que el cínico espejo cada mañana le refleja. Si bien Torrentera tuvo una existencia gris, fue gris por convicción, llevó hasta sus 49 años una apatía cubierta de una disciplina opacamente Kantiana. Y de pronto Eduarda, la criminal analfabeta que una noche le ofrece sus piernas a cambio de su protección, y Torrentera decide jugarse sus últimas cartas por un romance absurdo, se llena las manos de sangre y reta a su conciencia a no recriminarle la falta.

    No puedo decir que se trate de una historia de amor, pero tampoco que no lo sea, es decir, no todo el amor se vive o se piensa de la misma forma. Tampoco puedo decir que sea un libro pasional, porque si bien se ponen en juego muchos de esos instintos humanos que podrían desatar una pasión desmedida, creo que el corte sarcástico de Fadanelli, no permite que se reduzca a una novela de bajas pasiones.

   Pero es así, creo que todos o si no todos, al menos algunos, tenemos un par Ases bajo la manga que no nos hemos decidido a poner sobre la mesa, y las preguntas son ¿Para qué los estamos guardando?  ¿Qué o quién hará que nos decidamos a apostarlos? Las respuestas no las sé, pero espero, confiando en ello, que no tenga que esperar a los 49 años para decidir vivir una última aventura que rompa todos los esquemas y me lleve al límite.

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Conversando con mi madre

21:55

Madre: ¿Cómo estás?
Yo: Bien, pero como que ya me hace falta un novio o algo así…
Madre: ¿Y cómo quieres tener novio, si fumas como chacuaco, bebes como cosaco y te la pasas alegando? Los espantas hija…
(Un silencio raro en la línea)
Madre: Pero no te preocupes, nunca falta un roto para un descocido.
Yo: jajaja
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