sábado, 13 de diciembre de 2014

Carta a todas mis catástrofes


La habitación se llena de humo, la mirada cada vez es más densa. El corazón cada vez más débil y la pregunta incesante ¿Qué le hace falta a Gabriela? ¿Qué es eso que no tiene para ser feliz?  Los recuerdos beben y fuman ante la efigie de un árbol de navidad que otrora albergaba todas las esperanzas de dos que por un instante sintieron el cuerpo condensarse y se pensaron nubes. El dolor en ese punto intangible del alma y un teléfono afónico como cada vez que hace tanta falta que grite, que una, que dividida pero que suene. La noche avanza, el frío encrudece y el llanto no cesa. El amor, el amor no existe, es quimérico invento de los que sueñan y ella ha despertado de un golpe, al descubrirse ante los ojos de él como nunca pensó estarlo, como una mujer corriente.  Más preguntas ¿Cómo hago para no sentir? ¿Cómo me arranco el corazón de un tajo? ¿Cómo alivio esta pena?  Una conocida canción, el trago amargo de una cerveza ya tibia, voluntad y fuerzas minadas; la soledad como al inicio, el eco del espasmo que dejo el último encuentro estremece los sentidos y un vacío creciente va apoderándose de sus entrañas. La herida y la cura en la misma voz que no llama, que indiferente se ausenta mientras el sentimiento fermenta y se pudre. Más preguntas, esta vez ¿Qué salió mal? ¿Qué hice mal? ¿Qué me falta? ¿Qué me falta para ser real?  Sus manos sobre el teclado comienzan a volverse transparentes, se endurecen, un iceberg ella se convierte poco a poco en eso que nunca quiso ser, un Iceberg.  Sus pies están fríos y su cuerpo tiembla, pero esta vez el frío no tiene relación alguna con el estado del tiempo, esta vez el frío le viene de dentro, del centro de su ser, el frío emana de dentro y no hay forma alguna de pararlo.  Un trago más, un cigarrillo, un rebozo que guarda el aroma de aquel al que se ama y se odia en proporciones exactamente iguales.  Un teléfono que no suena, una señal que no llega y una visión horrible que no se separa de su cabeza. Otra vez, otra vez el reclamo en su conciencia, otra vez la misma historia, la misma piedra, otra vez.   Una llamada, una disculpa, unas manos, que la salven, nada, no hay nada. 
Isaac, nube.

Entre el enojo, el humo y la tristeza escribo, no sé si busco herirte o si sólo necesito hablar y descongestionar mi pecho, no sé qué buscan mis lágrimas que se hacen palabras y brotan a borbotones por mis dedos. Sé que este no es el final que esperaba para una historia que pintaba eterna; sé que este no es el sentimiento que tendría que acompañarme, ayer el corazón me rebosaba de una felicidad inusitada; sé que el mundo no es para mí.  Me despido nube, me despido de todo, de ti, de tus besos, tus abrazos, tus historias, tus desayunos, tus mimos; me despido de este mundo que no me pertenece y al que nunca he pertenecido.  Ya no quiero sentir, ya no quiero sentir nada, sentir es malo hace daño duele. Siempre pensé que el amor no tendría porque doler, siempre pensé que el amor tendría que ser mágico y sanador; pero el amor sólo enferma, engaña, duele y ya no puedo más con esto, me duele tanto. Tres meses nube, tres meses bastan para quemar las naves  y no volver la vista atrás solamente irse, recoger los pedacitos que se esparcen por el suelo, ponerlos en una bolsa negra e irse. Me voy no puedo más. Te amo, mi amor es real y fue transparente de principio a fin.  Pensaba en medio de este remolino que todos nos equivocamos, que todos merecemos segundos chances, pero no si ni siquiera se piden, si ni siquiera se asume la responsabilidad del mal hecho o se ofrece la reparación del mal, no si este amor que se consume hoy no fue suficiente para decir la verdad en alguno de esos momentos en que se tuvo todo para darla. Me duele mi pierna y esa marca que va a recordarme siempre que el amor es pura mierda. 

Carta a todas mis catástrofes

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La habitación se llena de humo, la mirada cada vez es más densa. El corazón cada vez más débil y la pregunta incesante ¿Qué le hace falta a Gabriela? ¿Qué es eso que no tiene para ser feliz?  Los recuerdos beben y fuman ante la efigie de un árbol de navidad que otrora albergaba todas las esperanzas de dos que por un instante sintieron el cuerpo condensarse y se pensaron nubes. El dolor en ese punto intangible del alma y un teléfono afónico como cada vez que hace tanta falta que grite, que una, que dividida pero que suene. La noche avanza, el frío encrudece y el llanto no cesa. El amor, el amor no existe, es quimérico invento de los que sueñan y ella ha despertado de un golpe, al descubrirse ante los ojos de él como nunca pensó estarlo, como una mujer corriente.  Más preguntas ¿Cómo hago para no sentir? ¿Cómo me arranco el corazón de un tajo? ¿Cómo alivio esta pena?  Una conocida canción, el trago amargo de una cerveza ya tibia, voluntad y fuerzas minadas; la soledad como al inicio, el eco del espasmo que dejo el último encuentro estremece los sentidos y un vacío creciente va apoderándose de sus entrañas. La herida y la cura en la misma voz que no llama, que indiferente se ausenta mientras el sentimiento fermenta y se pudre. Más preguntas, esta vez ¿Qué salió mal? ¿Qué hice mal? ¿Qué me falta? ¿Qué me falta para ser real?  Sus manos sobre el teclado comienzan a volverse transparentes, se endurecen, un iceberg ella se convierte poco a poco en eso que nunca quiso ser, un Iceberg.  Sus pies están fríos y su cuerpo tiembla, pero esta vez el frío no tiene relación alguna con el estado del tiempo, esta vez el frío le viene de dentro, del centro de su ser, el frío emana de dentro y no hay forma alguna de pararlo.  Un trago más, un cigarrillo, un rebozo que guarda el aroma de aquel al que se ama y se odia en proporciones exactamente iguales.  Un teléfono que no suena, una señal que no llega y una visión horrible que no se separa de su cabeza. Otra vez, otra vez el reclamo en su conciencia, otra vez la misma historia, la misma piedra, otra vez.   Una llamada, una disculpa, unas manos, que la salven, nada, no hay nada. 
Isaac, nube.

Entre el enojo, el humo y la tristeza escribo, no sé si busco herirte o si sólo necesito hablar y descongestionar mi pecho, no sé qué buscan mis lágrimas que se hacen palabras y brotan a borbotones por mis dedos. Sé que este no es el final que esperaba para una historia que pintaba eterna; sé que este no es el sentimiento que tendría que acompañarme, ayer el corazón me rebosaba de una felicidad inusitada; sé que el mundo no es para mí.  Me despido nube, me despido de todo, de ti, de tus besos, tus abrazos, tus historias, tus desayunos, tus mimos; me despido de este mundo que no me pertenece y al que nunca he pertenecido.  Ya no quiero sentir, ya no quiero sentir nada, sentir es malo hace daño duele. Siempre pensé que el amor no tendría porque doler, siempre pensé que el amor tendría que ser mágico y sanador; pero el amor sólo enferma, engaña, duele y ya no puedo más con esto, me duele tanto. Tres meses nube, tres meses bastan para quemar las naves  y no volver la vista atrás solamente irse, recoger los pedacitos que se esparcen por el suelo, ponerlos en una bolsa negra e irse. Me voy no puedo más. Te amo, mi amor es real y fue transparente de principio a fin.  Pensaba en medio de este remolino que todos nos equivocamos, que todos merecemos segundos chances, pero no si ni siquiera se piden, si ni siquiera se asume la responsabilidad del mal hecho o se ofrece la reparación del mal, no si este amor que se consume hoy no fue suficiente para decir la verdad en alguno de esos momentos en que se tuvo todo para darla. Me duele mi pierna y esa marca que va a recordarme siempre que el amor es pura mierda. 
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