Todas las tardes acostumbraba pasar de regreso a casa por el mismo lugar, ya me eran familiares las casas, los negocios, mecánicamente subía o bajaba a las banquetas, podía hacer el recorrido con los ojos cerrados y estar segura en donde me encontraría al momento de parar, una rutina, aburrida pero agradable. Tres cuadras antes de doblar para entrar a la unidad donde estaba mi casa, había un loco que extendía la mano sin decir nada, algunos dejaban caer sobre su palma unas monedas, otros cambiaban de acera rápidamente, poniendo cara de susto, la mayoría le ignoraba. Su olor y su apariencia para nada gratos, hacían nauseabundo verle rascándose la cabeza y masticando algún mendrugo que sacaba de su bolsillo.
Nadie sabía a ciencia cierta de donde había venido, un día apareció en esa banqueta y por más que los vecinos intentaron echarle, volvía como espectro cada noche. Algunas veces se enfrento apaciblemente a tipos uniformados que a jalones y con malos tratos le pedían se alejara del lugar, el loco sin poner resistencia, tomaba sus bolsas y costales, mientras se alejaba por unos minutos repitiendo frenéticamente la palabra "olvidar".
Los vecinos desistieron de alejarle, de cualquier forma en esa casa no habitaba desde hace bastante tiempo nadie, y el loco pese a su mala apariencia nunca había agredido a nadie.
Una tarde, siguiendo el rutinario camino que me conduce a casa, me percaté de que el loco había abandonado la banqueta, al principio no le di mayor importancia, pero la curiosidad fue creciendo con los días, así que provechando que el dependiente de la tienda cercana era un tipo parlanchín y amable, entré a comprar cigarros y como quién no quiere y sí, como quien dice qué hora es, me aventuré a preguntarle por el loco.
– aahh usted pregunta por Don David- contesto el tendero mientras me extendía mi cambio- pues sí hace bastante q no se ha parado por aquí, desde la noche del escándalo, sí, es q usted no sabe señorita, ese hombre estaba loco, dicen las malas lenguas que enloqueció por el abandono de su mujer. Pero eso dicen a mi no me crea.
-¿ El escándalo? ¿A qué escándalo se refiere usted? – pregunte ya intrigada por el asunto.
- Pues fue la noche de la tormenta, doña marta la viuda de Alfonso, le ofreció su cochera para q se resguardara de la tremenda granizada; parecía que se nos caía el cielo. Total que don David, no quiso entrar, y doña Marta muy acomedida, le dio un impermeable y bolsas para que tapara sus triques. Quien sabe que habrá pensado este loco pervertido, porque cuando Martita le extendió la mano con los plásticos, este mal agradecido la sujetó con los diente y la mordió, cual perro con rabia. La pobre mujer, gritaba desesperada y el ingrato que ya no la mordía pero no le soltaba la mano, no paraba de gritar "Estela" "Estela", los vecinos pese al aguacero salimos en auxilio de la pobre viuda, que sollozante sólo maldecía. Mi mujer la acompaño a su casa y le limpio la herida, mientras el resto tranquilizábamos al loco, pensamos en llamar a la policía pero con tremenda tormenta la línea de teléfono estaba fuera de uso, así que lo atamos al barandal de la casa, para en cuanto amaneciera dar parte a las autoridades, el viejo Jacobo, que andaba en querencias con la viuda se ofreció a cuidarlo durante la noche. Pero al despertar y salir con un cafecito para don Jacobo, la sorpresa fue ver q el loco ya no estaba, fuimos a la casa de Jacobo a ver q había pasado, pero yo creo q eso de la locura ha de ser contagioso, porque nos contó una historia tan descabellada, sobre girasoles de color marrón y mujeres q se aparecen las noches de tormenta… Hay pobre de Jacobo, desde ese día no sale de casa, mi mujer le lleva cada viernes sus cigarros, pan, agua y pues algo para que coma, pero dice que cada día está peor, ahora él es el que solo murmura juntito a la pared "olvidar". Pues así es seño, las cosas q pasan en este barrio y de don David pues ni el polvo.
- Y donde es que vive el señor Jacobo- pregunté, arriesgandome a ser imprudente.
- En el portón negro, el que está junto a la casa azul. Pero tenga cuidado seño, no sea q se le contagie la locura a usted también. Yo por eso dejo a mi mujer a condición de que se envuelva bien en el rebozo y no tenga ningún tipo de contacto físico con Jacobo, si no fuera porque uno es retebuena gente lo dejábamos morir por loco.
Agradecí los cigarrillos y sonreí por la historia, salí de la tienda con gran tentación de visitar al tal Jacobo, la historia podría ser interesante, quizás sólo era el morbo, de ver que tan cierto era aquel relato del tendero, no tenía mucho que perder, aún era temprano y lo peor q podría pasar es que el viejo se negara a hablar con una desconocida, en ese caso me iría a casa y fin del tema.
Así que atravesé la calle, toque el timbre y espere, pero no ocurría nada, entonces me recargue levemente sobre la puerta y me di cuenta de que estaba abierta, dude unos momentos antes de entrar, pero la curiosidad pudo más que los razonamientos y las buenas costumbres.
-Buenas tardes- grite mientras me asomaba por las ventanas llenas de polvo, nadie contestó.
-buenas tardes- volví a gritar mientras me acercaba a la puerta que conducía al interior, la abrí sin dificultad y comencé cautelosamente una inspección del sitio, no había nada extraño en ese lugar, una casa desordenada y empolvada, como cualquier casa de un viejo que vive solo, me adentré en ella. De pronto, comencé a sentir una mirada que seguía uno a uno mis movimientos, y el pánico me invadió; recordé lo que en algún lugar había leído sobre las personas que pierden la razón y que al sentirse invadidas en su espacio la dosis de adrenalina que sube a su cerebro es mayor y las vuelve peligrosas. El ruido de un encendedor me hizo ubicar el sitio de donde provenía la mirada, poco a poco gire sobre mis talones y me encontré con ella, la mirada provenía de un viejo canoso y desalineado, con apariencia socarrona, que fumaba sin apartar sus ojos de mi.
-Buenas tardes- dije sin saber si extender la mano o explicar porque estaba allanando su hogar.
El viejo gruño y sonrió de forma extraña, no pude saber si era amabilidad o burla.
–No se asuste, que no soy peligroso- me dijo con una voz muy suave, mientras cruzaba la pierna y extendía la mano ofreciendo que me sentara.
Me senté en el sillón frente al suyo y sin poder decir nada, respire con un poco de alivio. Antes de que pudiera hilar mis ideas, para explicarle los motivos de mi visita el comenzó la charla.
-Sí, yo lo ayude, y dígame loco como todos en este barrio, pero David no estaba loco, y yo tampoco, me gusta hacerle al loco, porque es divertido, ver como Marta pasa y se persigna en la puerta de mi casa, o ver a Eduviges como mujer abgana toda envuelta en el rebozo, cuando me trae comida.
- y por qué no sale de aquí, es qué no se aburre?- Pregunté sin darme cuenta de lo absurdo de mi pregunta.
-Estoy cansado, ahora sólo espero, espero que David encuentre a Estela y que la muerte me encuentre a mi, soy viejo y estoy cansado. Sólo me queda esperar. Alguna vez el mundo fue mío, hoy nada me pertenece, pero fui necio, necio como solo un viejo puede serlo, hasta que esa noche David "el loco" me hizo consciente de mi necedad, le digo él no está loco. Los locos somos nosotros, los necios, los que nos aferramos a este devenir, y vivimos tan muertos, tan cuerdos, como si nada pasara, como si el aferrarse a esta vida tuviera sentido. Todos sufrimos perdidas, pero nos resignamos, les lloramos, nos amargamos, y asimilamos lo q venga después, la cosa no es tan mala. Pero él no, David no asimilo la perdida, ni se amargo, ni pensó que esto no era tan malo, él sufrió la pérdida de algo que nunca es nuestro. Yo no lo juzgo por eso, con amores tan grandes poco se puede- el viejo hizo una pausa, sin apartar su mirada, me ofreció un cigarrillo y se acerco para encenderlo.
Todo esto resultaba tan extraño, ahí estaba yo fumando en la polvosa sala de un desconocido con fama de loco y escuchando sobre los amoríos de un vagabundo.
-Él la encontró un día de tormenta – prosiguió el viejo- estaba empapada y temblando de frío, como un animalito, justo afuera de la casa donde lo amarramos, la chica tenía un girasol en sus manos y sollozaba inconsolable; David que por aquéllos años trabajaba en la oficina de correos, pasaba todas las madrugadas por esta calle para llegar hasta la oficina postal, se conmovió de ver a tan indefensa criatura temblando bajo la tormenta, la ayudo a ponerse en pie y se percato que la mujer tenía herida la palma de la mano izquierda, la sangre de la herida había cubierto la flor de un color marrón, David quiso saber su nombre o como poder ayudarla, pero la mujer sin soltar el girasol, se aferro a su cuello y murmuraba en su oído "olvidar" "olvidar", él tocó el timbre de la casa donde la mujer lloraba, pero esa casa desde hace muchos, muchos años esta deshabitada; así que como todo un caballero, le ofreció su chaqueta y decidió volver a su casa con ella. Le preparo algo caliente y le ofreció su cama, le dijo que podía quedarse, cubrió su herida con gasas y salió a trabajar. Al volver a casa compro un poco de pan, y se preguntaba si la enigmática mujer aún estaría ahí. Al abrir la puerta se encontró con la chica recargada en la pared murmurando ya casi sin aliento la misma palabra que le murmuro a él: "olvidar", mordía desesperadamente la palma de su mano; David le retiro de la frente los cabellos que caían como cascada de obsidiana sobre su cara, ella se puso en pie y sin decir nada lo sujetó y le invitó a bailar, bailaron sin más música que un tararear monótono y sumergidos en un letargo mágico.
-Ella no hablaba?- pregunte desconcertada ante el relato.
-Las palabras no hacen falta- dijo el viejo con gesto apacible- dos seres como ellos, no necesitaron nunca hablar para poder sentir o saber que el mundo había parado para que ellos bailaran, Estela, que fue el nombre que él otorgó a la chica, enseñó a David lo magnifico del silencio y lo absurdo de las palabras cuando se ama, fue como si ambos hubieran renunciado a su historia personal, para escribir una nueva. Él seguía trabajando en la oficina de correos, cada madrugada abandonaba la casa sin hacer ruido para no despertar a Estela, regresaba cada noche y la encontraba en la misma pared, con la herida de la mano sangrando por lo insistente de sus dientes, pero sus ojos se iluminaban al verlo entrar con la bolsa de pan y los brazos extendidos para seguir bailando en esa irrealidad. Fueron felices, David comenzó a olvidar los nombres de las cosas, comenzó a entrar al mundo de Estela, donde las únicas palabras validas se decían con la mirada y el suave balanceo de los cuerpos al bailar.
El viejo me miro, tenía la boca abierta y los ojos como platos, me parecía increíble lo que me decía, pero hermoso, así que se sonrío de manera socarrona y continuó hablando.
-Pero ha de saber señorita que este mundo no es para seres como ellos. David sumergido en el letargo que le proporcionaban los brazos de Estela, dejo de cumplir con los requisitos mínimos para la subsistencia, lo echaron de la oficina de correos, dándole una indemnización justa por sus años de servicio. Con esto sobrevivieron hasta el día que los arrancaron a uno del otro.
-¿quién los arranco? ¿Porqué?- pregunte ya sin poder ocultar el gran interés que me provocaba ese descabellado realato .
- el destino, un dios cruel, la sociedad que no entendió-decía el viejo , bajando por primera vez la mirada y sacudiendo la cabeza de forma negativa, era como si realmente sintiera la historia.-el hombre es cruel, es envidioso y no soporta ver a dos criaturas entregadas a la felicidad de su naturaleza, los vecinos de David dieron aviso a las autoridades, disfrazando sus malas intenciones de preocupación, una mañana mientras David y Estela desayunaban entre fluidos y gemidos, la puerta de la casa se abrió con violencia y unos tipos uniformados partieron por la mitad ese gran corazón del que ahora latían los dos, David corrió tras ellos gritando el nombre de su complemento, ella tomó su mano con los dientes hasta hacerla sangrar.
-Pero porqué se la llevaron, no estaban haciendo nada malo- cuestioné arqueando las cejas y sin poder evitar la necesidad de seguir escuchando.
-Pues no, ellos no hacían nada malo, ni le hacían mal a nadie- explicó el viejo don Jacobo- pero como le digo la gente es mala, resulta que Estela era hija de un tal señor Díaz, y tenían ya bastante tiempo buscándola, porque la chamaca se escapó de un hospital psiquiátrico, por eso fue que vino a parar a la casa del barandal la noche que David la encontró.
-Y después que paso?- presione al viejo sin ocultar la intriga.
-Pues ocurrió que David sin poder desprenderse de Estela y habiendo olvidado cómo era vivir en el mundo de los "cuerdos" se dedico por un tiempo a cultivar en el pequeño jardín de su casa girasoles, para sentir la presencia de su amada, todas las noches los roseaba con sangre q hacia brotar de las palmas de sus manos. Por las mañanas salía a buscarla, mostraba a los extraños esa herida que aún sangraba en su mano izquierda, con la esperanza de que pudieran verla y la identificaran con la de Estela, pero nada, Ella no aparecía, David ya sin dinero y sin poder hablar, dejo su casa y su jardín de girasoles marrón, para venir a la banqueta donde la encontró, con la esperanza de verla regresar.
-Y porqué ataco a Marta, porqué le contó a usted su historia? Porqué me la cuenta usted a mí?- no entendía muchas cosas, para empezar no entendía q rayos hacia yo ahí, que morbo extraño me llevo a ese interrogatorio, que necesidad llevo al viejo a contar la historia a una completa desconocida.
- David no ataco a Marta, solo la confundió con su Estela, el día de la tormenta, él pensó ver en las manos de Marta las de Estela, y pretendió verlas sangrar como lo hacían las de ella; cuando nosotros le atacamos y lo atamos para evitar le hiciera daño a alguien, en un momento de "cordura" David comenzó a repasar esta historia que yo acabo de contarle, me mostró las heridas en sus manos y los restos del primer girasol marrón, el que traía consigo Estela la noche que la encontró. Yo no pude menos que avergonzarme ante mi lucidez, envidié por un momento a aquel desdichado loco, porque pese a todo conocía mejor que cualquiera de nosotros lo que es la angustia de amar, extrañar y esperar, pero lo mejor de todo era pensar que ese loco fue feliz, plenamente por un breve tiempo, pero plenamente, eso es algo que yo nunca pude experimentar.
Don Jacobo guardo silencio y murmuraba olvidar, olvidar, - ¿Porqué me cuenta todo esto a mi?- retiteré la pregunta para sacarlo del letargo en el que parecía haberse sumido.
-¿Qué porque se lo cuento a usted? Es sencillo, usted no me conoce y yo no la conozco, sabía que preguntaría por el loco, porque eso hacen todos los que me visitan, pero no, usted no pregunto nada. Quizás por eso mereció que le contara la historia. Pero ahora le pido señorita que se marche, que como le dije al incendiar las primeras palabras, tengo q seguir en mi espera, espero que David encuentre a Estela, espero que la muerte me encuentre a mi y ahora mismo espero a que usted se valla.- El viejo se levanto de su sillón, se tiro en el suelo y recargándose a la pared comenzó a murmurar "olvidar"…
Salí de la casa de don Jacobo, con un halo de incredulidad, pensaba en volver al día siguiente, para interrogar nuevamente al viejo, pero los días posteriores la puerta no se abrió. La intriga me hizo volver a la tienda, pedí cigarros, y nuevamente como quien no quiere, pregunté que había sido de Don Jacobo. El tendero me comunicó, que Eduvijes, lo había encontrado, días atrás muerto, junto a la misma pared, con las palmas de las manos reventadas y la sonrisa placida de quien nada teme. Agradecí por la atención y la respuesta, mire el barandal e imagine a David y a Estela, después observe el portón negro y pude ver la imagen del viejo Jacobo recibiendo la dulce muerte… cerré los ojos y sólo pude pensar… olvidar.