viernes, 3 de julio de 2015

Gabrielas

Era como una pesadilla, tres mujeres con el mismo nombre, mi nombre. Por un momento pensé en el desdoblamiento de mi conciencia, quizás la embriaguez había logrado hacer visibles a esas mujeres de las que tanto hablo y que supongo me habitan, quizás después de todo no se llamen ni Matilde, ni Lila, ni Merlina. Las observé con curiosidad -no todos los días se tiene oportunidad de ver a tus alter egos sentados en la misma mesa que tú- pensé. No sólo no eran como las imaginé, eran la antípoda de mi idea de ellas; llevaban vestidos ajustados, tenían puesta esa horrible máscara de maquillaje que tanto me asusta, sus cabelleras pese a la lluvia estaban perfectamente alisadas, dos de ellas fumaban cigarros mentolados, la otra prefería no hacerlo. Me pregunté entonces cómo hice para crear esos entes, qué deseos reprimidos le habían dado vida a ese tipo de personaje en mi cabeza. Comenzó la conversación y un escalofrío atroz recorrió todo mi cuerpo, reían a le menor provocación, risas estruendosas, terribles, sin alma. Una mezcla de tristeza y decepción comenzaba a apoderarse de mí, ellas se hacían más grandes y yo cada vez más pequeña, sus voces cada vez eran más fuertes y la mía se extinguía. Estaba a punto de huir, pero si habitaban mi cabeza, seguro no podría ir muy lejos; quise entonces confrontarlas, para aniquilarlas, si eran producto de mi imaginación, no sería problema, apunto estaba de ello, cuando una mano sacudió mi brazo y una voz de otra dimensión me dijo –Gaby, Gaby, estás bien, ya se fueron tus tocayas, no te cayeron nada bien verdad?

Gabrielas

16:27
Era como una pesadilla, tres mujeres con el mismo nombre, mi nombre. Por un momento pensé en el desdoblamiento de mi conciencia, quizás la embriaguez había logrado hacer visibles a esas mujeres de las que tanto hablo y que supongo me habitan, quizás después de todo no se llamen ni Matilde, ni Lila, ni Merlina. Las observé con curiosidad -no todos los días se tiene oportunidad de ver a tus alter egos sentados en la misma mesa que tú- pensé. No sólo no eran como las imaginé, eran la antípoda de mi idea de ellas; llevaban vestidos ajustados, tenían puesta esa horrible máscara de maquillaje que tanto me asusta, sus cabelleras pese a la lluvia estaban perfectamente alisadas, dos de ellas fumaban cigarros mentolados, la otra prefería no hacerlo. Me pregunté entonces cómo hice para crear esos entes, qué deseos reprimidos le habían dado vida a ese tipo de personaje en mi cabeza. Comenzó la conversación y un escalofrío atroz recorrió todo mi cuerpo, reían a le menor provocación, risas estruendosas, terribles, sin alma. Una mezcla de tristeza y decepción comenzaba a apoderarse de mí, ellas se hacían más grandes y yo cada vez más pequeña, sus voces cada vez eran más fuertes y la mía se extinguía. Estaba a punto de huir, pero si habitaban mi cabeza, seguro no podría ir muy lejos; quise entonces confrontarlas, para aniquilarlas, si eran producto de mi imaginación, no sería problema, apunto estaba de ello, cuando una mano sacudió mi brazo y una voz de otra dimensión me dijo –Gaby, Gaby, estás bien, ya se fueron tus tocayas, no te cayeron nada bien verdad?
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