Para Sium, que sin saber es una cajita de fósforos en mi corazón.
Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro
intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se
afanaba en conservar. Abrió los ojos y registró el lugar: una habitación de
hotel. No hizo ningún esfuerzo por
recordar cómo había llegado hasta ahí.
La bruma en la memoria, cada vez más espesa, era ya una constante en sus
días. Recordaba acaso, que algo importante había olvidado. Se incorporó y se
puso frente al espejo, observó a detalle y con extrañeza su anatomía, se
maravilló con los pliegues de su cuerpo, cubrió con una mano su sexo y con otras
sus voluptuosos pechos, esbozó una sonrisa ladeando ligeramente su rostro y
concentrando su mirada en el café profundo
de la mujer en el espejo decidió este día se llamaría Italia, si, justo como
ese espacio geográfico del viejo mundo, donde probablemente nunca había estado.
Ahora tenía un rostro, un cuerpo, un nombre
pero no una historia. Con
curiosidad y cada vez con mayor atención identificó las cicatrices en su piel.
Había olvidado las caídas de la infancia
que habían marcado su frente; no recordaba que la mancha en su rodilla
izquierda era producto del roce del sofá una noche que amo con todo el cuerpo;
intuía por la forma de la marca que alguna vez por insensatez o descuido había
quemado sus muñecas. Al terminar el escrutinio, no pudo evitar sentir como una
tristeza densa se abismaba en el centro de su pecho, una nostalgia insoportable
por eso suyo que no podía reconocer, que no entendía. –Italia- murmuró mientras
dos cascadas saladas le inundaban el rostro. No quería ser Italia, quería tener
una historia con sus días y sus noches, con todo el dolor y la paz y el amor y
todo lo que ahora mismo no tenía. Volvió
a la cama. Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente,
escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar.
Cerró los ojos y volvió a quedarse dormida. Soñó entonces que su cuerpo era
otro, uno de curvas más prolongadas y senos pequeños, su rostro era distinto asimétrico y redondo,
su nombre era ordinario, y además un
sentimiento no grato la abatía. En el sueño molesta e inconforme se reprochaba
ser esa que era. Apretó los puños al tiempo que… (Bis)