Sé que sabes que me duele. Al final terminé por entenderlo
todo o por no entender nada. Pero esta carta no pretende ser un cúmulo de
quejas y dolores, porque esos van a
permanecer el tiempo justo y necesario para aprender de ellos y seguir
viviendo. Este correo es más con la
intención de decir gracias; la muerte de los que amé me ha enseñado cosas
importantes y una de esas es no guardar lo que siento, no esperar a que sea muy
tarde y arrepentirse por lo no dicho. Me gustaría poder decirlo y no tener que
escribirlo, pero no puedo estoy muy
triste, enojada y confundida y hablar
contigo sólo lo empeoraría. Pues bien, muchas gracias por este pedacito de
mundo que caminaste conmigo, aunque vertiginoso al final, fue maravilloso, me
voy con el corazón roto, pues realmente creí que tú y yo podríamos ser eternos,
porque nunca mentí cuando te dije que te amaba, porque estaba contando los días
para volver a verte. Pero el amor es un puente, y los puentes no se pueden
sostener de un solo lado. Desde hace días te noté raro, distante y no sé cuántas
veces lo dije, incluso trate de creerme que la que estaba imaginando cosas era
yo, pero sabes pocas veces me equivoco y la serie de acciones que se siguieron
lo confirmaron. No sé qué paso en el camino, no sé qué se rompió entre
nosotros, pero de todas maneras gracias, por darme esos meses de fantasía donde
ser nube daba sentido al mundo y como dos locos se lo gritamos. En
fin, te dejo con tu mundo, ese en el que no encajo y me pidas que no me
entrometa. Me voy con mis dramas, mis cartas, mis canciones, mis tristezas, pero
sobre todo me voy con la convicción que esta vez yo no hice las cosas mal, al
contrario me esforcé en todo momento por hacerlas bien; me voy con todo este
amor que alguna manera encontrare de volver hacia mí y aunque me duele
despedirme, hago del desastre fortaleza y me digo que este abismo que me separa
de ti, es un paso pequeño, el primero para quererme a mí.
Yo no corro, yo vuelo y a veces caigo, pero esta vez no voy
a arrastrarme.