viernes, 26 de mayo de 2017

Palabras

Y entonces me dijiste, escríbeme una carta de amor, tiene mucho que no me escribes cartas de amor. Y aquí estoy, retando al cursor, acicalando a las palabras que después del estallido se hicieron bolita y se escondieron en un rinconcito oscuro del corazón; les hablo al oído y les digo que todo está bien, que fue un accidente, pero tenemos saldo blanco, me disculpo con ellas por nuestra torpeza y les digo que esas cosas pasan, a veces, cuando uno aprende a hacer el amor con ambas manos. Poco a poco y sin presionar las convenzo de que salgan a mirar como la cueva se va llenando de colorcitos, como tus libros reposan tranquilos junto a los míos, entonces se animan y sonríen y alguna que otra baila y silba una conocida canción de amor, un pedacito, mis palabras tampoco se saben letras completas. Una vez afuera y con el corazón más tranquilo, ellas y yo, nos ponemos en marcha para seguir escribiendo historias contigo, porque tú eres mi guerra, mi lápiz, mi paz y mi planeta entero. 

jueves, 30 de marzo de 2017

Silencio

Dicen que los tiempos calmos son mal alimento para los palabristas. No sé si estoy de acuerdo, pero sí que lo entiendo, mi tintero se seca en el escritorio olvidado donde yacen las cartas sin destinatario y los ceniceros desbordantes de insomnios y pasiones no correspondidas, no, no es que haya dejado el mal hábito de fumar en las madrugadas, todos tenemos derecho a un vicio en esta vida, pero ahora fumo en compañía, escribo poco, pero hablo todo y alguien escucha con amplia sonrisa; las cartas llevan remitente y destinatario claro.  Agradezco la sequía de letras, porque aprendo nuevos lenguajes más cercanos, mas tibios, más inmediatos y honestos.  Claro que extraño el vértigo de malabarear adjetivos, uno nace con ese ímpetu de náufrago del lenguaje, no es algo que se elija, ahí está, latente y permanente, pero a veces y por lapsos placenteros es bueno regocijarse en lo placentero del silencio.  

Palabras

9:13
Y entonces me dijiste, escríbeme una carta de amor, tiene mucho que no me escribes cartas de amor. Y aquí estoy, retando al cursor, acicalando a las palabras que después del estallido se hicieron bolita y se escondieron en un rinconcito oscuro del corazón; les hablo al oído y les digo que todo está bien, que fue un accidente, pero tenemos saldo blanco, me disculpo con ellas por nuestra torpeza y les digo que esas cosas pasan, a veces, cuando uno aprende a hacer el amor con ambas manos. Poco a poco y sin presionar las convenzo de que salgan a mirar como la cueva se va llenando de colorcitos, como tus libros reposan tranquilos junto a los míos, entonces se animan y sonríen y alguna que otra baila y silba una conocida canción de amor, un pedacito, mis palabras tampoco se saben letras completas. Una vez afuera y con el corazón más tranquilo, ellas y yo, nos ponemos en marcha para seguir escribiendo historias contigo, porque tú eres mi guerra, mi lápiz, mi paz y mi planeta entero. 
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Silencio

18:44
Dicen que los tiempos calmos son mal alimento para los palabristas. No sé si estoy de acuerdo, pero sí que lo entiendo, mi tintero se seca en el escritorio olvidado donde yacen las cartas sin destinatario y los ceniceros desbordantes de insomnios y pasiones no correspondidas, no, no es que haya dejado el mal hábito de fumar en las madrugadas, todos tenemos derecho a un vicio en esta vida, pero ahora fumo en compañía, escribo poco, pero hablo todo y alguien escucha con amplia sonrisa; las cartas llevan remitente y destinatario claro.  Agradezco la sequía de letras, porque aprendo nuevos lenguajes más cercanos, mas tibios, más inmediatos y honestos.  Claro que extraño el vértigo de malabarear adjetivos, uno nace con ese ímpetu de náufrago del lenguaje, no es algo que se elija, ahí está, latente y permanente, pero a veces y por lapsos placenteros es bueno regocijarse en lo placentero del silencio.  
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