Dicen que los tiempos calmos son mal alimento para los
palabristas. No sé si estoy de acuerdo, pero sí que lo entiendo, mi tintero se
seca en el escritorio olvidado donde yacen las cartas sin destinatario y los
ceniceros desbordantes de insomnios y pasiones no correspondidas, no, no es que
haya dejado el mal hábito de fumar en las madrugadas, todos tenemos derecho a
un vicio en esta vida, pero ahora fumo en compañía, escribo poco, pero hablo
todo y alguien escucha con amplia sonrisa; las cartas llevan remitente y
destinatario claro. Agradezco la sequía
de letras, porque aprendo nuevos lenguajes más cercanos, mas tibios, más
inmediatos y honestos. Claro que extraño
el vértigo de malabarear adjetivos, uno nace con ese ímpetu de náufrago del
lenguaje, no es algo que se elija, ahí está, latente y permanente, pero a veces
y por lapsos placenteros es bueno regocijarse en lo placentero del
silencio.