martes, 28 de septiembre de 2010

COSAS QUE CONTAR

Tengo el corazón en la garganta, pensaba que me había acostumbrado a las despedidas y que cada vez me dolían menos, pero hoy con mochila al hombro di una mirada, a lo que se queda, a mis cuatro moradas paredes, a ese rincón donde encontré refugio, a mis padres que tenía tanto de no verles llorar, y creo que un poco más y bajo las armas. Pero no, estoy lista y decidida a partir, yo elegí esta vida, elegí el camino, la soledad, la distancia, el polvo, la nostalgia, la no pertenencia, las noches, el humo, las fotos, los miles de no lugares, la usencia, las cicatrices ligeras y las heridas profundas.

Fui a recorrer las canteras rosas de Morelia, quizás el único lugar del que me he sentido parte por un tiempo prolongado, y me acordé mucho de Kundera, cuando habla de la nostalgia por lo que se ve, no por lo que se extraña sino por lo que se tiene, cuando vemos a alguien o algo y sentimos como se nos estruja el corazón, porque algo muy en el fondo nos indica que no volveremos a verlo o al menos no de esa manera. Algo así sentí en esta visita a Morelia, ví a los cuates, los de siempre, los entrañables, bebimos, bailamos, cantamos, lloramos, estuvimos en una azotea, nos abrazamos tan fuerte como esperando fundirnos, pero igual nos despedimos sabiendo quizás que cada vez somos menos precisamente los de siempre, que poco nos queda que permita mirarnos los ojos rabiosos y locos como en antaño.

Iván me robó una sonrisa grande, le pregunté: ¿ya tienes novia?

Él contestó: No, pero hoy me ilusioné.

Muchas más ideas en el tintero, pero muy pocos ánimos para escribirlas, se me cruzan los cables.

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COSAS QUE CONTAR

Tengo el corazón en la garganta, pensaba que me había acostumbrado a las despedidas y que cada vez me dolían menos, pero hoy con mochila al hombro di una mirada, a lo que se queda, a mis cuatro moradas paredes, a ese rincón donde encontré refugio, a mis padres que tenía tanto de no verles llorar, y creo que un poco más y bajo las armas. Pero no, estoy lista y decidida a partir, yo elegí esta vida, elegí el camino, la soledad, la distancia, el polvo, la nostalgia, la no pertenencia, las noches, el humo, las fotos, los miles de no lugares, la usencia, las cicatrices ligeras y las heridas profundas.

Fui a recorrer las canteras rosas de Morelia, quizás el único lugar del que me he sentido parte por un tiempo prolongado, y me acordé mucho de Kundera, cuando habla de la nostalgia por lo que se ve, no por lo que se extraña sino por lo que se tiene, cuando vemos a alguien o algo y sentimos como se nos estruja el corazón, porque algo muy en el fondo nos indica que no volveremos a verlo o al menos no de esa manera. Algo así sentí en esta visita a Morelia, ví a los cuates, los de siempre, los entrañables, bebimos, bailamos, cantamos, lloramos, estuvimos en una azotea, nos abrazamos tan fuerte como esperando fundirnos, pero igual nos despedimos sabiendo quizás que cada vez somos menos precisamente los de siempre, que poco nos queda que permita mirarnos los ojos rabiosos y locos como en antaño.

Iván me robó una sonrisa grande, le pregunté: ¿ya tienes novia?

Él contestó: No, pero hoy me ilusioné.

Muchas más ideas en el tintero, pero muy pocos ánimos para escribirlas, se me cruzan los cables.
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