martes, 7 de diciembre de 2010

LODO

   La reiterada pregunta ¿En qué momento se acabaron las apuestas y no queda más que esperar a que la muerte nos llegue? Quizás aún parezca una pregunta prematura, no tengo tantos años aunque a veces me pesan como si fueran siglos, no he vivido tanto, aunque a veces el cuerpo y las ideas se sienten cansadas. Termine de leer LODO de Fadanelli, no es un libro magistral, no es lo más brillante que he leído, es más encontré bastantes lugares comunes e intertextos de Bukowski en sus líneas, pero me hizo enfrentarme a esta pregunta de una forma cruel, quizás por eso me ha gustado.


   En más de algún momento me sentí el lado izquierdo de Torrentera con sus 49 años y su vida de intelectual frustrado, y no por el amor a los libros, ni por el bagaje cultural que ostenta, sino más bien por la amargura que el cínico espejo cada mañana le refleja. Si bien Torrentera tuvo una existencia gris, fue gris por convicción, llevó hasta sus 49 años una apatía cubierta de una disciplina opacamente Kantiana. Y de pronto Eduarda, la criminal analfabeta que una noche le ofrece sus piernas a cambio de su protección, y Torrentera decide jugarse sus últimas cartas por un romance absurdo, se llena las manos de sangre y reta a su conciencia a no recriminarle la falta.

    No puedo decir que se trate de una historia de amor, pero tampoco que no lo sea, es decir, no todo el amor se vive o se piensa de la misma forma. Tampoco puedo decir que sea un libro pasional, porque si bien se ponen en juego muchos de esos instintos humanos que podrían desatar una pasión desmedida, creo que el corte sarcástico de Fadanelli, no permite que se reduzca a una novela de bajas pasiones.

   Pero es así, creo que todos o si no todos, al menos algunos, tenemos un par Ases bajo la manga que no nos hemos decidido a poner sobre la mesa, y las preguntas son ¿Para qué los estamos guardando?  ¿Qué o quién hará que nos decidamos a apostarlos? Las respuestas no las sé, pero espero, confiando en ello, que no tenga que esperar a los 49 años para decidir vivir una última aventura que rompa todos los esquemas y me lleve al límite.

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LODO

   La reiterada pregunta ¿En qué momento se acabaron las apuestas y no queda más que esperar a que la muerte nos llegue? Quizás aún parezca una pregunta prematura, no tengo tantos años aunque a veces me pesan como si fueran siglos, no he vivido tanto, aunque a veces el cuerpo y las ideas se sienten cansadas. Termine de leer LODO de Fadanelli, no es un libro magistral, no es lo más brillante que he leído, es más encontré bastantes lugares comunes e intertextos de Bukowski en sus líneas, pero me hizo enfrentarme a esta pregunta de una forma cruel, quizás por eso me ha gustado.


   En más de algún momento me sentí el lado izquierdo de Torrentera con sus 49 años y su vida de intelectual frustrado, y no por el amor a los libros, ni por el bagaje cultural que ostenta, sino más bien por la amargura que el cínico espejo cada mañana le refleja. Si bien Torrentera tuvo una existencia gris, fue gris por convicción, llevó hasta sus 49 años una apatía cubierta de una disciplina opacamente Kantiana. Y de pronto Eduarda, la criminal analfabeta que una noche le ofrece sus piernas a cambio de su protección, y Torrentera decide jugarse sus últimas cartas por un romance absurdo, se llena las manos de sangre y reta a su conciencia a no recriminarle la falta.

    No puedo decir que se trate de una historia de amor, pero tampoco que no lo sea, es decir, no todo el amor se vive o se piensa de la misma forma. Tampoco puedo decir que sea un libro pasional, porque si bien se ponen en juego muchos de esos instintos humanos que podrían desatar una pasión desmedida, creo que el corte sarcástico de Fadanelli, no permite que se reduzca a una novela de bajas pasiones.

   Pero es así, creo que todos o si no todos, al menos algunos, tenemos un par Ases bajo la manga que no nos hemos decidido a poner sobre la mesa, y las preguntas son ¿Para qué los estamos guardando?  ¿Qué o quién hará que nos decidamos a apostarlos? Las respuestas no las sé, pero espero, confiando en ello, que no tenga que esperar a los 49 años para decidir vivir una última aventura que rompa todos los esquemas y me lleve al límite.

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