lunes, 24 de octubre de 2011

Memoria, desmemoria y Karma

   Hace unos días decidí  saldar algunas deudas con el destino, así como en la película de Alguien tiene que ceder (sí, sí  yo sé que  no es la mejor película del universo, pero Jack Nicolson me encanta. Sí, también  yo sé que podría ser mi abuelo, pero es muy buen actor, además era tan  sexy) decidí  ponerme en contacto, con las personas con las que en algún momento no he sido amable; por alguna razón se me metió en la cabeza  que  esta racha de mala suerte y mal de amores, en realidad  se debe al Karma; así que me puse en acción y conseguí los correos, teléfonos y direcciones de las personas a  las que en algún momento les rompí el corazón, tampoco es que sean tantas, pero digamos que si son algunas más de las que me gustaría reconocer.

 Supongo que a todas ellas les resultó extraño tener noticias mías después de tanto tiempo. Mientras redactaba cada una de las notas de disculpa, me preguntaba si realmente tenía sentido muy seguramente ya ni se acordarían de tal caso. No es que pensara mandarle nota hasta al niño de cuarto de primaria que se quería casar conmigo cuando creciéramos y yo le dije que no porque era tartamudo y yo no quería que mis hijos fueran tartamudos. Después de todo con  él en la adolescencia fuimos muy buenos amigos  y ahora, tiene una linda esposa y dos retoños, debe agradecer no haberse casado conmigo. 

 Seguí adelante con mi cometido envié correos un par de mensajes por celular y me senté a esperar respuesta, pocos contestaron y los que lo hicieron fue con un comprometido “gracias”, o” ya está olvidado”, supongo pues que así operamos los humanos, olvidamos, hacemos que deje de doler bajo la premisa de si no lo recuerdo no existe. En alguna medida esto debe ser sano, pues siempre es necesario seguir adelante, pero en otros aspectos me parece triste, es como si la gente pasara por nuestras vidas para dejar espacios en blanco.

Dándole vueltas a este asunto, pensaba en mi capacidad de olvido, que es nula o mínima, sí claro que olvido dónde he dejado las llaves o cómo se llama el director de la película justo al salir de la sala, olvido cómo llegar a algún sitio si no es después de unas diez veces de visitarlo, pero nunca olvido  los rostros, los gestos, las palabras, las manías, los tonos de voz, el olor, la forma de las manos, el timbre de la risa de quienes han pasado por mi vida, es como llevarlos tatuados, y pudieron romperme el corazón o no, pude haber sufrido o gozado, fueron importantes y aquí van, viajan conmigo.

Sí, sé que no es fácil de entender, hay quien me ha dicho que es como vivir en una casa embrujada, pero yo no lo creo así, es más sencillo que eso, es simplemente saber que las personas no son desechable y que si en algún momento damos la llave para que alguien entre es porque algo valioso encontramos en ese alguien y si las cosas no funcionan, no van por donde esperábamos, no quiere decir que el otro pierda valía.  Es cómo tener un  condominio en la memoria, donde los momentos y las personas se quedan para siempre, porque son importantes.   Nunca he mentido cuando digo “Yo te voy a llevar conmigo siempre” .

sábado, 22 de octubre de 2011

palabras

En el último momento, mientras todo (literalmente) arde me decido a desnudar las palabras, mostrarlas descarnadas, no las quiero llevar conmigo, al final nunca supe usar las correctas, siempre fueron otras, debidamente cuidadas pero otras.   Toda la vida creí en las propiedades mágicas de ellas, quizás por eso las usaba con tanto tiento, siempre fui una aprendiz del lenguaje y en mi afán de perfeccionar tal arte, nunca pude decir la verdad. No, eso no quiere decir que todo haya sido una mentira en sentido estricto, se trato más bien de una develación constante, de un habitar en el límite y asimilar la caída.  Sé muy bien ahora, cualquier cosa que diga será utilizada en mi contra, pero  no me importa, de cualquier forma no hay manera de desentintar las hojas, para contar otras historias, explorar otros mundos o mirar otros ojos.  

Descubrí quizás antes de lo debido la luz en las palabras y desde entonces me enamore de la noche, me volví amante precoz de cada desquicio de oscuridad donde ellas pudieran brillar, deje de ser yo acercándome cada vez más a las miles que me habitan, renuncie al uno para enlazarme infinitamente con lo múltiple, suspendí el andar por el camino recto y me abrace a la posibilidad. Es quizás esta la condena, un pozo sin fondo, una caída interminable, un incendio de letras, pero no me importa, ahora ya no vale regresar las paginas, he cegado mis ojos y arrancado mi lengua, he renunciado a todas mis facultades mentales exceptuando la de imaginar, única bendición para los de mi especie.
Sé que al llegar la mañana será alguien más quien ordené a mis manos lo que deban decir, por eso mismo no tengo reparos en arrancarme la piel a girones, en mirar mis huesos y sentir lástima de quienes también los observen. En un acto masoquista, me obligo esta noche a decir cuanto es preciso para saber que no soy yo, que tampoco es otra, que nunca es alguien, es solo el vacio posesionándose de los instantes, robándome las ganas, arrebatándome el sentido y dejándome a cambio miles y miles de palabras descarnadas.

Nunca quise mirar la verdad a la cara, yo nunca la busque, pero es imposible volver a poner a grilletes una vez que se ha develado la sombra.

jueves, 13 de octubre de 2011

Tiempo

El insomnio es un nuevo amigo de mis noches, llega justo antes de que se apaguen las  luces y se va muy sonriente justo antes de que vuelvan a encenderse. Al principio amablemente le pedía que se fuera, pues las jornadas de trabajo después de una noche de insomnio  son insufribles, pero no, no funcionó, entonces opté por tratar de echarlo por la fuerza, arrancándome los pelos, tomando leche caliente, contando borreguitos, practicando meditación zen, hasta el baño con hojas de lechuga intenté, pero nada, instalado ya en mi días como quien siempre ha vivido ahí.  Deje de resistirme a la vigilia, creo que mi cuerpo esta adaptándose a dormir cuatro horas por día y si lo pienso bien, es hasta productivo, por primera vez en mucho tiempo voy al corriente con mis reportes, he estado dándole un poco a la corrección de mis cuentos  que tenía tan olvidados, he leído un par de cosas que tenía en lista de espera y he visto películas que parecía que sólo había comprado para rellenar ese espacio en el librero.  Anoche precisamente vi algo bastante intenso, una película que se me había resistido desde ya hace algunos meses y que más que hablar de mi insomnio y mis hábitos noctámbulos es lo que me ocupa en este post.


Tiempo, un filme coreano del director Kim Ki-Duk, una película de amor, sí, suponen bien, de otro tipo de amor, un amor enfermo. Ella una chica linda que decide cambiar su rostro completamente por miedo a que él pueda cansarse con el paso del tiempo de ver siempre la misma cara, del mismo cuerpo. Él un hombre sencillo y perdidamente enamorado de su neurótica, posesiva y celosa novia.   La historia va del abandono,  la búsqueda,  la reinvención literal, la desesperación, el deseo, la lealtad, la confusión y la cascada infinita de emociones encontradas que  se generan en torno a esta necesidad de sentirse amado, de pretender ser todo para alguien, ser todo y serlo todo el tiempo.

De una manera muy sutil aunque sin dejar de tener partes visualmente violentas, Kim Ki-Duk, plantea interrogantes fuertes sobre el amor y las relaciones humanas a través del tiempo, ¿Será que realmente podemos amarnos toda la vida? ¿Qué tanto la reinvención nos pierde? ¿Cuáles son los límites del amor?  Además de cuestiones de identidad y belleza.

Debo agregar que el escenario principal de la película es hermoso, el parque de las esculturas en la isla de Mo, está isla pertenece a un escultor llamado Lee Il-ho,  quien exhibe su trabajo de forma permanente en la isla. La esculturas que aparecen en la película son todas con temáticas amorosas y/o eróticas,  hermoso, si a eso agregamos la maravillosa fotografía del filme, aquello se vuelve en un festín visual digno de ser apreciado por todos.

Después de ver tiempo, menos pude dormir.  Pasé la noche repasando las posibles respuestas a las interrogantes que quedan abiertas en el filme.
http://www.youtube.com/watch?v=7zQE-CSzodg

lunes, 10 de octubre de 2011

Sobre los amores de 3° de primaria

La eterna indefinición del amor, la pregunta perpetua sobre qué sea y cómo se sienta. Creo que conforme crecemos y aprendemos a diagramar, categorizar, etiquetar y un largo etcétera, nos alejamos más y más del  estado puro de ese sentimiento.

 Hoy mientras yo me paraba de cabeza tratando de captar la atención de un grupo de estudiantes de tercer año, al fondo del salón un papelito  rondaba de mano en mano,  lo intercepté justo antes de que llegara su destinataria ( he de confesar que después eso me hizo sentir muy mal)   al abrirlo y leerlo, en automático una sonrisa inconsciente se apodero de mi rostro, alguna mariposa en la memoria se manifestó en mi estomago y creo que por unos segundos me alejé completamente del aula de clases.  Guardé la hoja en la bolsa de mi chamarra, le sonreí al emisor y volví a pedir la atención de todos para continuar con la clase.

Sí, es cierto  ahora tendré que trabajar arduamente sobre la escritura de este chico, pero creo que hoy aprendí mucho, mucho de él, o recordé al menos: el amor tendría que ser así, espontaneo, sencillo, intenso, arriesgado y otro largo etcétera de adjetivos que se van olvidando con los años.

jueves, 6 de octubre de 2011

Si te dijeron no, es porque pediste…
Alejandra Pizarnik
Decir No, escuchar un No, pretender un No, pensar un No.  Palabra más fea esa, ¿Necesaria? Sí, a veces, inesperada casi siempre. Un enorme NO, atraviesa nuestras vidas, vivimos cercados por la negación, siempre hay algo que se nos niega, algo que nos es inalcanzable. Supongo que aprendemos a vivir con ello, supongo que no es tan grave, al final ese conjunto de NOs, permite la reinvención cada día, la construcción, deconstrucción y reconstrucción de nuestras esencias, la afirmación de nuestros SIs.

Pese a ello, es angustioso y desgastante cada vez que los labios de alguien se abren ante nuestros ojos para decir NO, incluso es difícil que sean los nuestros, nuestros labios los que nieguen,  cada vez que se enuncia este monosílabo, una fractura desde muy pequeña hasta inconmensurable se abre en el otro.  

Desconozco el tamaño de mi herida, pero persisto, espero, anhelo en algún momento mi NO, tu No, su NO, en algún momento se abra en mil posibilidades.

domingo, 2 de octubre de 2011

Princesas

Crecí bajo el apreciativo princesa, mi padre siempre me llamó así, hasta la fecha cuando suena el teléfono y es él, la pregunta que inaugura la llamada es ¿Cómo está mi princesa? Eso me hacía suponer que él era un rey y mi madre una reina, que vivíamos en un castillo y algún día vendría un príncipe a rescatarme.  Ahora sigue siendo lindo escuchar eso en su voz, es maravilloso sentirme la heredera de ese reino de amor y locura que construyeron ellos para mí, pero sé los príncipes no existen, los castillos quedaron atrás y la vida es distinta.   

                Una noche de sábado, rememorando la infancia  viendo Caballeros del Zodiaco y tomando un tinto olvidado, una reflexión quizás absurda viene a mi cabeza y cómo es natural o raro, lo plasmo en este espacio de debrayes y voces que gritan desde el fondo de las yemas de mis dedos. Cuando yo fui infante, como niña que soy, ser princesa era “la unidad mínima asequible”, la delicada fémina que esperaba por el gentil caballero que estuviera dispuesto a dar su reino por ella; la verdad nunca me compré la historia, pero no parecía tan inverosímil, incluso conforme crecí, vi un par de historias bajo ese talante, hermosas chicas casándose con atractivos jóvenes bien ponderados en la sociedad, teniendo hijos lindos y viviendo en  ese ensueño prefabricado culturalmente para las “princesas”.

                Nunca sentí envidia de ellas, pero siempre me sentí distinta, mis relaciones complicadas nunca han tenido más futuro que lo inmediato, quizás cuando me he enamorado he logrado vislumbrar un futuro a 1 año quizás 2, futuro que implica viajes, pasiones y locuras, nunca hijos, ni perros, ni casas con un tejado y una barda. Pero no es eso lo que me ocupa en las reflexiones de esta noche. Pensaba en mis conversaciones con adolescentes o en esas conversaciones raras que uno sin querer queriendo escucha en los vagones del metro entre jóvenes de una generación después. En mis tiempos de adolescente, ser  “puta” ser “perra” era un peyorativo por excelencia, un calificativo mordaz, que se daban las mujeres mismas para clasificar a las chicas que habían decidido, optado o aceptado conocer los placeres carnales, versus claro está, a las que optaban por cumplir con ese precepto moral  de llevar una vida casta, pura, conservar la virginidad hasta qué un anillo luciera en sus mano y un vestido blanco las esperara para entregarse por amor al caballero digno de poseerlas. Ahora es curioso ir por las calles bajando el volumen al ipod por un momento y escuchar a las niñas que salen del bachillerato hablando de manera abierta y desinhibida de sus experiencias sexuales, o conversar unos minutos con adolescentes que se autodenominan orgullosamente “perras”.

                Es complicado clasificar, de hecho no habría porque hacer tal cosa, pero como humanoide femenino del planeta me atrae  inevitablemente la reflexión ante la evolución de los preceptos, las implicaciones del catálogo, ser “princesa”  o ser “perra”, la princesa espera, la perra va, la princesa es intocable, la otra todo puede tocarlo, la primera ama incondicionalmente, la segunda nunca se entrega ergo, nunca ama. Que complicado, pareciera que las dimensiones del amor para las mujeres siguen siendo ajenas, parece que saltamos de ser objeto para ser utilitarias; siento, presiento que hablando desde este territorio del género la felicidad sigue siendo inalcanzable, porque o lo entregas todo o sólo lo utilizas.

                Es quizás este el punto más arraigado de mi pleito con la diferencia, por qué habríamos de vetar una u otra parte, porque no reconocernos humanos todos, deseantes, amantes, dueños de un cuerpo que anhela sentirse dueño, esclavo, lascivo, poseído, propio, ajeno, pero también de un corazón, latiente, vulnerable, multifacético, viviente, amante.

                Reitero, es complicado, siempre me supe diferente, pero me gusta saberme princesa, nunca he esperado un príncipe que me rescate, pero me encantaría compartir mi reino con alguien a quien mire a los ojos y me reconozca y le reconozca, amante deseante loco, etc.

                Quizás la final de todo no sea un problema de género, sino de humanidad, de los que entendemos y vemos distinto, a los que los estereotipos no nos van, porque no somos ni perras ni princesas, ni machos ni maricas, sino humanos, buscando sentir placer, amor deseo, locura desbordándose por los poros y diciendo estás aquí te siento, no importa mañana, no importa nunca, importa hoy, y quizás está noche sea una o quizás sean el resto de mis noches, pero es por eso que tiene sentido estar aquí.

Memoria, desmemoria y Karma

12:34
   Hace unos días decidí  saldar algunas deudas con el destino, así como en la película de Alguien tiene que ceder (sí, sí  yo sé que  no es la mejor película del universo, pero Jack Nicolson me encanta. Sí, también  yo sé que podría ser mi abuelo, pero es muy buen actor, además era tan  sexy) decidí  ponerme en contacto, con las personas con las que en algún momento no he sido amable; por alguna razón se me metió en la cabeza  que  esta racha de mala suerte y mal de amores, en realidad  se debe al Karma; así que me puse en acción y conseguí los correos, teléfonos y direcciones de las personas a  las que en algún momento les rompí el corazón, tampoco es que sean tantas, pero digamos que si son algunas más de las que me gustaría reconocer.

 Supongo que a todas ellas les resultó extraño tener noticias mías después de tanto tiempo. Mientras redactaba cada una de las notas de disculpa, me preguntaba si realmente tenía sentido muy seguramente ya ni se acordarían de tal caso. No es que pensara mandarle nota hasta al niño de cuarto de primaria que se quería casar conmigo cuando creciéramos y yo le dije que no porque era tartamudo y yo no quería que mis hijos fueran tartamudos. Después de todo con  él en la adolescencia fuimos muy buenos amigos  y ahora, tiene una linda esposa y dos retoños, debe agradecer no haberse casado conmigo. 

 Seguí adelante con mi cometido envié correos un par de mensajes por celular y me senté a esperar respuesta, pocos contestaron y los que lo hicieron fue con un comprometido “gracias”, o” ya está olvidado”, supongo pues que así operamos los humanos, olvidamos, hacemos que deje de doler bajo la premisa de si no lo recuerdo no existe. En alguna medida esto debe ser sano, pues siempre es necesario seguir adelante, pero en otros aspectos me parece triste, es como si la gente pasara por nuestras vidas para dejar espacios en blanco.

Dándole vueltas a este asunto, pensaba en mi capacidad de olvido, que es nula o mínima, sí claro que olvido dónde he dejado las llaves o cómo se llama el director de la película justo al salir de la sala, olvido cómo llegar a algún sitio si no es después de unas diez veces de visitarlo, pero nunca olvido  los rostros, los gestos, las palabras, las manías, los tonos de voz, el olor, la forma de las manos, el timbre de la risa de quienes han pasado por mi vida, es como llevarlos tatuados, y pudieron romperme el corazón o no, pude haber sufrido o gozado, fueron importantes y aquí van, viajan conmigo.

Sí, sé que no es fácil de entender, hay quien me ha dicho que es como vivir en una casa embrujada, pero yo no lo creo así, es más sencillo que eso, es simplemente saber que las personas no son desechable y que si en algún momento damos la llave para que alguien entre es porque algo valioso encontramos en ese alguien y si las cosas no funcionan, no van por donde esperábamos, no quiere decir que el otro pierda valía.  Es cómo tener un  condominio en la memoria, donde los momentos y las personas se quedan para siempre, porque son importantes.   Nunca he mentido cuando digo “Yo te voy a llevar conmigo siempre” .
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palabras

3:32
En el último momento, mientras todo (literalmente) arde me decido a desnudar las palabras, mostrarlas descarnadas, no las quiero llevar conmigo, al final nunca supe usar las correctas, siempre fueron otras, debidamente cuidadas pero otras.   Toda la vida creí en las propiedades mágicas de ellas, quizás por eso las usaba con tanto tiento, siempre fui una aprendiz del lenguaje y en mi afán de perfeccionar tal arte, nunca pude decir la verdad. No, eso no quiere decir que todo haya sido una mentira en sentido estricto, se trato más bien de una develación constante, de un habitar en el límite y asimilar la caída.  Sé muy bien ahora, cualquier cosa que diga será utilizada en mi contra, pero  no me importa, de cualquier forma no hay manera de desentintar las hojas, para contar otras historias, explorar otros mundos o mirar otros ojos.  

Descubrí quizás antes de lo debido la luz en las palabras y desde entonces me enamore de la noche, me volví amante precoz de cada desquicio de oscuridad donde ellas pudieran brillar, deje de ser yo acercándome cada vez más a las miles que me habitan, renuncie al uno para enlazarme infinitamente con lo múltiple, suspendí el andar por el camino recto y me abrace a la posibilidad. Es quizás esta la condena, un pozo sin fondo, una caída interminable, un incendio de letras, pero no me importa, ahora ya no vale regresar las paginas, he cegado mis ojos y arrancado mi lengua, he renunciado a todas mis facultades mentales exceptuando la de imaginar, única bendición para los de mi especie.
Sé que al llegar la mañana será alguien más quien ordené a mis manos lo que deban decir, por eso mismo no tengo reparos en arrancarme la piel a girones, en mirar mis huesos y sentir lástima de quienes también los observen. En un acto masoquista, me obligo esta noche a decir cuanto es preciso para saber que no soy yo, que tampoco es otra, que nunca es alguien, es solo el vacio posesionándose de los instantes, robándome las ganas, arrebatándome el sentido y dejándome a cambio miles y miles de palabras descarnadas.

Nunca quise mirar la verdad a la cara, yo nunca la busque, pero es imposible volver a poner a grilletes una vez que se ha develado la sombra.
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Tiempo

22:08
El insomnio es un nuevo amigo de mis noches, llega justo antes de que se apaguen las  luces y se va muy sonriente justo antes de que vuelvan a encenderse. Al principio amablemente le pedía que se fuera, pues las jornadas de trabajo después de una noche de insomnio  son insufribles, pero no, no funcionó, entonces opté por tratar de echarlo por la fuerza, arrancándome los pelos, tomando leche caliente, contando borreguitos, practicando meditación zen, hasta el baño con hojas de lechuga intenté, pero nada, instalado ya en mi días como quien siempre ha vivido ahí.  Deje de resistirme a la vigilia, creo que mi cuerpo esta adaptándose a dormir cuatro horas por día y si lo pienso bien, es hasta productivo, por primera vez en mucho tiempo voy al corriente con mis reportes, he estado dándole un poco a la corrección de mis cuentos  que tenía tan olvidados, he leído un par de cosas que tenía en lista de espera y he visto películas que parecía que sólo había comprado para rellenar ese espacio en el librero.  Anoche precisamente vi algo bastante intenso, una película que se me había resistido desde ya hace algunos meses y que más que hablar de mi insomnio y mis hábitos noctámbulos es lo que me ocupa en este post.


Tiempo, un filme coreano del director Kim Ki-Duk, una película de amor, sí, suponen bien, de otro tipo de amor, un amor enfermo. Ella una chica linda que decide cambiar su rostro completamente por miedo a que él pueda cansarse con el paso del tiempo de ver siempre la misma cara, del mismo cuerpo. Él un hombre sencillo y perdidamente enamorado de su neurótica, posesiva y celosa novia.   La historia va del abandono,  la búsqueda,  la reinvención literal, la desesperación, el deseo, la lealtad, la confusión y la cascada infinita de emociones encontradas que  se generan en torno a esta necesidad de sentirse amado, de pretender ser todo para alguien, ser todo y serlo todo el tiempo.

De una manera muy sutil aunque sin dejar de tener partes visualmente violentas, Kim Ki-Duk, plantea interrogantes fuertes sobre el amor y las relaciones humanas a través del tiempo, ¿Será que realmente podemos amarnos toda la vida? ¿Qué tanto la reinvención nos pierde? ¿Cuáles son los límites del amor?  Además de cuestiones de identidad y belleza.

Debo agregar que el escenario principal de la película es hermoso, el parque de las esculturas en la isla de Mo, está isla pertenece a un escultor llamado Lee Il-ho,  quien exhibe su trabajo de forma permanente en la isla. La esculturas que aparecen en la película son todas con temáticas amorosas y/o eróticas,  hermoso, si a eso agregamos la maravillosa fotografía del filme, aquello se vuelve en un festín visual digno de ser apreciado por todos.

Después de ver tiempo, menos pude dormir.  Pasé la noche repasando las posibles respuestas a las interrogantes que quedan abiertas en el filme.
http://www.youtube.com/watch?v=7zQE-CSzodg
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Sobre los amores de 3° de primaria

22:39
La eterna indefinición del amor, la pregunta perpetua sobre qué sea y cómo se sienta. Creo que conforme crecemos y aprendemos a diagramar, categorizar, etiquetar y un largo etcétera, nos alejamos más y más del  estado puro de ese sentimiento.

 Hoy mientras yo me paraba de cabeza tratando de captar la atención de un grupo de estudiantes de tercer año, al fondo del salón un papelito  rondaba de mano en mano,  lo intercepté justo antes de que llegara su destinataria ( he de confesar que después eso me hizo sentir muy mal)   al abrirlo y leerlo, en automático una sonrisa inconsciente se apodero de mi rostro, alguna mariposa en la memoria se manifestó en mi estomago y creo que por unos segundos me alejé completamente del aula de clases.  Guardé la hoja en la bolsa de mi chamarra, le sonreí al emisor y volví a pedir la atención de todos para continuar con la clase.

Sí, es cierto  ahora tendré que trabajar arduamente sobre la escritura de este chico, pero creo que hoy aprendí mucho, mucho de él, o recordé al menos: el amor tendría que ser así, espontaneo, sencillo, intenso, arriesgado y otro largo etcétera de adjetivos que se van olvidando con los años.
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16:59
Si te dijeron no, es porque pediste…
Alejandra Pizarnik
Decir No, escuchar un No, pretender un No, pensar un No.  Palabra más fea esa, ¿Necesaria? Sí, a veces, inesperada casi siempre. Un enorme NO, atraviesa nuestras vidas, vivimos cercados por la negación, siempre hay algo que se nos niega, algo que nos es inalcanzable. Supongo que aprendemos a vivir con ello, supongo que no es tan grave, al final ese conjunto de NOs, permite la reinvención cada día, la construcción, deconstrucción y reconstrucción de nuestras esencias, la afirmación de nuestros SIs.

Pese a ello, es angustioso y desgastante cada vez que los labios de alguien se abren ante nuestros ojos para decir NO, incluso es difícil que sean los nuestros, nuestros labios los que nieguen,  cada vez que se enuncia este monosílabo, una fractura desde muy pequeña hasta inconmensurable se abre en el otro.  

Desconozco el tamaño de mi herida, pero persisto, espero, anhelo en algún momento mi NO, tu No, su NO, en algún momento se abra en mil posibilidades.
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Princesas

2:06
Crecí bajo el apreciativo princesa, mi padre siempre me llamó así, hasta la fecha cuando suena el teléfono y es él, la pregunta que inaugura la llamada es ¿Cómo está mi princesa? Eso me hacía suponer que él era un rey y mi madre una reina, que vivíamos en un castillo y algún día vendría un príncipe a rescatarme.  Ahora sigue siendo lindo escuchar eso en su voz, es maravilloso sentirme la heredera de ese reino de amor y locura que construyeron ellos para mí, pero sé los príncipes no existen, los castillos quedaron atrás y la vida es distinta.   

                Una noche de sábado, rememorando la infancia  viendo Caballeros del Zodiaco y tomando un tinto olvidado, una reflexión quizás absurda viene a mi cabeza y cómo es natural o raro, lo plasmo en este espacio de debrayes y voces que gritan desde el fondo de las yemas de mis dedos. Cuando yo fui infante, como niña que soy, ser princesa era “la unidad mínima asequible”, la delicada fémina que esperaba por el gentil caballero que estuviera dispuesto a dar su reino por ella; la verdad nunca me compré la historia, pero no parecía tan inverosímil, incluso conforme crecí, vi un par de historias bajo ese talante, hermosas chicas casándose con atractivos jóvenes bien ponderados en la sociedad, teniendo hijos lindos y viviendo en  ese ensueño prefabricado culturalmente para las “princesas”.

                Nunca sentí envidia de ellas, pero siempre me sentí distinta, mis relaciones complicadas nunca han tenido más futuro que lo inmediato, quizás cuando me he enamorado he logrado vislumbrar un futuro a 1 año quizás 2, futuro que implica viajes, pasiones y locuras, nunca hijos, ni perros, ni casas con un tejado y una barda. Pero no es eso lo que me ocupa en las reflexiones de esta noche. Pensaba en mis conversaciones con adolescentes o en esas conversaciones raras que uno sin querer queriendo escucha en los vagones del metro entre jóvenes de una generación después. En mis tiempos de adolescente, ser  “puta” ser “perra” era un peyorativo por excelencia, un calificativo mordaz, que se daban las mujeres mismas para clasificar a las chicas que habían decidido, optado o aceptado conocer los placeres carnales, versus claro está, a las que optaban por cumplir con ese precepto moral  de llevar una vida casta, pura, conservar la virginidad hasta qué un anillo luciera en sus mano y un vestido blanco las esperara para entregarse por amor al caballero digno de poseerlas. Ahora es curioso ir por las calles bajando el volumen al ipod por un momento y escuchar a las niñas que salen del bachillerato hablando de manera abierta y desinhibida de sus experiencias sexuales, o conversar unos minutos con adolescentes que se autodenominan orgullosamente “perras”.

                Es complicado clasificar, de hecho no habría porque hacer tal cosa, pero como humanoide femenino del planeta me atrae  inevitablemente la reflexión ante la evolución de los preceptos, las implicaciones del catálogo, ser “princesa”  o ser “perra”, la princesa espera, la perra va, la princesa es intocable, la otra todo puede tocarlo, la primera ama incondicionalmente, la segunda nunca se entrega ergo, nunca ama. Que complicado, pareciera que las dimensiones del amor para las mujeres siguen siendo ajenas, parece que saltamos de ser objeto para ser utilitarias; siento, presiento que hablando desde este territorio del género la felicidad sigue siendo inalcanzable, porque o lo entregas todo o sólo lo utilizas.

                Es quizás este el punto más arraigado de mi pleito con la diferencia, por qué habríamos de vetar una u otra parte, porque no reconocernos humanos todos, deseantes, amantes, dueños de un cuerpo que anhela sentirse dueño, esclavo, lascivo, poseído, propio, ajeno, pero también de un corazón, latiente, vulnerable, multifacético, viviente, amante.

                Reitero, es complicado, siempre me supe diferente, pero me gusta saberme princesa, nunca he esperado un príncipe que me rescate, pero me encantaría compartir mi reino con alguien a quien mire a los ojos y me reconozca y le reconozca, amante deseante loco, etc.

                Quizás la final de todo no sea un problema de género, sino de humanidad, de los que entendemos y vemos distinto, a los que los estereotipos no nos van, porque no somos ni perras ni princesas, ni machos ni maricas, sino humanos, buscando sentir placer, amor deseo, locura desbordándose por los poros y diciendo estás aquí te siento, no importa mañana, no importa nunca, importa hoy, y quizás está noche sea una o quizás sean el resto de mis noches, pero es por eso que tiene sentido estar aquí.
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