Desde la parte más alta de la montaña de su preferencia, decídase
por dar el paso. Por esta vez el abismo no está tan lejos, apenas un salto y
listo. No apriete los puños como quien intenta llevar algo consigo, no tiene
caso, en el vértigo que la caída provoque, no tendrá más remedio que soltarlo
todo. Tener miedo es normal, pero ya ha vivido más de un par de décadas asustado
y pusilánime sin querer apenas mirar hacia abajo. No puedo decirle que no habrá
de dolerle, nadie regresó nunca para desmentir tal hecho. Tome un minuto para
pensar en los que se quedan, pero que no sea más de eso, pues corre el riesgo de
arrepentirse y en este sitio nada ha cambiado. Si lo prefiere deje una nota
antes del salto, no para dar motivos, tan solo para decir adiós, es de mal
gusto irse sin despedirse. Cuando esté listo despréndase de sus vestimentas,
volar o caer no requieren de ornamentos
mundanos. Puede tomar un impulso para
alentar el viaje, puede solo dejarse caer, eso no tiene importancia. Una vez
que sienta el viento romperle en el rostro abra sus brazos, extienda sus
piernas, grite; pero por favor no llore. No haga de esta sublimación espiritual
un dramático entuerto. No cierre los ojos y tenga usted un maravilloso viaje.
El alma condenada o De Bernini a Bartolozzi
Hace 2 días
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