miércoles, 2 de abril de 2014

CELOS



Esta noche la hoja no está en blanco, el cursor no reta a mi falta de tino para pisar las teclas de forma correcta, esta noche la delicada efigie de la mujer soñada se asoma a la ventana aún antes de ser evocada, ahí está con su cabello oscuro cayendo como cascada y sus delicadas manos tocando tu imaginación. Enciendo un cigarrillo el mejor lugar común conocido para desviar la atención y pensar que fue un descuido y no un malintencionado plan para reprochar mis amplias caderas y mi falta de encanto. No funciona. Los celos a raudales me invaden y desaparece el juicio, el corazón se empequeñece y la razón no acierta a encontrar un punto fijo. Respiro con la intención de guardar la calma, cierro mis ojos y me ubico en un punto ciego, dónde no haya nada, donde sólo este yo, yo y el espejo de mis inseguridades, ese que me reclama no poder inspirar ni  tres líneas, ese en el que al fondo se muestra un desfile de mujeres desnudas que tus manos desearían estuvieran al frente, pero nada sólo estoy yo; yo y el arrebato de romper el espejo y arrancarme la piel y las ganas.  Regreso del punto ciego, vuelvo al lugar común y enciendo otro cigarro – los lugares comunes son seguros- me concentro en el humo que asciende y sin querer otra vez ella y su piel oscura asomando en el monitor, la bocanada se exige más amplia para borrarle, pero es enorme y yo tan pequeña. Me aferro al hilo de voz, a las palabras las últimas que dirigiste en dirección a mis oídos pero son crueles y la habitación gira y el mundo no se detiene y el tabaco no vuelve tenue la imagen y yo me siento tan triste…

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Esta noche la hoja no está en blanco, el cursor no reta a mi falta de tino para pisar las teclas de forma correcta, esta noche la delicada efigie de la mujer soñada se asoma a la ventana aún antes de ser evocada, ahí está con su cabello oscuro cayendo como cascada y sus delicadas manos tocando tu imaginación. Enciendo un cigarrillo el mejor lugar común conocido para desviar la atención y pensar que fue un descuido y no un malintencionado plan para reprochar mis amplias caderas y mi falta de encanto. No funciona. Los celos a raudales me invaden y desaparece el juicio, el corazón se empequeñece y la razón no acierta a encontrar un punto fijo. Respiro con la intención de guardar la calma, cierro mis ojos y me ubico en un punto ciego, dónde no haya nada, donde sólo este yo, yo y el espejo de mis inseguridades, ese que me reclama no poder inspirar ni  tres líneas, ese en el que al fondo se muestra un desfile de mujeres desnudas que tus manos desearían estuvieran al frente, pero nada sólo estoy yo; yo y el arrebato de romper el espejo y arrancarme la piel y las ganas.  Regreso del punto ciego, vuelvo al lugar común y enciendo otro cigarro – los lugares comunes son seguros- me concentro en el humo que asciende y sin querer otra vez ella y su piel oscura asomando en el monitor, la bocanada se exige más amplia para borrarle, pero es enorme y yo tan pequeña. Me aferro al hilo de voz, a las palabras las últimas que dirigiste en dirección a mis oídos pero son crueles y la habitación gira y el mundo no se detiene y el tabaco no vuelve tenue la imagen y yo me siento tan triste…
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