Arden mis dedos sobre el teclado, todos tienen miedo, yo
también. Un paso me separa del abismo, un salto que tiene la dimensión de un
puñado de palabras tristes, que no encuentro, que no existen. Anoche volví a soñarme pez en el desierto y desperté deshidratada. Hoy
fue un día plano, me despedí en un tibio abrazo del viejo Sauce, sin dolor ni
alegría, como quien se despide de un trozo de vida sin notar apenas que habrá de
irse para siempre. Las ideas
congestionadas de recuerdos y desmemorias, la soledad habitando cada recoveco de
mi cuerpo, las noches de insomnio enmarcando mi rostro y yo que no me atrevo a
saltar, que sigo escribiendo para encontrar las palabras que consigan nombrar
esta tristeza. Me distraigo entre
ventanas, fumo para ahuyentar los fantasmas, me murmuro entre dientes “tranquila
Gabrielita, ya pasará como tantas otras veces ha pasado”, me levanto y giro lejos de mi eje, me busco
en historias ajenas y regreso a la luz persistente de mi viejo monitor, todos
tienen miedo, yo también. No existen las palabras.
Tiempo gestual. Est
Hace 1 día
0 visiones de otros espejos:
Publicar un comentario