miércoles, 20 de agosto de 2014

Desmemoria


Para Sium, que sin saber es una cajita de fósforos en mi corazón.

Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Abrió los ojos y registró el lugar: una habitación de hotel.  No hizo ningún esfuerzo por recordar cómo había llegado hasta ahí.  La bruma en la memoria, cada vez más espesa, era ya una constante en sus días. Recordaba acaso, que algo importante había olvidado. Se incorporó y se puso frente al espejo, observó a detalle y con extrañeza su anatomía, se maravilló con los pliegues de su cuerpo, cubrió con una mano su sexo y con otras sus voluptuosos pechos, esbozó una sonrisa ladeando ligeramente su rostro y concentrando su mirada  en el café profundo de la mujer en el espejo decidió este día se llamaría Italia, si, justo como ese espacio geográfico del viejo mundo, donde probablemente nunca había estado. Ahora tenía un rostro, un cuerpo, un nombre  pero no una historia.  Con curiosidad y cada vez con mayor atención identificó las cicatrices en su piel. Había olvidado  las caídas de la infancia que habían marcado su frente; no recordaba que la mancha en su rodilla izquierda era producto del roce del sofá una noche que amo con todo el cuerpo; intuía por la forma de la marca que alguna vez por insensatez o descuido había quemado sus muñecas. Al terminar el escrutinio, no pudo evitar sentir como una tristeza densa se abismaba en el centro de su pecho, una nostalgia insoportable por eso suyo que no podía reconocer, que no entendía. –Italia- murmuró mientras dos cascadas saladas le inundaban el rostro. No quería ser Italia, quería tener una historia con sus días y sus noches, con todo el dolor y la paz y el amor y todo lo que ahora mismo no tenía.  Volvió a la cama. Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Cerró los ojos y volvió a quedarse dormida. Soñó entonces que su cuerpo era otro, uno de curvas más prolongadas y senos  pequeños,  su rostro era distinto asimétrico y redondo, su nombre  era ordinario, y además un sentimiento no grato la abatía. En el sueño molesta e inconforme se reprochaba ser esa que era. Apretó los puños al tiempo que… (Bis)


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Para Sium, que sin saber es una cajita de fósforos en mi corazón.

Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Abrió los ojos y registró el lugar: una habitación de hotel.  No hizo ningún esfuerzo por recordar cómo había llegado hasta ahí.  La bruma en la memoria, cada vez más espesa, era ya una constante en sus días. Recordaba acaso, que algo importante había olvidado. Se incorporó y se puso frente al espejo, observó a detalle y con extrañeza su anatomía, se maravilló con los pliegues de su cuerpo, cubrió con una mano su sexo y con otras sus voluptuosos pechos, esbozó una sonrisa ladeando ligeramente su rostro y concentrando su mirada  en el café profundo de la mujer en el espejo decidió este día se llamaría Italia, si, justo como ese espacio geográfico del viejo mundo, donde probablemente nunca había estado. Ahora tenía un rostro, un cuerpo, un nombre  pero no una historia.  Con curiosidad y cada vez con mayor atención identificó las cicatrices en su piel. Había olvidado  las caídas de la infancia que habían marcado su frente; no recordaba que la mancha en su rodilla izquierda era producto del roce del sofá una noche que amo con todo el cuerpo; intuía por la forma de la marca que alguna vez por insensatez o descuido había quemado sus muñecas. Al terminar el escrutinio, no pudo evitar sentir como una tristeza densa se abismaba en el centro de su pecho, una nostalgia insoportable por eso suyo que no podía reconocer, que no entendía. –Italia- murmuró mientras dos cascadas saladas le inundaban el rostro. No quería ser Italia, quería tener una historia con sus días y sus noches, con todo el dolor y la paz y el amor y todo lo que ahora mismo no tenía.  Volvió a la cama. Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Cerró los ojos y volvió a quedarse dormida. Soñó entonces que su cuerpo era otro, uno de curvas más prolongadas y senos  pequeños,  su rostro era distinto asimétrico y redondo, su nombre  era ordinario, y además un sentimiento no grato la abatía. En el sueño molesta e inconforme se reprochaba ser esa que era. Apretó los puños al tiempo que… (Bis)


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