domingo, 14 de junio de 2015

Cosas de grandes y cosas de niños.


Ayer hablaba con mi analista (sí, tengo una analista) sobre mi condición enamoradiza de toda la vida, el primer amor (imposible) de mi vida, lo conocí cuando tenía 5 años, él seguramente debió tener 10. Recuerdo que esperaba con ansias los festejos vecinales para poder verlo, que aprendí a escribir un poco antes de entrar a la primaria con la única convicción de escribirle la carta de amor más maravillosa que jamás en la historia se hubiera escrito; después de leerla, pensaba yo, él quedaría eclipsado por mi talento para escribir cartas y me pediría que me fugara con él. Afortunadamente eso nunca paso, bueno si escribí una carta, pero ni fue la más maravillosa ni la entregué nunca a su destinatario, ergo no me fugué con el amor (imposible) de mi vida a los 5 años.
Sucedió también que ayer mientras esperaba en la banca de un parque y habiendo olvidado mis audífonos, escuché a un padre aleccionando a un pequeño de no más de 6 años, resulta que había recibido la queja ya reiteradas veces de que Marco se besaba en la boca con Bere.
-Marco no puedes besarte con Bere en la boca, está mal
-Pero tu besas a mi mamá en la boca
-Sí, pero porque yo amo a tu mamá
- Pues yo también amo a Bere
-No Marco, el amor es cosa de grandes
Justo en esa parte me contuve para no intervenir, quería decirle, no señor, está usted muy equivocado, el amor no es cosa de grandes, es cosa de todos. Por obvias razones no dije nada, pero me quedé pensando en la empatía que mi Gabrielita tenía con Marcos, es cierto yo no besaba a nadie, yo escribía (escribo) idilicas cartas, pero también soy de los que nacimos descompuestos y se nos cuela el amor desde pequeños y por todas partes.

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Cosas de grandes y cosas de niños.


Ayer hablaba con mi analista (sí, tengo una analista) sobre mi condición enamoradiza de toda la vida, el primer amor (imposible) de mi vida, lo conocí cuando tenía 5 años, él seguramente debió tener 10. Recuerdo que esperaba con ansias los festejos vecinales para poder verlo, que aprendí a escribir un poco antes de entrar a la primaria con la única convicción de escribirle la carta de amor más maravillosa que jamás en la historia se hubiera escrito; después de leerla, pensaba yo, él quedaría eclipsado por mi talento para escribir cartas y me pediría que me fugara con él. Afortunadamente eso nunca paso, bueno si escribí una carta, pero ni fue la más maravillosa ni la entregué nunca a su destinatario, ergo no me fugué con el amor (imposible) de mi vida a los 5 años.
Sucedió también que ayer mientras esperaba en la banca de un parque y habiendo olvidado mis audífonos, escuché a un padre aleccionando a un pequeño de no más de 6 años, resulta que había recibido la queja ya reiteradas veces de que Marco se besaba en la boca con Bere.
-Marco no puedes besarte con Bere en la boca, está mal
-Pero tu besas a mi mamá en la boca
-Sí, pero porque yo amo a tu mamá
- Pues yo también amo a Bere
-No Marco, el amor es cosa de grandes
Justo en esa parte me contuve para no intervenir, quería decirle, no señor, está usted muy equivocado, el amor no es cosa de grandes, es cosa de todos. Por obvias razones no dije nada, pero me quedé pensando en la empatía que mi Gabrielita tenía con Marcos, es cierto yo no besaba a nadie, yo escribía (escribo) idilicas cartas, pero también soy de los que nacimos descompuestos y se nos cuela el amor desde pequeños y por todas partes.
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