Un recuerdo atraviesa la tarde, como era de esperarse viene
desparpajado y mal oliente. Le veo, me
ha visto, pero fingimos no conocernos, no fui yo la que le ha vivido; no fu él
quien me ha marcado. Desconocidos
bebiendo en el mismo bar, un bar para corazones rotos, para almas solas y
personas tristes; para nostalgias que lo
mismo visten glamurosamente que con los peores harapos que el tiempo les ha otorgado. Yo
pido una cerveza, él mezcal; sabe que
detesto el mezcal, que no soporto ese sabor acre que quema no sólo las papilas gustativas sino
todo mi tracto digestivo. Cínico y de reojo me mira y levanta su breve tarrito
para brindar por la desventura que nos une. Dramática y aparentemente desentendida correspondo
al gesto y doy un trago largo, sintiendo en mi paladar el amargo elixir que sabiéndolo
de sobra me ata más y más a esa memoria
perdida que hoy aparece y desearía olvidada.
Se acerca desgarbado, le reconozco de principio a fin y me estremezco,
sin pedírselo me enciende un cigarrillo y
balbucea con su aliento aguardentoso polvosas palabras a mi oído. Son fuegos
artificiales que estallan peligrosamente muy cerca del corazón. Que se vaya, le pido
que se vaya, demasiadas lágrimas ya han corrido en este sitio, pero no le
importan mis ruegos se abraza a mis cabellos desordenados y juega con el esbozo
de triste sonrisa que apenas atino a dibujar en mi rostro cansado de
andar. No me resisto más y tomo su mano,
me hundo entonces en sus veredas y brindo con él una y otra y otra vez, mezcal
y cerveza invaden el caer de mi sol. Me besa, lo siento tan mío como si apenas
fuera ayer que lo he fabricado, me hace tan suya en un abrazo como si apenas
sucediera. Y no sé si es grato o
detestable, pero lo siento, lo siento desde el centro y expandiéndose a todos
mis continentes. Me dejo llevar, me dejo ser manojo de vulnerabilidad ante un
pasado distante y gris, pero feliz. Y justo
entonces, como todo en mi mundo, cuando los colores cambian, se desvanece se
pierde, se aleja, se va. Un trago más, le
busco, se fue. Se quedan las ganas de
llorar, el vacío contundente de manos y palabras y noches y tú.
Tiempo gestual. Est
Hace 2 días
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