lunes, 26 de septiembre de 2016

él que no es él

Nula concentración, escribo dos líneas y me pierdo en los contornos de las nubes que veo desde mi ventana. Las ideas elusivas, hoy más que otros días, llevan todo el día danzando de un lado a otro; mis dedos siguen el ritmo de esa canción que dice …y morirme contigo si te matas y matarme contigo si… y ahí se pierde el ritmo y entonces pienso, que no, que está claro y no sé qué tan triste resulte asumirlo, pero no, yo nunca voy a morirme de amor, pero quizás sí que me muera amando o pretendiendo hacerlo.  Vuelvo a empezar, el cursor parpadea y yo trato de poner orden a mi cabeza, gobernar mis emociones y cumplir con mi deber. No funciona, las palabras se han puesto en fila una detrás de otra y saltan en misión suicida, antes de que pueda contenerlas para plasmarlas, explotan; malditas palabras kamikazes, malditas, malditas sean… y es que algo en mi corazón me dice que la dispersión, el silencio y el tanto ruido son consecuencia y no causa.  Uno no puede jugar y pretender que nada pase. Y es que él juega conmigo y yo me presto al juego; para después sin querer y sin ver jugar con él, que no es él sino el otro él, el que se acerca, el que llega, el que busca y no tiene ánimos de juego y nada. Pierdo a doble juego y nada, que no me puedo concentrar y no puedo escribir. Un motín de emociones, sensaciones y ganas de bailar cumbia me tienen dando vueltas de un lado a otro de la habitación enlistando hubieras y desenlaces.  Vuelvo a empezar…

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él que no es él

Nula concentración, escribo dos líneas y me pierdo en los contornos de las nubes que veo desde mi ventana. Las ideas elusivas, hoy más que otros días, llevan todo el día danzando de un lado a otro; mis dedos siguen el ritmo de esa canción que dice …y morirme contigo si te matas y matarme contigo si… y ahí se pierde el ritmo y entonces pienso, que no, que está claro y no sé qué tan triste resulte asumirlo, pero no, yo nunca voy a morirme de amor, pero quizás sí que me muera amando o pretendiendo hacerlo.  Vuelvo a empezar, el cursor parpadea y yo trato de poner orden a mi cabeza, gobernar mis emociones y cumplir con mi deber. No funciona, las palabras se han puesto en fila una detrás de otra y saltan en misión suicida, antes de que pueda contenerlas para plasmarlas, explotan; malditas palabras kamikazes, malditas, malditas sean… y es que algo en mi corazón me dice que la dispersión, el silencio y el tanto ruido son consecuencia y no causa.  Uno no puede jugar y pretender que nada pase. Y es que él juega conmigo y yo me presto al juego; para después sin querer y sin ver jugar con él, que no es él sino el otro él, el que se acerca, el que llega, el que busca y no tiene ánimos de juego y nada. Pierdo a doble juego y nada, que no me puedo concentrar y no puedo escribir. Un motín de emociones, sensaciones y ganas de bailar cumbia me tienen dando vueltas de un lado a otro de la habitación enlistando hubieras y desenlaces.  Vuelvo a empezar…
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