domingo, 12 de junio de 2011

Llévenla al baile!!

Nunca me ha gustado pensar en la predestinación genética como algo determinante en la existencia, es decir, siempre he preferido pensar que es cada quien a partir de su formación y su libertad quien pone las limitantes, para hacer tal o cual cosa. La experiencia aunque no me gusté aceptarlo, me ha mostrado que estoy equivocada y me ha hecho reconsiderar: sí hay una parte que aprendemos para ir forjando un camino, pero también hay una parte que se trae, o q no se trae y no hay forma alguna de adquirirlo.

Esta reflexión viene a que, yo no bailo ni en defensa propia, no se me da, simplemente no es algo que tenga yo en el cuerpo, eso de coordinar mano pie y además mover las caderas y los hombros con ritmo ¡ooooh por dios! Es lo más complicado que alguien puede pedirme que haga. Nunca había tenido problema con aceptarlo, siempre que alguien me preguntaba, yo respondía fría y secamente, que el baile me parecía algo primitivo, ya saben disfrazar de mamonés la carencia. Nunca tuve mayores líos, me rodeaba de gente no bailante, entonces todos felices.

El asunto, el problema o por lo menos la cuestión comenzó a cambiar, cuando precisamente empecé a coincidir con gente bailarina, cuando mis fiestas cambiaron de sólo charla y viajes mentales a interacción social, con personas que gustan de frecuentar esos sitios donde todo mundo le saca brillo a la pista. Al inicio, igual me sentaba e inventaba alguna escusa, decía muy honestamente, no sé bailar, entonces venía la parte donde alguien me insistía y me insistía bajo el argumento que lo importante era divertirse. Nada más lejos para mi concepto de diversión, era lo más estresante del mundo, me sudaban las manos, no podía dejar de ver mis pies, y cuando por fin agarraba el paso, la canción llegaba a su fin, entonces inventaba algún pretexto y salía del lugar lamentándome tristemente por mi incapacidad física para el baile.

Apelando a lo que comentaba al inicio de este post, con la firme convicción de que el hacer o no hacer algo, no depende de ese tipo de limitaciones, sino de esmero, libertad y formación, decidí cambiar mi vida, ahora iría a todas las fiestas donde hubiera que bailar, diría siempre sí a una invitación para hacerlo, me concentraría firmemente en lograr si no ser el ama de la pista, por lo menos en no parecer robocop con epilepsia. Poco a poco, fui encontrando lo divertido del asunto, además si le ponía el ingrediente secreto (chelas) uuuh!! Sabor… o al menos eso pensaba, hasta que, no sé si alguien que me quiere mucho o no me quiere nada, me grabó en uno de esos rituales de arritmia, es lo más divertido, yo tengo una cara de wow, como lo gozo, pero mi cuerpo no expresa precisamente lo mismo, creo que superé la etapa robocop y pasé a la etapa play móvil.

Una resignación extraña  llegó a mi vida, yo-el baile, no somos uno mismo, que digo uno mismo somos como universos paralelos.  Definitivamente hay cosas que no se te dan y punto.

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Llévenla al baile!!

Nunca me ha gustado pensar en la predestinación genética como algo determinante en la existencia, es decir, siempre he preferido pensar que es cada quien a partir de su formación y su libertad quien pone las limitantes, para hacer tal o cual cosa. La experiencia aunque no me gusté aceptarlo, me ha mostrado que estoy equivocada y me ha hecho reconsiderar: sí hay una parte que aprendemos para ir forjando un camino, pero también hay una parte que se trae, o q no se trae y no hay forma alguna de adquirirlo.

Esta reflexión viene a que, yo no bailo ni en defensa propia, no se me da, simplemente no es algo que tenga yo en el cuerpo, eso de coordinar mano pie y además mover las caderas y los hombros con ritmo ¡ooooh por dios! Es lo más complicado que alguien puede pedirme que haga. Nunca había tenido problema con aceptarlo, siempre que alguien me preguntaba, yo respondía fría y secamente, que el baile me parecía algo primitivo, ya saben disfrazar de mamonés la carencia. Nunca tuve mayores líos, me rodeaba de gente no bailante, entonces todos felices.

El asunto, el problema o por lo menos la cuestión comenzó a cambiar, cuando precisamente empecé a coincidir con gente bailarina, cuando mis fiestas cambiaron de sólo charla y viajes mentales a interacción social, con personas que gustan de frecuentar esos sitios donde todo mundo le saca brillo a la pista. Al inicio, igual me sentaba e inventaba alguna escusa, decía muy honestamente, no sé bailar, entonces venía la parte donde alguien me insistía y me insistía bajo el argumento que lo importante era divertirse. Nada más lejos para mi concepto de diversión, era lo más estresante del mundo, me sudaban las manos, no podía dejar de ver mis pies, y cuando por fin agarraba el paso, la canción llegaba a su fin, entonces inventaba algún pretexto y salía del lugar lamentándome tristemente por mi incapacidad física para el baile.

Apelando a lo que comentaba al inicio de este post, con la firme convicción de que el hacer o no hacer algo, no depende de ese tipo de limitaciones, sino de esmero, libertad y formación, decidí cambiar mi vida, ahora iría a todas las fiestas donde hubiera que bailar, diría siempre sí a una invitación para hacerlo, me concentraría firmemente en lograr si no ser el ama de la pista, por lo menos en no parecer robocop con epilepsia. Poco a poco, fui encontrando lo divertido del asunto, además si le ponía el ingrediente secreto (chelas) uuuh!! Sabor… o al menos eso pensaba, hasta que, no sé si alguien que me quiere mucho o no me quiere nada, me grabó en uno de esos rituales de arritmia, es lo más divertido, yo tengo una cara de wow, como lo gozo, pero mi cuerpo no expresa precisamente lo mismo, creo que superé la etapa robocop y pasé a la etapa play móvil.

Una resignación extraña  llegó a mi vida, yo-el baile, no somos uno mismo, que digo uno mismo somos como universos paralelos.  Definitivamente hay cosas que no se te dan y punto.
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