lunes, 17 de mayo de 2010

Los finales felices…


   Nunca me han gustado los finales felices, me parecen irreales, una burla para los lectores, atentar con cualquier ápice de inteligencia humana, a lo mejor soy muy dura. Recuerdo cuando era joven, bueno, más joven, digamos infante, mi tía Lidia era adicta a las novelitas de puesto de periódicos Jazmín, novelas con corazón, o las novelas que venían en Vanidades, todas escritas por Corín Tellado, yo de repente me leí un par de ellas, a escondidas claro está, porque tenían un "alto contenido erótico" no apto para una niña, la verdad es que era atractivo leerlas solo porque me eran prohibidas, pero en realidad resultaba de lo más aburrido, pues después de leer la primera ya tenía el esquema, la fórmula mágica, para saber cómo terminarían todas.
    Hace algún tiempo tuve un altercado con un polígono amoroso y digo polígono, porque a veces sólo era un triángulo pero de repente ya no sabía cuántos lados tenía la cosa esa, pero no es eso lo que me ocupa por ahora, sino la emblemática personalidad de una de las participantes en la trama de esa historia, era una mujer si no digamos guapa por lo menos con dos ojos, dos piernas, veinte dedos, una boca, de más o menos mi edad, en fin, digamos una chica normal promedio, dentro de esa normalidad algo muy enfermo  desde mi perspectiva se escondía, tuve oportunidad de hablar un par de veces con ella, y las dos ocasiones me sentí en medio de una telenovela de Televisa, sus diálogos eran del tipo: Ese hombre es mío y nadie me lo puede quitar, Me voy a vengar y pagaran con sangre malnacidos, Yo estoy dispuesta a luchar por lo que es mío, cuésteme lo que me cueste, parecía que
como en nuestro tiempo las guarderías no estaban tan en boga, había sido educada  por él canal de las estrellas. Al principio me parecía ridículo y hasta me divertía, pero después me di cuenta, que es toda una estructura de pensamiento mucho más compleja, arraigada en muchas mujeres, de mi edad al menos.
     La expectativa en cuanto a la consumación de la felicidad, la idea de los buenos y los malos, los amores eternos, es algo enraizado en el imaginario colectivo, y aquí trato de separar un poco las ideas, todos queremos ser felices, porque bueno es parte de la naturaleza buscar los estados de bienestar, el problema es que tenemos un concepto transfigurado de felicidad, es decir (hablo de generalidades) vivimos con una esperanza ciega y torpe, de que en algún momento alguien nos va a salvar y tendremos un final feliz.
    Los finales felices, no sólo no me gustan, no existen. Leemos novelas rosas y miramos telenovelas para compensar la frustración de una búsqueda absurda, el problema es el círculo vicioso que en ello se juega.

2 visiones de otros espejos:

María dijo...

:')
Me alegra saber que existe alguien que piense igual en éste mundo lleno de drama telenovelesco.
A propósito de las novelas rosas/eróticas, también yo las leía a escondidas. Me encantaba que en ésa época fueran para mi más divertidas de lo patéticas e irreales que lucen ahora.

Karla dijo...

Yo también tuve la famosa tía adepta a las novelas rositas, cuando curiosamente ella misma decía desde que tengo uso de memoria: "yo no me pienso casar", y no lo hizo y es solterita. Espero que ya se haya curado de tan dañina costumbre.

Tanta gente, tanta fémina a las que da ganas sarandear para despejarle un poco la mente o aflojarle el vendaje de los ojos.

Y ahora mismo, después de leerte,me pongo a pensar entre humorista y pasmada en el montón de alumnas que me mirar con horror cada vez que, interesadísimas en mi vida sentimental, comienzan a hacerme pregunas y digo que no me apura tener novio ni tengo ese instito maternal desarrollado...

Y mejor ni les digo: "no hay un fueron felices para siempre", a menos que esté en clase de filosofía.

Los finales felices…


   Nunca me han gustado los finales felices, me parecen irreales, una burla para los lectores, atentar con cualquier ápice de inteligencia humana, a lo mejor soy muy dura. Recuerdo cuando era joven, bueno, más joven, digamos infante, mi tía Lidia era adicta a las novelitas de puesto de periódicos Jazmín, novelas con corazón, o las novelas que venían en Vanidades, todas escritas por Corín Tellado, yo de repente me leí un par de ellas, a escondidas claro está, porque tenían un "alto contenido erótico" no apto para una niña, la verdad es que era atractivo leerlas solo porque me eran prohibidas, pero en realidad resultaba de lo más aburrido, pues después de leer la primera ya tenía el esquema, la fórmula mágica, para saber cómo terminarían todas.
    Hace algún tiempo tuve un altercado con un polígono amoroso y digo polígono, porque a veces sólo era un triángulo pero de repente ya no sabía cuántos lados tenía la cosa esa, pero no es eso lo que me ocupa por ahora, sino la emblemática personalidad de una de las participantes en la trama de esa historia, era una mujer si no digamos guapa por lo menos con dos ojos, dos piernas, veinte dedos, una boca, de más o menos mi edad, en fin, digamos una chica normal promedio, dentro de esa normalidad algo muy enfermo  desde mi perspectiva se escondía, tuve oportunidad de hablar un par de veces con ella, y las dos ocasiones me sentí en medio de una telenovela de Televisa, sus diálogos eran del tipo: Ese hombre es mío y nadie me lo puede quitar, Me voy a vengar y pagaran con sangre malnacidos, Yo estoy dispuesta a luchar por lo que es mío, cuésteme lo que me cueste, parecía que
como en nuestro tiempo las guarderías no estaban tan en boga, había sido educada  por él canal de las estrellas. Al principio me parecía ridículo y hasta me divertía, pero después me di cuenta, que es toda una estructura de pensamiento mucho más compleja, arraigada en muchas mujeres, de mi edad al menos.
     La expectativa en cuanto a la consumación de la felicidad, la idea de los buenos y los malos, los amores eternos, es algo enraizado en el imaginario colectivo, y aquí trato de separar un poco las ideas, todos queremos ser felices, porque bueno es parte de la naturaleza buscar los estados de bienestar, el problema es que tenemos un concepto transfigurado de felicidad, es decir (hablo de generalidades) vivimos con una esperanza ciega y torpe, de que en algún momento alguien nos va a salvar y tendremos un final feliz.
    Los finales felices, no sólo no me gustan, no existen. Leemos novelas rosas y miramos telenovelas para compensar la frustración de una búsqueda absurda, el problema es el círculo vicioso que en ello se juega.
2 comentarios:

:')
Me alegra saber que existe alguien que piense igual en éste mundo lleno de drama telenovelesco.
A propósito de las novelas rosas/eróticas, también yo las leía a escondidas. Me encantaba que en ésa época fueran para mi más divertidas de lo patéticas e irreales que lucen ahora.


Yo también tuve la famosa tía adepta a las novelas rositas, cuando curiosamente ella misma decía desde que tengo uso de memoria: "yo no me pienso casar", y no lo hizo y es solterita. Espero que ya se haya curado de tan dañina costumbre.

Tanta gente, tanta fémina a las que da ganas sarandear para despejarle un poco la mente o aflojarle el vendaje de los ojos.

Y ahora mismo, después de leerte,me pongo a pensar entre humorista y pasmada en el montón de alumnas que me mirar con horror cada vez que, interesadísimas en mi vida sentimental, comienzan a hacerme pregunas y digo que no me apura tener novio ni tengo ese instito maternal desarrollado...

Y mejor ni les digo: "no hay un fueron felices para siempre", a menos que esté en clase de filosofía.