domingo, 7 de agosto de 2011

Los domingos



Aunque me resista a aceptarlo, soy un animal de costumbres y rutinas; los domingos acostumbro dejar que las palabras se amotinen en el cuerpo y al final broten como se les dé la gana, está no es una experiencia del todo placentera, más por el contrario, tendría que decir que es dolorosa, las palabras tienen garras y dientes afilados que lastiman en su paso apresurado y violento que busca desbordarse. Los demás días es más fácil enredarlas entre los dedos, entretenerlas entre lecturas y discursos, quizás hasta acariciarlas un poco, jugar con ellas como si fueran felinos domesticados que cuando les es preciso se acercan a ronronearle a su amo, en fin, utilizar las necesarias y fingir que no existe el resto.

Es domingo, es normal, las palabras se suicidan.

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Los domingos



Aunque me resista a aceptarlo, soy un animal de costumbres y rutinas; los domingos acostumbro dejar que las palabras se amotinen en el cuerpo y al final broten como se les dé la gana, está no es una experiencia del todo placentera, más por el contrario, tendría que decir que es dolorosa, las palabras tienen garras y dientes afilados que lastiman en su paso apresurado y violento que busca desbordarse. Los demás días es más fácil enredarlas entre los dedos, entretenerlas entre lecturas y discursos, quizás hasta acariciarlas un poco, jugar con ellas como si fueran felinos domesticados que cuando les es preciso se acercan a ronronearle a su amo, en fin, utilizar las necesarias y fingir que no existe el resto.

Es domingo, es normal, las palabras se suicidan.
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