lunes, 22 de agosto de 2011

Ojos

Fue un día de almas ligeras y ojos callados. Los míos, mis ojos, por el contrario no pararon de hablar, un parloteo incesante los mantuvo ocupados todo el día. Por la mañana conversaron con el espejo, no estoy segura, pero algo me hace suponer que discutieron, no me extrañaría, eso pasa siempre que ese par de descarados se ponen a contar secretos a esos otros dos discretos, que atentos del otro lado observan, se miran, se escuchan y más temprano que tarde, los de dentro terminan por llorar.


Subí al vagón del metro, repleto como ya dije, de almas ligeras, de miradas mudas. Sé que suena contradictorio decir que el alma es ligera cuando los ojos no hablan, pero es real, basta mirar cómo todos ahí dentro se vuelven etéreos, hasta el punto mismo de parecer inexistentes. Y entonces mis ojos comenzaron un monólogo sobre el absurdo entre la multitud, los sorprendí por el cristal diciendo impertinencias, traté de reprenderlos, pero en realidad a ellos poco les importan mis reparos.

A veces me preocupa la soltura del discurso con que a todo mundo van contándole, mis alegrías, mis sin razones, mis penas, mis delirios. Pero al final, qué más da, soy un alma pesada, con unos ojos parlantes, que no paran, ni un minuto, todo el tiempo hablan.

1 visiones de otros espejos:

Anónimo dijo...

este me parece bastante agradable, para que veas que sí leo tu blog. Saludos.

Ojos

Fue un día de almas ligeras y ojos callados. Los míos, mis ojos, por el contrario no pararon de hablar, un parloteo incesante los mantuvo ocupados todo el día. Por la mañana conversaron con el espejo, no estoy segura, pero algo me hace suponer que discutieron, no me extrañaría, eso pasa siempre que ese par de descarados se ponen a contar secretos a esos otros dos discretos, que atentos del otro lado observan, se miran, se escuchan y más temprano que tarde, los de dentro terminan por llorar.


Subí al vagón del metro, repleto como ya dije, de almas ligeras, de miradas mudas. Sé que suena contradictorio decir que el alma es ligera cuando los ojos no hablan, pero es real, basta mirar cómo todos ahí dentro se vuelven etéreos, hasta el punto mismo de parecer inexistentes. Y entonces mis ojos comenzaron un monólogo sobre el absurdo entre la multitud, los sorprendí por el cristal diciendo impertinencias, traté de reprenderlos, pero en realidad a ellos poco les importan mis reparos.

A veces me preocupa la soltura del discurso con que a todo mundo van contándole, mis alegrías, mis sin razones, mis penas, mis delirios. Pero al final, qué más da, soy un alma pesada, con unos ojos parlantes, que no paran, ni un minuto, todo el tiempo hablan.

1 comentarios:

este me parece bastante agradable, para que veas que sí leo tu blog. Saludos.