domingo, 25 de septiembre de 2011

El juego



Instintivamente buscas el revólver bajo tu almohada, el frío del metal te hace sentir tranquilo, por un momento te piensas a salvo. Intentas volver a dormir, pero es inútil, el miedo se ha apoderado de ti, es perturbador siquiera cerrar los ojos. En cualquier momento ella llegara. Lo sabes porque ha sido siempre así, predecible, constante. Ella juega contigo los días pares del calendario. El arma sólo tiene un tiro, deseas que sea para ti y esto termine de una vez.

Deambulas aletargado, miras por la ventana, puedes verla entrar en el edificio,  las manos te sudan y todo el cuerpo se estremece. Escuchas el taconeo de sus pasos ya muy cerca de la puerta, por un segundo consideras no abrir, llevas el cañón a tu cien, no quieres seguir en su juego,  no puedes disparar, no puedes parar el juego, es ella tan hermosa,   en lugar de poner fin, abres la puerta aún antes de siquiera escuchar el golpeteo de sus dedos.

Conoce muy bien tu guarida, sabe perfectamente los lugares dónde podrías ocultar el arma, ya has pasado antes por ahí y su sonrisa burlona no es grata,  prefieres entregársela y suplicarle lo haga cuando menos duela, cuando menos en ti te encuentres. Sus labios rojos sonríen y al tiempo que se quita la ropa, menciona como su instinto de bestia no le permite menguar tu dolor en ningún momento.  Ordena te desnudes, te hundes en su cuerpo, la cadencia de sus caderas te hace olvidar el juego. Sientes como el universo revienta en el centro de sus cuerpos.  Primer espasmo: ella acerca el cañón a tu cara dispara, nada. Segundo espasmo es tu turno, apuntas a su corazón, te acobardas, no puedes disparar y si esta vez tocara la bala ¿podrías vivir con ello?,  son las reglas del juego y antes de que el placer mengüe, disparas, nada. Tercer espasmo, ella pone  el cañón en tu boca, aprieta el gatillo, un fuerte estallido resuena, el arma cae, es cuestión de  segundos, ganaste, esta noche por fin ganaste, la bala es tuya, la muerte llega. Pero no pasa nada, sigues vivo y asustado, el sabor del metal  en tus labios, la luz colándose por tus ojos, no pasa nada, sigues vivo, despiertas, ella no vendrá nunca más, una vez que has ganado el juego, no es necesario volver.

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El juego



Instintivamente buscas el revólver bajo tu almohada, el frío del metal te hace sentir tranquilo, por un momento te piensas a salvo. Intentas volver a dormir, pero es inútil, el miedo se ha apoderado de ti, es perturbador siquiera cerrar los ojos. En cualquier momento ella llegara. Lo sabes porque ha sido siempre así, predecible, constante. Ella juega contigo los días pares del calendario. El arma sólo tiene un tiro, deseas que sea para ti y esto termine de una vez.

Deambulas aletargado, miras por la ventana, puedes verla entrar en el edificio,  las manos te sudan y todo el cuerpo se estremece. Escuchas el taconeo de sus pasos ya muy cerca de la puerta, por un segundo consideras no abrir, llevas el cañón a tu cien, no quieres seguir en su juego,  no puedes disparar, no puedes parar el juego, es ella tan hermosa,   en lugar de poner fin, abres la puerta aún antes de siquiera escuchar el golpeteo de sus dedos.

Conoce muy bien tu guarida, sabe perfectamente los lugares dónde podrías ocultar el arma, ya has pasado antes por ahí y su sonrisa burlona no es grata,  prefieres entregársela y suplicarle lo haga cuando menos duela, cuando menos en ti te encuentres. Sus labios rojos sonríen y al tiempo que se quita la ropa, menciona como su instinto de bestia no le permite menguar tu dolor en ningún momento.  Ordena te desnudes, te hundes en su cuerpo, la cadencia de sus caderas te hace olvidar el juego. Sientes como el universo revienta en el centro de sus cuerpos.  Primer espasmo: ella acerca el cañón a tu cara dispara, nada. Segundo espasmo es tu turno, apuntas a su corazón, te acobardas, no puedes disparar y si esta vez tocara la bala ¿podrías vivir con ello?,  son las reglas del juego y antes de que el placer mengüe, disparas, nada. Tercer espasmo, ella pone  el cañón en tu boca, aprieta el gatillo, un fuerte estallido resuena, el arma cae, es cuestión de  segundos, ganaste, esta noche por fin ganaste, la bala es tuya, la muerte llega. Pero no pasa nada, sigues vivo y asustado, el sabor del metal  en tus labios, la luz colándose por tus ojos, no pasa nada, sigues vivo, despiertas, ella no vendrá nunca más, una vez que has ganado el juego, no es necesario volver.
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