martes, 9 de marzo de 2010

Caramelos


Amanda se levanta a buscar la bolsa  de dulces,  toma uno, se lo echa a la boca, y se recuesta sobre la alfombra guinda q cubre el piso del hostal, su  mirada se pierde en las estrellas   proyectadas en las paredes por la pantalla de la lámpara q gira, cierra los ojos para imaginar q esta ciega, pero aún así  las estrellas siguen dando vueltas en torno a ella,  piensa q tal vez,  ella misma ahora este girando  y q cuando abra los ojos, será porque todo habrá parado, y no tendrá q ocultarse más.  El caramelo termina por desaparecer  en su boca,  y el sabor a uva, poco a poco comienza dejar paso  a lo amargo de su salivar cuando algo la aflige;  abre los ojos,  se pone en pie, recorre con la vista  la habitación hasta llegar a las ventanas, se concentra en las luces azules de los carros  q pasan a lo lejos en la carretera,  piensa en q quizás mañana  alguien vea las luces de su auto  por esa misma ventana, quizás mañana otro prófugo de sí,  se recueste en  la polvorienta alfombra para sentir que es estrella. 
     La luz de la mañana se cuela entre las cortinas, alguien toca a la puerta, para recordarle a Amanda q el cuarto vence a la una;  observa el reloj, las 11:30, apenas hay tiempo para  bañarse y buscar otro punto en el mapa.   Toma su  mochila y las llaves, se asegura de no olvidar nada y sale del cuarto dejando  un par de caramelos sobre el buró. Sube al auto, enciende un porro y sintoniza  la radio difusora local,   prende el vehículo y comienza un nuevo día de travesía  hacia ningún sitio,  Amanda se concentra en las líneas amarillas de la carretera,  son como estar en un videojuego, su auto es pacman y las líneas son  puntos luminosos q hay q devorar antes de q  la alcancen los fantasmas del pasado.  La tarde  rebasa a la mañana y  las primeras estrellas  en el cielo   anuncian la noche,  Amanda conduce sin problemas hasta el pueblo más cercano para buscar algo de comida, un  sitio donde pasar la noche  y   un teléfono de monedas, estaciona el carro en las orillas de la plaza y comienza a caminar por las pintorescas calles del  poblado,  la  única posada  en el pueblo  es atendida por  un  anciano desconfiado q le niega la entrada a causa de su mala facha. 
     Amanda sube a su auto y se dispone a abandonar el lugar, no acostumbra conducir de noche pero esta vez pareciera no tiene  opción.  Gira la llave, la marcha  no da para más, vuelve girar, pero el carro no enciende, Amanda comienza a  resignarse a pasar la noche dentro del auto para mañana con calma revisar q le sucede, prende un cigarrillo, busca en su mochila los dulces  y  decide caminar, mientras la noche pasa.   Camina cavilando, en su huída, pensando en lo q se queda, revisando lo q esta,  da vueltas por las mismas calles, escuchando como las casas se quejan y cuentan historias similares. Vuelve la cabeza  y se percata de que alguien  recoge sus pasos, por un momento  la invade el miedo y aprieta el paso, después cae en cuenta q correr no tiene sentido, puesto q en realidad  no tiene a donde ir para ocultarse, así q se detiene  y espera  bajo un farol a que el extraño se acerque, es un hombre de  frágil complexión, y  cabellos largos q al estar frente a ella le extiende la mano.
-Arón, compañero de viaje
-de viaje? Q viaje?
-tu viaje.
    Amanda lo observa desconfiada,  y para ocultar su nerviosismo asiente a extender la mano mientras con la otra busca en la bolsa de su  chamarra otro caramelo, es el último,  quita la envoltura torpemente y se lo lleva a la boca, sin despegar la mirada del desconocido.
-Es q no compartes tus dulces?- dice Arón con tono de ironía.
-lo siento es el último, pero dime porque me seguías?- Responde Amanda siendo firme en sus palabras.
- no te preocupes por los dulces tengo los q olvidaste sobre el buró.
-no los olvide… como sabes tu de eso?
-… yo  puedo saber demasiado, quizás nada… pero no tengas miedo, no se nada q tu no quieras q sepa, ven caminemos, la noche es muy fría  y no quiero q te congeles.
   Arón  toma la mano de Amanda, q pese a su asombro  no  pone resistencia,  caminan por largo rato sin soltarse, Amanda  desconcertada, no para de cuestionar a Arón, quién es? Porqué esta aquí?   Duda incluso de q él sea real.  Él por su parte, sonríe plácidamente y se  limita a hablar de  la luna, del  viento q  rompe en sus caras,  y de lo mágico de la noche.
     Llegan  hasta la posada, donde horas antes el anciano negó la entrada a Amanda, Arón solicita una habitación y el anciano sin poner mayor resistencia  le da las llaves. Suben escaleras, y llegan al cuarto asignado, Amanda se recuesta en la orilla de la cama y se da cuenta de cuál vulnerable se encuentra,  Arón   le roza la cara, con  tal delicadeza q pareciera teme hacerle daño, besa su oído  y siente como ella se estremece y voltea para encontrar sus labios, los besos tiernos q dieron inicio  a la batalla, se transforman en instantes en armas mortales, q no permiten a sus cuerpos negarse a morir  uno en manos del otro, la cadencia y el ritmo en  sus caderas, los lleva a danzar plácidamente, a cerrar los ojos y a saberse estrellas,  a viajar  por galaxias infinitas y reventar entre ellas  para después morir, y caer  nuevamente al abismo en la tierra.
    Amanda  enciende un cigarrillo, mientras observa el cuerpo desnudo de Arón y dice con voz ansiosa – Aún tienes dulces?
-Sí. Limón o uva?
-Dices saberlo todo, debes saber cuál prefiero.
-no, no puedo saberlo todo, pero se q te gustan los de uva.
-y q más sabes?
-se q huyes de ti.
-eso es imposible, no puedo escapar de mi.
-lo sabes, lo sé, pero eso no es suficiente.
    Arón acerca el  caramelo  sin envoltura a los labios de Amanda y sonríe complacido al ver como su gesto cambia cuando aquel dulce morado toca su lengua, Amanda  paladea  el dulce a la par de la duda de quién pueda ser este hombre.
-Porqué me seguías?
-No, no te seguía, te encontré.
-Me buscabas?
-A veces uno encuentra sin buscar.
-o a veces busca sin encontrar.
    Amanda se levanta y se aproxima a la ventana,  cierra los ojos y  como es costumbre finge ser ciega, sabe q Arón la observa, con la yema de sus dedos palpa  lo suave de su  piel  desnuda,  y abriendo los ojos de a poco pregunta
-Tu te quedarías a mi lado?
- q  necesitas?
- Por ahora dulces.
-Solo queda uno y es de  piña.
-Tu te quedarías a mi lado?
-q necesitas?
-Dulces he dicho.
-Ammm entonces no me necesitas.
    El cuarto queda en silencio, Arón se acerca a Amanda,  besa sus hombros  y baja por su espalda, ella suelta una pequeña risita  por las cosquillas q  provocan las barbas  de Arón, él besa cada centímetro de piel, ella solo da rienda suelta al placer  y se permite sentir,  los dos fingen  ser ciegos, y  juegan a estar locos, sacian sus instintos en copulas interminables, q nublan la razón.   Todo parece tan simple, tan primitivo, solo son ellos  jugando a ser.
    Los cuerpos caen rendidos, pero ellos se resisten a dormir, temen q al despertar, sigan viajando, sigan huyendo, pero sin saber q se siguen q uno es parte del otro. Arón  destapa el  último dulce   y lo come a mordidas, mientras  pregunta
-tu te quedarías conmigo?
-no me gustan las cicatrices.
-la vida nos marca.
-no me gusta la vida.
-Tu te quedarías conmigo.
-solo si tuvieras dulces.
El silencio   los inunda y por fin  poco a poco quedaron  dormidos.
   El  sol de la mañana despierta a Amanda, quien se descubre  sola,  busca su ropa, toma sus llaves, y los dos dulces q Arón ha dejado para ella en el buró.  Busca su auto  y se dispone a conducir otros cuantos kilómetros hasta q ella misma se alcance.  

4 visiones de otros espejos:

Anónimo dijo...

Por fin subiste este cuento, lo había estado esperando. Es curioso, la primera vez que lo leí fue una puerta de entrada que no pude rechazar, ahora conozco como a la palma de mis manos muchos de sus párrafos, sin siquiera haberlo vuelto a leer desde el día en que te conocí.
Sí, me quedo a tu lado, déjame conseguir cientos de miles de dulces más.
Te amo
Pd: lo de pacman sigue sin gustarme.

María dijo...

Me gusta.
Tiene silencios, dulces y es en su momento tan agradable extenderle los pedazos favoritos hasta que siguen como en fotogramas.

Me gusta.

:)

Anónimo dijo...

mas cursi no puede ser deberia de dedicarse a otra cosa porque de escritora se muere de hambre

Anónimo dijo...

Por lo general son los escritores los que se mueren de hambre...

Caramelos

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Amanda se levanta a buscar la bolsa  de dulces,  toma uno, se lo echa a la boca, y se recuesta sobre la alfombra guinda q cubre el piso del hostal, su  mirada se pierde en las estrellas   proyectadas en las paredes por la pantalla de la lámpara q gira, cierra los ojos para imaginar q esta ciega, pero aún así  las estrellas siguen dando vueltas en torno a ella,  piensa q tal vez,  ella misma ahora este girando  y q cuando abra los ojos, será porque todo habrá parado, y no tendrá q ocultarse más.  El caramelo termina por desaparecer  en su boca,  y el sabor a uva, poco a poco comienza dejar paso  a lo amargo de su salivar cuando algo la aflige;  abre los ojos,  se pone en pie, recorre con la vista  la habitación hasta llegar a las ventanas, se concentra en las luces azules de los carros  q pasan a lo lejos en la carretera,  piensa en q quizás mañana  alguien vea las luces de su auto  por esa misma ventana, quizás mañana otro prófugo de sí,  se recueste en  la polvorienta alfombra para sentir que es estrella. 
     La luz de la mañana se cuela entre las cortinas, alguien toca a la puerta, para recordarle a Amanda q el cuarto vence a la una;  observa el reloj, las 11:30, apenas hay tiempo para  bañarse y buscar otro punto en el mapa.   Toma su  mochila y las llaves, se asegura de no olvidar nada y sale del cuarto dejando  un par de caramelos sobre el buró. Sube al auto, enciende un porro y sintoniza  la radio difusora local,   prende el vehículo y comienza un nuevo día de travesía  hacia ningún sitio,  Amanda se concentra en las líneas amarillas de la carretera,  son como estar en un videojuego, su auto es pacman y las líneas son  puntos luminosos q hay q devorar antes de q  la alcancen los fantasmas del pasado.  La tarde  rebasa a la mañana y  las primeras estrellas  en el cielo   anuncian la noche,  Amanda conduce sin problemas hasta el pueblo más cercano para buscar algo de comida, un  sitio donde pasar la noche  y   un teléfono de monedas, estaciona el carro en las orillas de la plaza y comienza a caminar por las pintorescas calles del  poblado,  la  única posada  en el pueblo  es atendida por  un  anciano desconfiado q le niega la entrada a causa de su mala facha. 
     Amanda sube a su auto y se dispone a abandonar el lugar, no acostumbra conducir de noche pero esta vez pareciera no tiene  opción.  Gira la llave, la marcha  no da para más, vuelve girar, pero el carro no enciende, Amanda comienza a  resignarse a pasar la noche dentro del auto para mañana con calma revisar q le sucede, prende un cigarrillo, busca en su mochila los dulces  y  decide caminar, mientras la noche pasa.   Camina cavilando, en su huída, pensando en lo q se queda, revisando lo q esta,  da vueltas por las mismas calles, escuchando como las casas se quejan y cuentan historias similares. Vuelve la cabeza  y se percata de que alguien  recoge sus pasos, por un momento  la invade el miedo y aprieta el paso, después cae en cuenta q correr no tiene sentido, puesto q en realidad  no tiene a donde ir para ocultarse, así q se detiene  y espera  bajo un farol a que el extraño se acerque, es un hombre de  frágil complexión, y  cabellos largos q al estar frente a ella le extiende la mano.
-Arón, compañero de viaje
-de viaje? Q viaje?
-tu viaje.
    Amanda lo observa desconfiada,  y para ocultar su nerviosismo asiente a extender la mano mientras con la otra busca en la bolsa de su  chamarra otro caramelo, es el último,  quita la envoltura torpemente y se lo lleva a la boca, sin despegar la mirada del desconocido.
-Es q no compartes tus dulces?- dice Arón con tono de ironía.
-lo siento es el último, pero dime porque me seguías?- Responde Amanda siendo firme en sus palabras.
- no te preocupes por los dulces tengo los q olvidaste sobre el buró.
-no los olvide… como sabes tu de eso?
-… yo  puedo saber demasiado, quizás nada… pero no tengas miedo, no se nada q tu no quieras q sepa, ven caminemos, la noche es muy fría  y no quiero q te congeles.
   Arón  toma la mano de Amanda, q pese a su asombro  no  pone resistencia,  caminan por largo rato sin soltarse, Amanda  desconcertada, no para de cuestionar a Arón, quién es? Porqué esta aquí?   Duda incluso de q él sea real.  Él por su parte, sonríe plácidamente y se  limita a hablar de  la luna, del  viento q  rompe en sus caras,  y de lo mágico de la noche.
     Llegan  hasta la posada, donde horas antes el anciano negó la entrada a Amanda, Arón solicita una habitación y el anciano sin poner mayor resistencia  le da las llaves. Suben escaleras, y llegan al cuarto asignado, Amanda se recuesta en la orilla de la cama y se da cuenta de cuál vulnerable se encuentra,  Arón   le roza la cara, con  tal delicadeza q pareciera teme hacerle daño, besa su oído  y siente como ella se estremece y voltea para encontrar sus labios, los besos tiernos q dieron inicio  a la batalla, se transforman en instantes en armas mortales, q no permiten a sus cuerpos negarse a morir  uno en manos del otro, la cadencia y el ritmo en  sus caderas, los lleva a danzar plácidamente, a cerrar los ojos y a saberse estrellas,  a viajar  por galaxias infinitas y reventar entre ellas  para después morir, y caer  nuevamente al abismo en la tierra.
    Amanda  enciende un cigarrillo, mientras observa el cuerpo desnudo de Arón y dice con voz ansiosa – Aún tienes dulces?
-Sí. Limón o uva?
-Dices saberlo todo, debes saber cuál prefiero.
-no, no puedo saberlo todo, pero se q te gustan los de uva.
-y q más sabes?
-se q huyes de ti.
-eso es imposible, no puedo escapar de mi.
-lo sabes, lo sé, pero eso no es suficiente.
    Arón acerca el  caramelo  sin envoltura a los labios de Amanda y sonríe complacido al ver como su gesto cambia cuando aquel dulce morado toca su lengua, Amanda  paladea  el dulce a la par de la duda de quién pueda ser este hombre.
-Porqué me seguías?
-No, no te seguía, te encontré.
-Me buscabas?
-A veces uno encuentra sin buscar.
-o a veces busca sin encontrar.
    Amanda se levanta y se aproxima a la ventana,  cierra los ojos y  como es costumbre finge ser ciega, sabe q Arón la observa, con la yema de sus dedos palpa  lo suave de su  piel  desnuda,  y abriendo los ojos de a poco pregunta
-Tu te quedarías a mi lado?
- q  necesitas?
- Por ahora dulces.
-Solo queda uno y es de  piña.
-Tu te quedarías a mi lado?
-q necesitas?
-Dulces he dicho.
-Ammm entonces no me necesitas.
    El cuarto queda en silencio, Arón se acerca a Amanda,  besa sus hombros  y baja por su espalda, ella suelta una pequeña risita  por las cosquillas q  provocan las barbas  de Arón, él besa cada centímetro de piel, ella solo da rienda suelta al placer  y se permite sentir,  los dos fingen  ser ciegos, y  juegan a estar locos, sacian sus instintos en copulas interminables, q nublan la razón.   Todo parece tan simple, tan primitivo, solo son ellos  jugando a ser.
    Los cuerpos caen rendidos, pero ellos se resisten a dormir, temen q al despertar, sigan viajando, sigan huyendo, pero sin saber q se siguen q uno es parte del otro. Arón  destapa el  último dulce   y lo come a mordidas, mientras  pregunta
-tu te quedarías conmigo?
-no me gustan las cicatrices.
-la vida nos marca.
-no me gusta la vida.
-Tu te quedarías conmigo.
-solo si tuvieras dulces.
El silencio   los inunda y por fin  poco a poco quedaron  dormidos.
   El  sol de la mañana despierta a Amanda, quien se descubre  sola,  busca su ropa, toma sus llaves, y los dos dulces q Arón ha dejado para ella en el buró.  Busca su auto  y se dispone a conducir otros cuantos kilómetros hasta q ella misma se alcance.  
4 comentarios:

Por fin subiste este cuento, lo había estado esperando. Es curioso, la primera vez que lo leí fue una puerta de entrada que no pude rechazar, ahora conozco como a la palma de mis manos muchos de sus párrafos, sin siquiera haberlo vuelto a leer desde el día en que te conocí.
Sí, me quedo a tu lado, déjame conseguir cientos de miles de dulces más.
Te amo
Pd: lo de pacman sigue sin gustarme.


Me gusta.
Tiene silencios, dulces y es en su momento tan agradable extenderle los pedazos favoritos hasta que siguen como en fotogramas.

Me gusta.

:)


mas cursi no puede ser deberia de dedicarse a otra cosa porque de escritora se muere de hambre


Por lo general son los escritores los que se mueren de hambre...