martes, 30 de marzo de 2010

Más textos de sexo, muerte y café


Dejas caer el cerillo sobre el cenicero  y te concentras en quemar el rastro del mal sueño  con la primera bocanada, aspiras y sientes esos majestuosos cinco segundos  de nicotina recorriendo tu cuerpo,  cierras los ojos y sientes como la satisfacción deja de lado la ansiedad con q dormías.  Miras la hora, es de madrugada, todos aún duermen, buscas en  la cocina  un vaso de leche tibia, el refrigerador  está vacío  y lo único  q atinas a llevar a tu boca es un sorbo del café de ayer, lo  bebes mecánicamente, no  importa q este frío  y q no tenga azúcar, te tiene sin cuidado q esto altere  aún más las horas del sueño, de cualquier forma  ya soñar  no ha resultado placentero, en  la vigilia  te sabes a salvo.

Deambulas aletargado,  enciendes otro cigarro y  te  posas junto a la ventana, con la mirada fija en  la  avenida, escuchas el ruido  de los autos q vienen  y van, entonces  la  ves -o la  inventas-, escuchas el acercarse de sus tacones hasta estar frente a tu puerta, sin dudarlo abres y extiendes los brazos, le haces saber cuánto la esperabas, le  cuentas sobre tu mal sueño  y la  tranquilidad q te provoca tenerla en casa, ella se quita  el abrigo, te  ofrece su cuerpo y  te pregunta si ya es tiempo, tomas lo q te da,  respondes afirmativamente mientras te hundes  entre sus  piernas, ella sonríe y no precisamente  por el placer q le provocas,  acerca  el arma a tu rostro, pregunta  si lo harás  tú o tendrá ella q mancharse las manos,  a un paso del  orgasmo imploras a gritos, por q lo haga ahora…sientes las contracciones de su sexo y  eyaculas en medio de la frustración  de saberte  vivo  y el placer q siente el cuerpo. Ella se pone de pie, toma su  ropa, pinta sus labios,  y se aleja  diciendo q aún  no estás listo. Intentas detenerla y pedirle  q termine por matarte, q te arranque de un solo tiro la existencia, es inútil  ella ha desaparecido.  Giras la cabeza y el frío metal del revólver  en tu almohada te hace despertar, abres los ojos  y sientes miedo… no lo hizo la dama de tus sueños… y tú sigues sin el valor necesario para hacerlo.

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Dejas caer el cerillo sobre el cenicero  y te concentras en quemar el rastro del mal sueño  con la primera bocanada, aspiras y sientes esos majestuosos cinco segundos  de nicotina recorriendo tu cuerpo,  cierras los ojos y sientes como la satisfacción deja de lado la ansiedad con q dormías.  Miras la hora, es de madrugada, todos aún duermen, buscas en  la cocina  un vaso de leche tibia, el refrigerador  está vacío  y lo único  q atinas a llevar a tu boca es un sorbo del café de ayer, lo  bebes mecánicamente, no  importa q este frío  y q no tenga azúcar, te tiene sin cuidado q esto altere  aún más las horas del sueño, de cualquier forma  ya soñar  no ha resultado placentero, en  la vigilia  te sabes a salvo.

Deambulas aletargado,  enciendes otro cigarro y  te  posas junto a la ventana, con la mirada fija en  la  avenida, escuchas el ruido  de los autos q vienen  y van, entonces  la  ves -o la  inventas-, escuchas el acercarse de sus tacones hasta estar frente a tu puerta, sin dudarlo abres y extiendes los brazos, le haces saber cuánto la esperabas, le  cuentas sobre tu mal sueño  y la  tranquilidad q te provoca tenerla en casa, ella se quita  el abrigo, te  ofrece su cuerpo y  te pregunta si ya es tiempo, tomas lo q te da,  respondes afirmativamente mientras te hundes  entre sus  piernas, ella sonríe y no precisamente  por el placer q le provocas,  acerca  el arma a tu rostro, pregunta  si lo harás  tú o tendrá ella q mancharse las manos,  a un paso del  orgasmo imploras a gritos, por q lo haga ahora…sientes las contracciones de su sexo y  eyaculas en medio de la frustración  de saberte  vivo  y el placer q siente el cuerpo. Ella se pone de pie, toma su  ropa, pinta sus labios,  y se aleja  diciendo q aún  no estás listo. Intentas detenerla y pedirle  q termine por matarte, q te arranque de un solo tiro la existencia, es inútil  ella ha desaparecido.  Giras la cabeza y el frío metal del revólver  en tu almohada te hace despertar, abres los ojos  y sientes miedo… no lo hizo la dama de tus sueños… y tú sigues sin el valor necesario para hacerlo.
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