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Más textos de sexo, muerte y café
Dejas caer el cerillo sobre el cenicero y te concentras en quemar el rastro del mal sueño con la primera bocanada, aspiras y sientes esos majestuosos cinco segundos de nicotina recorriendo tu cuerpo, cierras los ojos y sientes como la satisfacción deja de lado la ansiedad con q dormías. Miras la hora, es de madrugada, todos aún duermen, buscas en la cocina un vaso de leche tibia, el refrigerador está vacío y lo único q atinas a llevar a tu boca es un sorbo del café de ayer, lo bebes mecánicamente, no importa q este frío y q no tenga azúcar, te tiene sin cuidado q esto altere aún más las horas del sueño, de cualquier forma ya soñar no ha resultado placentero, en la vigilia te sabes a salvo.
Deambulas aletargado, enciendes otro cigarro y te posas junto a la ventana, con la mirada fija en la avenida, escuchas el ruido de los autos q vienen y van, entonces la ves -o la inventas-, escuchas el acercarse de sus tacones hasta estar frente a tu puerta, sin dudarlo abres y extiendes los brazos, le haces saber cuánto la esperabas, le cuentas sobre tu mal sueño y la tranquilidad q te provoca tenerla en casa, ella se quita el abrigo, te ofrece su cuerpo y te pregunta si ya es tiempo, tomas lo q te da, respondes afirmativamente mientras te hundes entre sus piernas, ella sonríe y no precisamente por el placer q le provocas, acerca el arma a tu rostro, pregunta si lo harás tú o tendrá ella q mancharse las manos, a un paso del orgasmo imploras a gritos, por q lo haga ahora…sientes las contracciones de su sexo y eyaculas en medio de la frustración de saberte vivo y el placer q siente el cuerpo. Ella se pone de pie, toma su ropa, pinta sus labios, y se aleja diciendo q aún no estás listo. Intentas detenerla y pedirle q termine por matarte, q te arranque de un solo tiro la existencia, es inútil ella ha desaparecido. Giras la cabeza y el frío metal del revólver en tu almohada te hace despertar, abres los ojos y sientes miedo… no lo hizo la dama de tus sueños… y tú sigues sin el valor necesario para hacerlo.
Dejas caer el cerillo sobre el cenicero y te concentras en quemar el rastro del mal sueño con la primera bocanada, aspiras y sientes esos majestuosos cinco segundos de nicotina recorriendo tu cuerpo, cierras los ojos y sientes como la satisfacción deja de lado la ansiedad con q dormías. Miras la hora, es de madrugada, todos aún duermen, buscas en la cocina un vaso de leche tibia, el refrigerador está vacío y lo único q atinas a llevar a tu boca es un sorbo del café de ayer, lo bebes mecánicamente, no importa q este frío y q no tenga azúcar, te tiene sin cuidado q esto altere aún más las horas del sueño, de cualquier forma ya soñar no ha resultado placentero, en la vigilia te sabes a salvo.
Deambulas aletargado, enciendes otro cigarro y te posas junto a la ventana, con la mirada fija en la avenida, escuchas el ruido de los autos q vienen y van, entonces la ves -o la inventas-, escuchas el acercarse de sus tacones hasta estar frente a tu puerta, sin dudarlo abres y extiendes los brazos, le haces saber cuánto la esperabas, le cuentas sobre tu mal sueño y la tranquilidad q te provoca tenerla en casa, ella se quita el abrigo, te ofrece su cuerpo y te pregunta si ya es tiempo, tomas lo q te da, respondes afirmativamente mientras te hundes entre sus piernas, ella sonríe y no precisamente por el placer q le provocas, acerca el arma a tu rostro, pregunta si lo harás tú o tendrá ella q mancharse las manos, a un paso del orgasmo imploras a gritos, por q lo haga ahora…sientes las contracciones de su sexo y eyaculas en medio de la frustración de saberte vivo y el placer q siente el cuerpo. Ella se pone de pie, toma su ropa, pinta sus labios, y se aleja diciendo q aún no estás listo. Intentas detenerla y pedirle q termine por matarte, q te arranque de un solo tiro la existencia, es inútil ella ha desaparecido. Giras la cabeza y el frío metal del revólver en tu almohada te hace despertar, abres los ojos y sientes miedo… no lo hizo la dama de tus sueños… y tú sigues sin el valor necesario para hacerlo.
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