domingo, 14 de marzo de 2010

Adoles-ciendo


En momentos como este preferiría volver a los 13, quizás a los 15, cuando se entregaba el corazón con la mirada, cuando enamorarse era cosa de eternidades en las manos del otro.
Ayer celosamente observaba a mi vecina, poniéndose linda para esperar a la razón de su sin razón, lo vi llegar a él, pedaleando su vieja bicicleta y con dos litros de colonia barata sobre sus ropas, con una flor que se había robado muy seguramente de algún jardín, vi como se miraban casi sin parpadear, como entrelazaban sus manos y se reían con esa risa tímida y torpe que tienen los enamorados a esa edad.
Entonces pensaba, como nos pudre el mundo, como de tenerlo todo nos quedamos poco a poco sin nada, como la soledad nos come la sonrisa, me gustaría tener la carta en blanco nuevamente, no tener historias, no tener pasado y entonces cerrar los ojos y pretender que no me harás daño. Tener una mirada limpia de llantos y asirme a los días como quién apenas está descubriendo el curso del tiempo.
Pero es así, conforme crecemos la capacidad de asombro se agota, el dolor es lo único que reconocemos como real y tristemente se nos beta el acceso a la felicidad de ese instante mágico en que dos seres se encuentran uno a la par de otro sin más fin que saber que se tienen, sin reclamos, sin mentiras, sin pasados trágicos.

2 visiones de otros espejos:

María dijo...

La generación surrealista inconforme

Anónimo dijo...

Había una vez un sueño, que soñaba con estar despierto…
Seámoslo pues, para serlo solo se necesita que desees serlo, tan simple como ellos, ellos pueden serlo, porque desean serlo.
Nosotros ya no deseamos serlo, porque cuando lo fuimos, las cosas se salieron de control, si pudiéramos ahora volver a desearlo, simplemente lo seriamos.
Sé que es confuso.

Adoles-ciendo


En momentos como este preferiría volver a los 13, quizás a los 15, cuando se entregaba el corazón con la mirada, cuando enamorarse era cosa de eternidades en las manos del otro.
Ayer celosamente observaba a mi vecina, poniéndose linda para esperar a la razón de su sin razón, lo vi llegar a él, pedaleando su vieja bicicleta y con dos litros de colonia barata sobre sus ropas, con una flor que se había robado muy seguramente de algún jardín, vi como se miraban casi sin parpadear, como entrelazaban sus manos y se reían con esa risa tímida y torpe que tienen los enamorados a esa edad.
Entonces pensaba, como nos pudre el mundo, como de tenerlo todo nos quedamos poco a poco sin nada, como la soledad nos come la sonrisa, me gustaría tener la carta en blanco nuevamente, no tener historias, no tener pasado y entonces cerrar los ojos y pretender que no me harás daño. Tener una mirada limpia de llantos y asirme a los días como quién apenas está descubriendo el curso del tiempo.
Pero es así, conforme crecemos la capacidad de asombro se agota, el dolor es lo único que reconocemos como real y tristemente se nos beta el acceso a la felicidad de ese instante mágico en que dos seres se encuentran uno a la par de otro sin más fin que saber que se tienen, sin reclamos, sin mentiras, sin pasados trágicos.
2 comentarios:

La generación surrealista inconforme


Había una vez un sueño, que soñaba con estar despierto…
Seámoslo pues, para serlo solo se necesita que desees serlo, tan simple como ellos, ellos pueden serlo, porque desean serlo.
Nosotros ya no deseamos serlo, porque cuando lo fuimos, las cosas se salieron de control, si pudiéramos ahora volver a desearlo, simplemente lo seriamos.
Sé que es confuso.