domingo, 4 de mayo de 2014

Incompleto y a destiempo. Es lo que hay

Guanajuato, Guanajuato 30 de abril de  2014
Acostumbrarse es una forma cómoda de habitar en el mundo. No puede ser malo buscar comodidad. Nadie puede culparnos por crecer acostumbrados a la comodidad. Pero sobre todo, nadie puede culparnos por crecer.  Dice el calendario que hoy es día de los niños. ¿Los niños están acostumbrados a ser niños? Esa imagen idealizada del infante ávido y deseante descubriendo el mundo, me impide concebir un niño acostumbrado a algo. ¿En qué momento nos acostumbramos a que la luna nos persiga? ¿Cuándo la costumbre de la oscuridad por  las noches nos hizo olvidar los monstruos del armario? 
                Hablo de costumbres y comodidades, de monstruos, de niños, hablo de cualquier cosa que haga más ameno el transitar a eso que más se acerca a lo que intento decir.  Alguna vez escuché una ponencia de filosofía del lenguaje,  tenía un nombre muy bello “el mar como fundamento”  la tesis que se sostenía era aún más bella “todo es metáfora”, nada de lo que decimos o escribimos es literal, nada de lo que comunicamos es fiel al pensamiento; no importa cuánto nos esforcemos en expresar tal cual ideas o sentimientos, siempre habrá un halo de lenguaje cubriendo ese intento por decir, protegiéndonos de la verdad desnuda.

                 Lo bello no siempre es lo conveniente o tal vez sí. Qué puedo saber yo de belleza y conveniencias, yo que no hago más que malabares sin gracia con palabras mentirosas y gastadas. Qué puedo saber yo de belleza si las miradas dulces que embellecen los objetos amados nunca me  pertenecen ni contemplan. Lo triste e irónico, es que no me acostumbro. No me acostumbro al frío de ojos en la piel, y peor aún no me acostumbro al frío de tus ojos cuando me evitan. 

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Incompleto y a destiempo. Es lo que hay

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Guanajuato, Guanajuato 30 de abril de  2014
Acostumbrarse es una forma cómoda de habitar en el mundo. No puede ser malo buscar comodidad. Nadie puede culparnos por crecer acostumbrados a la comodidad. Pero sobre todo, nadie puede culparnos por crecer.  Dice el calendario que hoy es día de los niños. ¿Los niños están acostumbrados a ser niños? Esa imagen idealizada del infante ávido y deseante descubriendo el mundo, me impide concebir un niño acostumbrado a algo. ¿En qué momento nos acostumbramos a que la luna nos persiga? ¿Cuándo la costumbre de la oscuridad por  las noches nos hizo olvidar los monstruos del armario? 
                Hablo de costumbres y comodidades, de monstruos, de niños, hablo de cualquier cosa que haga más ameno el transitar a eso que más se acerca a lo que intento decir.  Alguna vez escuché una ponencia de filosofía del lenguaje,  tenía un nombre muy bello “el mar como fundamento”  la tesis que se sostenía era aún más bella “todo es metáfora”, nada de lo que decimos o escribimos es literal, nada de lo que comunicamos es fiel al pensamiento; no importa cuánto nos esforcemos en expresar tal cual ideas o sentimientos, siempre habrá un halo de lenguaje cubriendo ese intento por decir, protegiéndonos de la verdad desnuda.

                 Lo bello no siempre es lo conveniente o tal vez sí. Qué puedo saber yo de belleza y conveniencias, yo que no hago más que malabares sin gracia con palabras mentirosas y gastadas. Qué puedo saber yo de belleza si las miradas dulces que embellecen los objetos amados nunca me  pertenecen ni contemplan. Lo triste e irónico, es que no me acostumbro. No me acostumbro al frío de ojos en la piel, y peor aún no me acostumbro al frío de tus ojos cuando me evitan. 
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