viernes, 30 de mayo de 2014

Día 3.1


Una llovizna ligera pero molesta dada su constancia desde que comenzaste a caminar, te tenía sin apenas notarlo mojada de pies a cabeza, sin embargo, no sentías frío, por el contrario un volcán de emociones te desbordaba. Bastaba cerrar tus ojos para verles uno tumbado junto al otro volviéndose cómplices al calor de una amena charla. A este momento, seguramente él ya le habría contado sobre el sin sabor de la vida y lo atribulado de su alma  desde la primera infancia, seguro ya la había enterado de los pormenores familiares y un mucho más sobre los primeros amores. Sus manos oscilantes ya estarán entrelazadas, él manifestará miedo y confusión, pero se asirá sin resistencia a esos dedos que se ofrecen afables a la compañía. Ella, con simpleza y benevolencia le brindará consuelo, consejo y su cuerpo. Basta abrir los ojos para sentir como se confunde el escurrir de tus cabellos con el llanto amargo que entrecorta la respiración y te sitúa en ese espacio tan familiar como ageno, esa calle otrora en amoroso abrazo recorrida, ahora solitaria y dolida contemplada.

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Día 3.1


Una llovizna ligera pero molesta dada su constancia desde que comenzaste a caminar, te tenía sin apenas notarlo mojada de pies a cabeza, sin embargo, no sentías frío, por el contrario un volcán de emociones te desbordaba. Bastaba cerrar tus ojos para verles uno tumbado junto al otro volviéndose cómplices al calor de una amena charla. A este momento, seguramente él ya le habría contado sobre el sin sabor de la vida y lo atribulado de su alma  desde la primera infancia, seguro ya la había enterado de los pormenores familiares y un mucho más sobre los primeros amores. Sus manos oscilantes ya estarán entrelazadas, él manifestará miedo y confusión, pero se asirá sin resistencia a esos dedos que se ofrecen afables a la compañía. Ella, con simpleza y benevolencia le brindará consuelo, consejo y su cuerpo. Basta abrir los ojos para sentir como se confunde el escurrir de tus cabellos con el llanto amargo que entrecorta la respiración y te sitúa en ese espacio tan familiar como ageno, esa calle otrora en amoroso abrazo recorrida, ahora solitaria y dolida contemplada.
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