La intensidad del
sueño me impide abrir los ojos, un escalofrío me recorre, temo estar despierto
tanto como no estarlo. Me aterra
incorporarme sin saber a qué vida, en qué mundo o en qué madrugada lluviosa me
encuentro esta vez. Me giro bruscamente
y siento como la sábana se corre, aprieto los puños tratando de llevar conmigo
un pedazo de inconciencia, estiro mis músculos en imitación a los gatos y sin
poner más resistencia despierto. Observó mis manos, toco mi rostro y me pregunto
si será que esta mañana soy varón o fémina. Destapo mi cuerpo y al tiempo que
detenidamente lo observo recorro con mis dedos mi recién descubierta anatomía. La
hendidura entre mis piernas y lo abultado de mi pecho responde a mi duda, este
día, este sueño soy una mujer. Menuda complicación.
Como si no bastará despertar en un sueño perpetuo infinitas veces, despierto
rota.
El alma condenada o De Bernini a Bartolozzi
Hace 2 días
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