sábado, 9 de enero de 2010

Entre líneas

Ahora que me he mudado al país de los sueños (y lo digo porque en verdad como he soñado), la verdad es que no he tenido mucho que hacer, eso de perseguir profesores con la intención de ser productiva no me ocupa mucho tiempo, porque son hábiles para evadirme, la biblioteca central ha sido mi refugio, tenía mucho tiempo que no concentraba mi atención en la literatura. Procesar tantas ideas cuesta trabajo, sobre todo cuando se está fuera de forma por eso cuando algo me ha consternado en demasía, camino por los pasillos de la biblioteca escuchando como las baldosas flojas suenan bajo mi pies, curioseo un poco por si algo llama mi atención particularmente en los estantes y trato de procesar la idea en cuestión. Así pues, en esas estaba hoy por la mañana, tratando de encontrar algún criterio de verdad para afirmar que las mujeres somos como la prosa, nunca como la poesía, o algún argumento contundente para desechar tal afirmación. Sin darme cuenta el pasillo en el que me encontraba era precisamente donde se alineaban un sinfín de libros de poesía, pase mi vista por la primera fila, la segunda, la tercera y vi uno de mis libros favoritos de Aridijis, pensé que ahí encontraría la respuesta, la prosa de ese señor cargada de un erotismo sutil pero no por eso menos intenso me tendría que dar la respuesta, estaba a punto de sacarlo de su sitio, pero justo tras ese ejemplar se encontraba "Perséfone", ese nombre me gusta pensé, lo tome y al abrirlo me encontré con una carta, que a continuación cito:

" Hola, mi nombre es Soraya, hoy es 8 de Marzo del 2000, me duele comunicarte, que si estás leyendo esto es porque no se acabo el mundo como muchos ansiosamente esperábamos. Sabes, las casualidades no existen, alguna vez escuche que los libros saltan a tus manos en el momento justo que deben ser leídos, quizás este fuere el momento justo para que me encontraras, yo, lo mismo que las casualidades, no existo, partí precisamente en la fecha señalada por esta misiva en busca de galaxias menos complicadas pero más mortales. Paradójicamente la razón por la que ahora te busco y brinco ante tus ojos para robarte un segundo de desconcierto, es una necesidad inmanente de inmortalidad. En un principio había pensado en dejar una foto y no una carta, pero es que los rostros desconocidos son tan impersonales, siempre sonriendo sin sonrisa, me parecen frívolos, vulgares. Las letras por el contrario, son como fragmentos del alma, así aunque nunca nos vimos, ahora pensaras más en mi que nadie que haya visto mi rostro.

Entre música y polvo desciendo, me desvanezco, esperando pase mucho tiempo después de mi desaparición para hablar contigo, no espero que lo entiendas, solo que no abandones la lectura y me sigas, que me dibujes un corazón alado, que me des vida unos minutos y me permitas conservarla un poco más."

Curioso caso el de Soraya, que busca prevalecer en ojos extraños, supongo que entre blog y blog, habitaremos unos cuantos más con ese síndrome.

0 visiones de otros espejos:

Entre líneas

Ahora que me he mudado al país de los sueños (y lo digo porque en verdad como he soñado), la verdad es que no he tenido mucho que hacer, eso de perseguir profesores con la intención de ser productiva no me ocupa mucho tiempo, porque son hábiles para evadirme, la biblioteca central ha sido mi refugio, tenía mucho tiempo que no concentraba mi atención en la literatura. Procesar tantas ideas cuesta trabajo, sobre todo cuando se está fuera de forma por eso cuando algo me ha consternado en demasía, camino por los pasillos de la biblioteca escuchando como las baldosas flojas suenan bajo mi pies, curioseo un poco por si algo llama mi atención particularmente en los estantes y trato de procesar la idea en cuestión. Así pues, en esas estaba hoy por la mañana, tratando de encontrar algún criterio de verdad para afirmar que las mujeres somos como la prosa, nunca como la poesía, o algún argumento contundente para desechar tal afirmación. Sin darme cuenta el pasillo en el que me encontraba era precisamente donde se alineaban un sinfín de libros de poesía, pase mi vista por la primera fila, la segunda, la tercera y vi uno de mis libros favoritos de Aridijis, pensé que ahí encontraría la respuesta, la prosa de ese señor cargada de un erotismo sutil pero no por eso menos intenso me tendría que dar la respuesta, estaba a punto de sacarlo de su sitio, pero justo tras ese ejemplar se encontraba "Perséfone", ese nombre me gusta pensé, lo tome y al abrirlo me encontré con una carta, que a continuación cito:

" Hola, mi nombre es Soraya, hoy es 8 de Marzo del 2000, me duele comunicarte, que si estás leyendo esto es porque no se acabo el mundo como muchos ansiosamente esperábamos. Sabes, las casualidades no existen, alguna vez escuche que los libros saltan a tus manos en el momento justo que deben ser leídos, quizás este fuere el momento justo para que me encontraras, yo, lo mismo que las casualidades, no existo, partí precisamente en la fecha señalada por esta misiva en busca de galaxias menos complicadas pero más mortales. Paradójicamente la razón por la que ahora te busco y brinco ante tus ojos para robarte un segundo de desconcierto, es una necesidad inmanente de inmortalidad. En un principio había pensado en dejar una foto y no una carta, pero es que los rostros desconocidos son tan impersonales, siempre sonriendo sin sonrisa, me parecen frívolos, vulgares. Las letras por el contrario, son como fragmentos del alma, así aunque nunca nos vimos, ahora pensaras más en mi que nadie que haya visto mi rostro.

Entre música y polvo desciendo, me desvanezco, esperando pase mucho tiempo después de mi desaparición para hablar contigo, no espero que lo entiendas, solo que no abandones la lectura y me sigas, que me dibujes un corazón alado, que me des vida unos minutos y me permitas conservarla un poco más."

Curioso caso el de Soraya, que busca prevalecer en ojos extraños, supongo que entre blog y blog, habitaremos unos cuantos más con ese síndrome.

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