viernes, 26 de mayo de 2017

Palabras

Y entonces me dijiste, escríbeme una carta de amor, tiene mucho que no me escribes cartas de amor. Y aquí estoy, retando al cursor, acicalando a las palabras que después del estallido se hicieron bolita y se escondieron en un rinconcito oscuro del corazón; les hablo al oído y les digo que todo está bien, que fue un accidente, pero tenemos saldo blanco, me disculpo con ellas por nuestra torpeza y les digo que esas cosas pasan, a veces, cuando uno aprende a hacer el amor con ambas manos. Poco a poco y sin presionar las convenzo de que salgan a mirar como la cueva se va llenando de colorcitos, como tus libros reposan tranquilos junto a los míos, entonces se animan y sonríen y alguna que otra baila y silba una conocida canción de amor, un pedacito, mis palabras tampoco se saben letras completas. Una vez afuera y con el corazón más tranquilo, ellas y yo, nos ponemos en marcha para seguir escribiendo historias contigo, porque tú eres mi guerra, mi lápiz, mi paz y mi planeta entero. 

jueves, 30 de marzo de 2017

Silencio

Dicen que los tiempos calmos son mal alimento para los palabristas. No sé si estoy de acuerdo, pero sí que lo entiendo, mi tintero se seca en el escritorio olvidado donde yacen las cartas sin destinatario y los ceniceros desbordantes de insomnios y pasiones no correspondidas, no, no es que haya dejado el mal hábito de fumar en las madrugadas, todos tenemos derecho a un vicio en esta vida, pero ahora fumo en compañía, escribo poco, pero hablo todo y alguien escucha con amplia sonrisa; las cartas llevan remitente y destinatario claro.  Agradezco la sequía de letras, porque aprendo nuevos lenguajes más cercanos, mas tibios, más inmediatos y honestos.  Claro que extraño el vértigo de malabarear adjetivos, uno nace con ese ímpetu de náufrago del lenguaje, no es algo que se elija, ahí está, latente y permanente, pero a veces y por lapsos placenteros es bueno regocijarse en lo placentero del silencio.  

lunes, 26 de septiembre de 2016

él que no es él

Nula concentración, escribo dos líneas y me pierdo en los contornos de las nubes que veo desde mi ventana. Las ideas elusivas, hoy más que otros días, llevan todo el día danzando de un lado a otro; mis dedos siguen el ritmo de esa canción que dice …y morirme contigo si te matas y matarme contigo si… y ahí se pierde el ritmo y entonces pienso, que no, que está claro y no sé qué tan triste resulte asumirlo, pero no, yo nunca voy a morirme de amor, pero quizás sí que me muera amando o pretendiendo hacerlo.  Vuelvo a empezar, el cursor parpadea y yo trato de poner orden a mi cabeza, gobernar mis emociones y cumplir con mi deber. No funciona, las palabras se han puesto en fila una detrás de otra y saltan en misión suicida, antes de que pueda contenerlas para plasmarlas, explotan; malditas palabras kamikazes, malditas, malditas sean… y es que algo en mi corazón me dice que la dispersión, el silencio y el tanto ruido son consecuencia y no causa.  Uno no puede jugar y pretender que nada pase. Y es que él juega conmigo y yo me presto al juego; para después sin querer y sin ver jugar con él, que no es él sino el otro él, el que se acerca, el que llega, el que busca y no tiene ánimos de juego y nada. Pierdo a doble juego y nada, que no me puedo concentrar y no puedo escribir. Un motín de emociones, sensaciones y ganas de bailar cumbia me tienen dando vueltas de un lado a otro de la habitación enlistando hubieras y desenlaces.  Vuelvo a empezar…

miércoles, 21 de septiembre de 2016


Tenía un amigo, no imaginario espero, hace algunos años, cuando actualizaba mi blog todos los días y alguna gente perdía un par de minutos de su vida pasando a leer, en aquellos años no había likes, la banda comentaba, si le había gustado lo que leían te dejaban alguna notita buena onda, si no les gustaba algún insulto.  Iván, así se llamaba mi amigo, se involucraba con mis historias, me preguntaba detalles sobre los personajes, los lugares o la veracidad de lo que yo contaba, después de largas sesiones de preguntas y respuestas en los comentarios del blog, intercambiamos correos electrónicos. Comenzamos a enviarnos cartas, nos volvimos amigos epistolares, era extraño, pero agradable. No tenía yo una imagen física de Iván, igual pudo tener 4 manos y un bigote pelirrojo, la verdad eso no importaba. Importaba que me leía atentamente y yo lo leía a él, imaginando su voz, que tampoco nunca escuché, cada vez que lo leía. Un día Iván dejó de escribir, nunca supe más de él.  El último correo electrónico que tengo de él, está fechado en septiembre de 2006; es una respuesta a este correo:
Dear Iván:
El abuelo se fue, a veces lo extraño un poco, pero no, no es eso lo que me entristece.
Vi a Misael, cada vez más distinto, menos mío, pero no, tampoco es eso lo que me entristece.
El frío en la sierra me genera una especie de nostalgia vertiginosa, pero no, eso no me entristece. 
No sé, no estoy segura de que es lo que me entristece, pero siento como me cala hasta los huesos esta tristeza rara, que nubla la mirada y no me deja poner claras las ideas.
 Escribe pronto, son buen ungüento tus palabras.
La respuesta de Iván, que como ya dije fue la última, fue muy concreta:  Querida maga (así solían llamarme y cabe aclarar que nada tiene que ver con el personaje cortaziano que dicho sea de paso “me caga”, sino más bien con el hilo conductor de las historias de aquellos años) para de buscar tres patas al gato, pinta esa tristeza de colores, con amor Iván. 
¿Cómo se pinta de colores una tristeza que ni siquiera se tiene claro de dónde llega? ¿Cómo dejo de buscar tres patas al gato? ¿Cómo renunció a esta estirpe de melancólicos sin remedio?  ¿Cómo me saco de encima este frío de besos que cada otoño me mata?  ¿Cómo consigo un corazón no pusilánime? ¿Cómo?  ¿Cómo? ¿cómo? 
Esas fueron las preguntas que hice a Iván, no recibí respuesta pero no me di por vencida, sigo buscando, sigo intentando en ensayo y error  y me digo que no, que  este año no, que la tristeza no puede ir atada a mi nombre, y entonces me cambio el nombre y me hago llamar  Matilde, Nube o Luz.   Nada funciona.  Apenas la celebración de las brujas da inicio, a mí se me sale el corazón del pecho y se me pone a llorar desconsolado entre las manos.  Es otoño, con lo que eso duele.  

martes, 26 de julio de 2016

33-4 Porque yo no sé nadar



Guardé los sonidos de la infancia en la raíz palpitante que llevo en el pecho. Aprendí que la forma correcta de caminar es con los pies descalzos y que la única forma de apreciar la belleza de un cuerpo es mirar con atención su mapa de recuerdos. Bebí de forma desmedida las mieles de la primavera; me resigné entonces a dejar pasar el polvo, que remueve el otoño, hasta cicatrizar la herida. Avanzo con calma y cada vez con menos miedo hacía la transformación de los años, como canción pop española: todo es horrible o terriblemente bello.  

miércoles, 20 de julio de 2016

Crónicas Nadjalilaluskosas- poblanas DÍA 3: NO TENEMOS INTERNET =( YO PODRÍA SER UNA BUEN DIA.


Uno de mis episodios favoritos en Cien años de soledad es cuando todo Macondo enferma de insomnio y comienzan a olvidar, entonces José Arcadio Buen Día comienza a poner letreritos sobre las cosas con sus nombres; eventualmente saber cómo se llama algo no era suficiente, así  que además de poner su nombre, puso el para qué se usa o sirve cada cosa “esta es la vaca, la vaca da leche, la leche se pone a hervir y se combina con el café para hacer café con leche “      Me acordé de este  pedacito de Cien años de soledad, porque ayer leyendo a las brujitas, una decía de forma muy determinante que antes de aprender a leer en las estrellas el porvenir, era necesario aprender a mirar con objetividad el presente.   Dando vueltas a esa idea apareció en mi cabeza Pilar Ternera, quien en tiempos del insomnio dejó de leer el futuro en las barjas para leer el pasado, siendo en plena crisis más necesario saber quiénes eran y no quiénes serían. Evoqué a mis psicoanalistas, terapeutas y demás fauna psicoloca que he tenido a bien frecuentar en diferentes momentos de mi vida y pensaba que no están muy lejanos ni de las brujitas, ni de la primera amante del primogénito de los Buen Día,  su “mancia”  es esa, la de ayudar a leer el pasado para entender el presente. 
 Si, he tenido un poco de tiempo libre para pensar tonterías, aún no tenemos internet en casa. Cosas que me son necesarias ahora mismo:
-Dejar de pensar en él por las mañanas, las noches y el resto del día están casi bajo control, pero las mañanas son harto complicadas.
-Ubicar un parque, bosque, un pulmón  más o menos cercano a casa para caminar cavilando pendejadas sin correr el riesgo de morir atropellada ni volver a casa como quien se ha fumado una decena de cigarrillos laramy.
-Encontrar una librería, el mundo es muy triste sin libros y sin internet.


domingo, 12 de junio de 2016

BITÁCORA DE RECONSTRUCCIÓN DÍA 1


Sobre el amor, el desamor, el exhibicionismo, la intensidad, los miedos, la cerveza, las letras, la reinvención y cosas peores
ADVERTENCIA será un post exhibicionista y largo, muy largo.
Escribo porque no se volar, ese era el grito de guerra; quizás aún lo es, pero de cuando en cuando lo olvido y es que de cuando en cuando despego los pies del suelo y la cofradía de palabras gastadas que me habitan pierden importancia, no son necesarias. Hoy no es uno de esos días, hoy me son indispensables: oxígeno y alquitrán a un tiempo. Bajo mi cama, habitan de manera poco cuidadosa 72 cuadernos que cuentan mi historia; mi primer diario comencé a escribirlo cuando tenía apenas 7 años, con trazos ilegibles y apresurados registré meticulosamente cada detalle incomprensible del mundo; se vuelve vicio ¿Saben? Una aprende a hablar poco al tiempo que en secreto no puede parar de decirlo ya todo. Nadie nunca me advirtió que al pasar de los años las letras fermentan hasta convertirse en monstruosas creaturas que devoran la inmediatez. Así pues, ahí bajo la cama habitan desordenados 72 monstruos de diferentes estaturas y parecida complexión. 
Crecí en la transición del papel al ordenador, del diario bajo la cama al blog y justo en esa transición descubrí una de mis mayores filias: el exhibicionismo. Resultó que esos, mis monstruos, eran atractivos a los ojos de espectadores desconocidos que morbosamente identificaban ventanas o espejo en ellos. Comencé entonces a enchularlos, a pervertir las historias con fantasías tan inverosímiles como posibles. Poco a poco los desconocidos se volvieron conocidos, alguno más otros menos entraron a esos mundos y mi gusto por mostrarme vestida de mundos imaginarios creció hasta llegar a este punto, donde ahora ustedes me están leyendo; donde saben porque no tengo empacho en disimularlo si estoy bien, si estoy mal, si maldigo o me ha llegado la regla. Se abren cientos de cuestionamientos tantos superficiales como “profundos” que si la renuncia a la intimidad, que si a nadie le importa, que si el peligro de la información qué si, qué si, qué si… La verdad no me importa y regreso a mi grito de guerra: Escribo porque no se volar; agrego además que escribo porque soy torpe para comunicarme de otra forma, lo que ni siquiera implica que de esta lo haga bien, pero siempre será más fácil poner los dedos sobre un teclado que activar la lengua. Luego entonces, si ustedes me están leyendo, me leen, es que me conocen un poco, me saben arrebatada y absurda, apasionada y contradictoria; y por supuesto, son libres de, en caso de sentir tedio, enfado o aburrimiento al leerme de apretar ese botoncito mágico que dice dejar de seguir y listo. 
Todo esto viene a cuenta del reciente estallido emocional en el que me he visto envuelta, primero en subida, después en picada y está lejos de cualquier intento de justificación de una u otra cosa. El universo es caótico y se mueve, todo el tiempo ¿Por qué seriamos distintos nosotros? Hace mucho, mucho tiempo renuncié a la idea de la eternidad, el amor dura lo que dura dura; en esa renuncia descubrí que me gusta sentir al límite, que soy funambulista sin red y que no quiero dejar de serlo, me gusta morirme de amor y pago el costo de hacerlo. No entiendo la vida en abonos. Las cosas nunca salen como esperamos que salgan, lo que no implica que hayan salido mal, sólo salieron distintas y a llorar, lo que sea necesario y suficiente, a emborracharse y enojarse, a hundirse en largas charlas con los monstruos y exhibir la herida, después hacerle huevos a la vida y seguir bailando. Reinventarse, volver a subir a la cuerda o al trapecio y volver caer, que estamos vivos y como decía Cerati, siempre es hoy. 
Me detengo un momento y suspiro releyendo lo hasta aquí escrito y pienso y repienso ¿Cuánto dura el amor? Y me contradigo entonces, si creo en la eternidad, el amor es eterno y es motor, no así los apegos y las personas. El problema, mi problema es ese, pareciera, el eterno retorno a la idea del amor incondicional y tradicional; acribillo al otro por no ser eso que mi inconsciente desea, por no amarme como yo quiero que me amen; y me detengo nuevamente aquí, no estoy disculpando la falta de honestidad, ni culpándome por esa idea que no se me despega de la cabeza, simplemente trato de tomar conciencia ante los hechos. Cuando poco a poco va pasando el enojo y la tristeza se acentúa, quedan dos posibilidades: hundirse o aprender; muchas veces me gana la primera, pero ahora mismo apuesto por la segunda. 
He vuelto a hablar con él, con Ulises, no tiene sentido censurar el nombre cuando más de la mitad de los que están aquí lo conoce y vieron la euforia del encuentro y se hicieron una idea qué si muy rápido, qué si aguas, qué si muy intenso, qué si muy complicado, qué si, que sí, que sí, que sí no importa tampoco. Importa que fue así como él y yo somos, y cada uno está pagando su cuota ahora mismo, en dolor, en tristeza, en aprendizaje. ¿Reconstruirse y volver a intentar? No lo sé, no lo sabemos, por ahora esto es lo que hay y no es bueno porque siempre pudo ser mejor, pero no es malo porque vivir es esto retar los límites, aprender, caer, volar por instantes, escribir cuando el dolor no da para más y vivir con el corazón en todo el cuerpo.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Lo importante

Are: ¿Cómo me veo?
Lila: Pareces un elefante
Are: Oh! Los elefantes son hermosos, gracias.

Que si somos gordas, que si somos flacas; que si vestimos bien o si no hay moda que nos quede; que si la belleza y la norma es ser delgada; que si las flacas son bonitas y entonces son tontas, que si la salud, la imagen y las relaciones; que si somos invisibles o somos “reales”  y que si un montón de cosas que hacen notar la eterna pugna entre lo que somos y lo que se espera que seamos, porque parece que no pudiéramos alejarnos ni siquiera un poco de los mecanismos de control y ahí vamos, dando tumbos, adoptando eufemismos: ahora las gordas somos curvy  y para hacernos visibles modelamos calzones;  sintiendo culpa por el postre que no debíamos comer;  odiando nuestros cuerpos porque tienen royitos o estrías o porque no termina de ser lo suficientemente delgados o torneados o firmes;   y nada, que de todas formas no terminamos de vernos nunca como tendríamos que vernos. 
Ayer fue día internacional en contra de la violencia a las mujeres,  luego entonces mis amigas activistas comenzaron a postear estadísticas y fotos con cifras alarmantes  sobre violencia física, sexual, psicológica y emocional, de toda esa información que circuló ayer en las redes una particularmente me dejo inquieta, el 85% de niñas cree que es gorda y el  57% de niñas cree que es fea.  ¿Cómo putas?   Es decir, en qué momento y de qué forma comienzan a arraigar los parámetros de “belleza” en nuestras cabezas.   Las respuestas facilonas a mi pregunta fueron las obvias: el sistema y los medios.  Si algo no funciona habrá que culpar al sistema, ese ente imaginario, ambiguo que siempre nos parece ajeno. Alguien tendría que decirnos, señor, señora, joven señorita, usted  también es el sistema, pero esa es otra historia.  Y si no basta con culpar al sistema, entonces culpemos a los medios, esos monstruos enajenantes que nos dictan que pensar, cómo actuar, qué vestir, que creer y que  despreciar sin que, pareciera, pudiéramos oponer voluntad alguna.  Pero no me gustan las respuestas facilonas, y cada vez menos disfruto el papel de víctima del sistema, lo que no implica que exima estos dos factores, claro que son determinantes pero supongo hay algo más, siempre hay algo más.  Entonces seguí dando vueltas al asunto, azuzando los sentidos por si algo en el mundo me daba elementos para comprender y así fue, en el transporté público de regreso a casa escuché la conversación de dos jóvenes madres, ambas de complexión regular y ambas meticulosamente arregladas para ser un miércoles  por la noche.   Una de ellas le decía a la otra, es que ya le dije a Sam que si sigue comiendo como come se va a poner gorda y  fea,  a lo que la otra responde, pero Sam no está gorda,  y la primera agrega tiene 8 años y ya tengo que comprarle talla 14, interviene nuevamente la segunda pero es que es alta, finalmente concluye la mamá de Sam, peor tantito gorda y alta va a parecer vaca, ambas ríen.  Levanté la mirada un poco y me di cuenta entonces, que Sam está presente, se encoge de hombros como esperando que nadie más en el camión haya escuchado a su madre o que por lo menos no la noten en ese camino a parecer una vaca gorda y alta.
Hay una fábula de Augusto Monterroso que se llama: La rana que quería ser una rana auténtica, en ella como su nombre lo indica,  narra como una ranita se empeñó toda su vida en lograr ser una rana auténtica, primero observándose compulsivamente en un espejo, después haciendo caso a  lo que decían los demás  y finalmente ejercitando tanto sus ancas hasta que le fueron arrancadas con la triste noticia que quien se las comió aseveró que sabían a pollo.  Disfruto mucho de trabajar este texto con mis tutorados, porque invariablemente aparece el conflicto en torno a la autenticidad, la pregunta concretamente ¿Logra la Rana ser una rana auténtica o no?  Los argumentos se polarizan y son dos, por un lado  los que dicen que no la rana no es auténtica porque pasa su vida atendiendo a lo que los demás le dicen tendría que hacer, por otro lado, los que dicen que sí, lo consigue en tanto que su convicción última es ser auténtica y  está dispuesta a todo para lograrlo.  Y entonces el cuestionamiento reaparece, ¿es auténtico ese deseo de belleza estandarizada?   Acompañada por supuesto del cuestionamiento en contra parte ¿Somos más auténticos por alejarnos de ese canon?

La verdad es que no tengo respuestas, pero sé que me molesta hablar de mujeres reales e invisibles, todas las mujeres somos reales y somos diversas y que bueno que así sea,  que aburrido sería vivir en un mundo plano donde todo fuera curvas o todo fuera rectas. El problema no es ese,  el problema es la energía y el tiempo que gastamos hablando y trabajando para las apariencias,  ahora mismo llevo dos cuartillas (gracias si usted ha llegado hasta este punto en su lectura) dilucidando en torno a la valía o invalidez de la belleza  y este tamborilear de dedos sobre las teclas surgió por una notita que  abre con la interrogante ¿Las mujeres gordas pueden ser bellas?   Y es una alegoría a la belleza de las mujeres de tallas grandes  y está bien,  pero después las mujeres de tallas pequeñas repelan y  nadie habla de lo importante y lo importante no tiene que ver con ser delgada o gorda. Ahí seguimos dando tumbos, defendiendo  lo indefendible  porque ni siquiera tendría que estar en cuestión.   Me encantan las mujeres que se visibilizan por su incursión en el arte o la ciencia o por ser las mamás más maravillosas del universo o  las mejores maestras, médicos, escritoras esas que entran a  la sala  y comienzan a hablar y no importa si pesan 50 o 100 kilos hipnotizan con su discurso, invitan a debatirles a conversar  y qué más da si vienen envueltas en un saco de  papas o al último grito de la moda, los ahí presentes no pueden parar de observarlas porque es más que evidente que sabe de lo que habla. Admiró de sobre manera a esas mujeres que tienen un corazón enorme que se les desborda el amor del pecho  y no importa de dónde ni como llegues tienen el abrazo perfecto  y  que son mamás y abuelas y tías y ellas también vienen en todos tamaños y eso nunca, nunca ha sido un problema.   Y eso,  eso es lo importante, lo que nos hace bellas o terriblemente horrendas. 

viernes, 16 de octubre de 2015

Día 5 de silencio

Cinco días de ausencia, he tenido frío.   Constato entonces que el mejor poema es el que me escribo en el cuerpo.  Ahogo el grito,  te pienso frenéticamente.  Resisto, persisto. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

Día 3 de silencio

En breve:
-No he muerto
-Regresé a mis clases de Yoga
-Vi "El último viaje a escocia" 
-Terminé de leer "Educar a los Topos"
-Preparé emparedados para el almuerzo
-La batería de mi celular duró todo el día 
- Extraño al señor XX 

martes, 13 de octubre de 2015

Una semana de silencio

Una semana sin facebook, ese fue el reto. Callar las voces artificiales de ese mundo imaginario donde parece que todo mundo está en condición de intimar con las historias que todos ahí nos contamos. Fue un impulso más que una decisión. Era lunes y desperté cansada, con ese hartazgo existencial que no me permite ir más allá de la cocina. Estás aburrida, no deprimida- me dijo Óscar seguido de un guiño que no pude descifrar. No lo negué ni lo acepté, pero me quedé pensando en ello toda la mañana.  Mucho de cierto había en esa afirmación, estoy cansada y aburrida del mundo y eso me deprime enormemente. Fumé en ayunas, tenía mucho que no recurría a esa mal hábito para estimular mi sistema nervioso, la necesidad de sentir algo supongo. Después vino la necesidad de callar todas las voces, de no escuchar más que la mía; hablar con Gabriela y para Gabriela.  Tengo 32 años en este mundo sin saber como funciona, sobreviviendo a él y a mi. No sé si me gusta mi vida, no sé si he sabido vivirla, sé que respiro, camino, hablo, pienso, siento y sentir es el problema, siento más de la cuenta.  En fin, decidí dejar de reñir con el silencio, elegí edificar una muralla temporal para hacer mía la soledad. Una semana lejos de facebook. Día dos, aquí estoy gritando que me duele el corazón y que sigo sin encontrar razones.

sábado, 29 de agosto de 2015

nOVELAS ROSAS

Cosas que a nadie le importan pero que a Lila emocionan.
Tendría escasos siete años mi Gabrielita, cuando una mañana de sábado y sin mucho que hacer encontró el cajón de las novelas rosas de mamá; “novelas con corazón” decía el eslogan que se enmarcaba en la parte inferior derecha de los pequeños librillos de bolsillo en tonos pastel, en la portada podían verse fotos de parejas atractivas que se miraban lascivamente, en la parte superior los nombres Julia, Bianca o Jazmín. Ese fue mi primer acercamiento formal a la lectura, utilizo el termino formal porque antes de eso, leía las versiones breves de los cuentos de los hermanos Green en esos libros enormes que son 90% ilustraciones y 10% texto; y “El corazón confundido” nombre que llevaba la primera de esas novelas que leí, eran 180 páginas de sólo texto, debo decir que no entendí ni la mitad de lo que leía, pero eso no hizo que fuera menos excitante la experiencia, una empalagosa historia de amor para una enamoradiza y solitaria niña precoz, era como maná del cielo; seguí leyendo, por mucho tiempo y en secreto las novelas de mamá, en secreto porque no eran cuentos para niños decía ella, y bueno, es cierto que además de romance e intrigas tenían un alto contenido sexoso, pero en realidad eso lo fui entendiendo después, quizás cuando decidí hacerme de un diccionario. Al paso del tiempo, se volvió aburrido mi placer secreto, todas tenían la misma estructura y eran tan predecibles que perdí el interés. Por otro lado, había llegado ya la adolescencia y aunque para la mayoría era el tiempo de los besuqueos y el descubrimiento del romance; para mí fue el tiempo del descubrimiento de García Márquez y Laura Esquivel con su “como agua para Chocolate” y no es que no me besuqueara, sí también lo hacía, pero era más relevante el mundo nuevo que se abría, muchas otras formas de contar el amor, muchas otras formas de entender el sexo y páginas y páginas y páginas que sin ilustraciones me emboban por horas y horas. Una buena casualidad me puso en una biblioteca a los 16 años y eso me permitió saber que en otros continentes también se hacía literatura, acercarme a la poesía, tratar de descifrar textos filosóficos, comenzar a apreciar la novela gráfica, tomar aprecio por la literatura infantil y un largo etcétera de cosas. Decanté por estudiar Filosofía cambié mis lecturas, descubrí un gusto distinto por otra literatura, conocí bibliófilos, críticos literarios, expertos en temas específicos sobre tal o cual obra, hice confetí mi vida entre tanto. Me fui, un año entero a leer a la sierra, regresé y seguí con mi vida. El tiempo de la lectura en clandestinidad de novelas rosas estaba muy lejos y entonces vine a vivir por primera vez a Guanajuato, tenía 24 años, eran tiempos difíciles el corazón estaba roto como de costumbre, el trabajo inestable y la terquedad a tope como para volver a casa de mis padres; vivía en una pequeña habitación en la parte más alta de un callejón, una habitación sin nada más que una cama y una silla; no tenía internet y los Smartphone aún no eran de uso corriente; silencio, un silencio de viento silbando en el callejón, un silencio de incapacitada social que podía pasar días enteros sin interactuar con otro humano a no ser para lo indispensable. Bajo presupuesto, una biblioteca con grandes exigencias para el préstamo domiciliario; entre la depresión y el desamparo caminando por la ciudad me encontré una pequeñísima librería de viejo, donde dado mi mala economía comencé a comprar libros por volumen, buscaba las novelas más gruesas que sabía me durarían por lo menos dos semanas hasta que pudiera disponer de un poco más de dinero para ir por otra; un nuevo universo, versiones completas de los clásicos, ese cuarto de Guanajuato me vio llorar con Nuestra señor de París, emocionarme con los Tres Mosqueteros, sentir rabia y sentimientos encontrados con Los Miserables, pero sobre todo me vio sonreir y suspirar cuando un sábado por la mañana volví de la librería con una nueva novela, un libro medianamente gordo de pastas rosadas que ostentaba en la portada una mujer con un sombrero atado a su cuello y un hombre elegantemente vestido con un sombrero de copa, en la parte superior en letra cursiva se leía Orgullo y Prejuicio, Jean Austen. Comencé a leer y poco a poquito fui quedando atrapada en su manera de narrar, suspire por Mr. Darcy y me sentí avergonzada apenas después de hacerlo; estaba leyendo una novela rosa y la disfrutaba como nada, en ese momento, en el mundo. Me fui de Guanajuato, el mundo dio muchas vueltas conocí otras ciudades y también muchos autores me clave con los japoneses contemporáneos y no tan contemporáneos, me intoxiqué con Kundera, seguí alimentando mi gusto por Ende, Bradbury y Asimov, conocí a Gaiman y a Palahniuk; pero no pude separarme nunca más de la novela rosa, terminé por reconocer que es uno de esos placeres entre culpables y gozosos que me fascinan, leí todos y cada uno de los libros que encontré de Austen, exploré otra autoras y autores. Todo esto viene a cuento, porque el día de hoy me encontré con la maravillosa noticia de que la BBC está por estrenar una miniserie de El amante de Lady Chatterley, y además de las altas expectativas (la adaptación de orgullo y prejuicio de la BBC a mi parecer es la mejor que hasta ahora se ha realizado) la noticia desató ese torrente de recuerdos intentando dar respuesta a la pregunta ¿Gabrielita, desde cuándo eres tan marica? Y la respuesta es de toda la vida, no puedo evitarlo, ni repudiarlo y menos negarlo, Soy Gabriela y amo las novelas rosas.

viernes, 3 de julio de 2015

Gabrielas

Era como una pesadilla, tres mujeres con el mismo nombre, mi nombre. Por un momento pensé en el desdoblamiento de mi conciencia, quizás la embriaguez había logrado hacer visibles a esas mujeres de las que tanto hablo y que supongo me habitan, quizás después de todo no se llamen ni Matilde, ni Lila, ni Merlina. Las observé con curiosidad -no todos los días se tiene oportunidad de ver a tus alter egos sentados en la misma mesa que tú- pensé. No sólo no eran como las imaginé, eran la antípoda de mi idea de ellas; llevaban vestidos ajustados, tenían puesta esa horrible máscara de maquillaje que tanto me asusta, sus cabelleras pese a la lluvia estaban perfectamente alisadas, dos de ellas fumaban cigarros mentolados, la otra prefería no hacerlo. Me pregunté entonces cómo hice para crear esos entes, qué deseos reprimidos le habían dado vida a ese tipo de personaje en mi cabeza. Comenzó la conversación y un escalofrío atroz recorrió todo mi cuerpo, reían a le menor provocación, risas estruendosas, terribles, sin alma. Una mezcla de tristeza y decepción comenzaba a apoderarse de mí, ellas se hacían más grandes y yo cada vez más pequeña, sus voces cada vez eran más fuertes y la mía se extinguía. Estaba a punto de huir, pero si habitaban mi cabeza, seguro no podría ir muy lejos; quise entonces confrontarlas, para aniquilarlas, si eran producto de mi imaginación, no sería problema, apunto estaba de ello, cuando una mano sacudió mi brazo y una voz de otra dimensión me dijo –Gaby, Gaby, estás bien, ya se fueron tus tocayas, no te cayeron nada bien verdad?

jueves, 25 de junio de 2015

Inteseando en el cine

Neurosis matutinas 33.
 Ayer, pese a todo pronóstico de experiencia traumática, me aventuré al cine, la decisión entre ver dionosaurios o emociones animadas la tomó el reloj, sobreviví a la mirada inquisidora del hombre de la taquilla que reiteradas veces preguntó ¿Sólo uno? sobreviví a la mujer de la dulcería que me ofreció agrandar mis palomitas por 10 pesos y me miro con ironía cuando remarqué “medianas”; sobreviví a la horda de infantes escandalosos y preguntones en la sala; sobreviví al cortometraje de los volcanes, que ahora bajo otras formas menos ortodoxas sigue fomentando la visión Disney del amor, ya saben esa de que todos debemos ir de dos en dos si no queremos ser miserables;  es más, llegó un punto en el que deje de sobrevivir  y disfruté la película.  El día de hoy al llegar al trabajo, resultó que la mitad de mis compañeros me vieron en el cine, con mi combo Forever Alone e inmediatamente me interpelaron respecto de mis razones de ir sola al cine ello acompañado de una mirada que mezclaba la condescendencia  y la compasión. Me limité a sonreír y guardar silencio, con la intención de alejarme lentamente del sitio y no hablar más al respecto, di un par de pasos atrás y me permití escuchar sus apreciaciones  sobre la película:
-          Ay está bien bonita, uno se da cuenta que es mejor no sentir tristeza.
-          Sí, a mí me gustó mucho que al final ganó la alegría
-          Tiene un mensaje bien bonito para los niños: estar triste está mal
 Pensé que no entendí nada, que quizás vimos películas distintas o que esa es una de las principales razones para elegir ir sola al cine cuando las opciones de compañía son de vistas tan limitadas.   

Si soy una amargada! Pero vayan a ver Intensamente, está bien bonita!

domingo, 14 de junio de 2015

Cosas de grandes y cosas de niños.


Ayer hablaba con mi analista (sí, tengo una analista) sobre mi condición enamoradiza de toda la vida, el primer amor (imposible) de mi vida, lo conocí cuando tenía 5 años, él seguramente debió tener 10. Recuerdo que esperaba con ansias los festejos vecinales para poder verlo, que aprendí a escribir un poco antes de entrar a la primaria con la única convicción de escribirle la carta de amor más maravillosa que jamás en la historia se hubiera escrito; después de leerla, pensaba yo, él quedaría eclipsado por mi talento para escribir cartas y me pediría que me fugara con él. Afortunadamente eso nunca paso, bueno si escribí una carta, pero ni fue la más maravillosa ni la entregué nunca a su destinatario, ergo no me fugué con el amor (imposible) de mi vida a los 5 años.
Sucedió también que ayer mientras esperaba en la banca de un parque y habiendo olvidado mis audífonos, escuché a un padre aleccionando a un pequeño de no más de 6 años, resulta que había recibido la queja ya reiteradas veces de que Marco se besaba en la boca con Bere.
-Marco no puedes besarte con Bere en la boca, está mal
-Pero tu besas a mi mamá en la boca
-Sí, pero porque yo amo a tu mamá
- Pues yo también amo a Bere
-No Marco, el amor es cosa de grandes
Justo en esa parte me contuve para no intervenir, quería decirle, no señor, está usted muy equivocado, el amor no es cosa de grandes, es cosa de todos. Por obvias razones no dije nada, pero me quedé pensando en la empatía que mi Gabrielita tenía con Marcos, es cierto yo no besaba a nadie, yo escribía (escribo) idilicas cartas, pero también soy de los que nacimos descompuestos y se nos cuela el amor desde pequeños y por todas partes.

domingo, 7 de junio de 2015

recuerdos

Un recuerdo atraviesa la tarde, como era de esperarse viene desparpajado y mal oliente.  Le veo, me ha visto, pero fingimos no conocernos, no fui yo la que le ha vivido; no fu él quien me ha marcado.  Desconocidos bebiendo en el mismo bar, un bar para corazones rotos, para almas solas y personas tristes; para nostalgias que  lo mismo visten glamurosamente que con los peores harapos que el tiempo  les ha otorgado.   Yo pido una cerveza,  él mezcal; sabe que detesto el mezcal, que no soporto ese sabor acre  que quema no sólo las papilas gustativas sino todo mi tracto digestivo. Cínico y de reojo me mira y levanta su breve tarrito para brindar por la desventura que nos une.  Dramática y aparentemente desentendida correspondo al gesto y doy un trago largo, sintiendo en mi paladar el amargo elixir que sabiéndolo de sobra me ata más y más a  esa memoria perdida que hoy aparece y desearía olvidada.  Se acerca desgarbado, le reconozco de principio a fin y me estremezco, sin pedírselo me enciende un cigarrillo  y balbucea con su aliento aguardentoso polvosas palabras a mi oído. Son fuegos artificiales que estallan peligrosamente  muy cerca del corazón. Que se vaya, le pido que se vaya, demasiadas lágrimas ya han corrido en este sitio, pero no le importan mis ruegos se abraza a mis cabellos desordenados y juega con el esbozo de triste sonrisa que apenas atino a dibujar en mi rostro cansado de andar.  No me resisto más y tomo su mano, me hundo entonces en sus veredas y brindo con él una y otra y otra vez, mezcal y cerveza invaden el caer de mi sol. Me besa, lo siento tan mío como si apenas fuera ayer que lo he fabricado, me hace tan suya en un abrazo como si apenas sucediera. Y no sé  si es grato o detestable, pero lo siento, lo siento desde el centro y expandiéndose a todos mis continentes. Me dejo llevar, me dejo ser manojo de vulnerabilidad ante un pasado distante y gris, pero feliz.  Y justo entonces, como todo en mi mundo, cuando los colores cambian, se desvanece se pierde, se aleja, se va.  Un trago más, le busco, se fue.  Se quedan las ganas de llorar, el vacío contundente de manos y palabras y noches y tú.   

viernes, 27 de febrero de 2015

Derrota en segundo asalto

Sé que sabes que me duele. Al final terminé por entenderlo todo o por no entender nada. Pero esta carta no pretende ser un cúmulo de quejas y dolores, porque esos van a  permanecer el tiempo justo y necesario para aprender de ellos y seguir viviendo.  Este correo es más con la intención de decir gracias; la muerte de los que amé me ha enseñado cosas importantes y una de esas es no guardar lo que siento, no esperar a que sea muy tarde y arrepentirse por lo no dicho. Me gustaría poder decirlo y no tener que escribirlo,  pero no puedo estoy muy triste,  enojada y confundida y hablar contigo sólo lo empeoraría. Pues bien, muchas gracias por este pedacito de mundo que caminaste conmigo, aunque vertiginoso al final, fue maravilloso, me voy con el corazón roto, pues realmente creí que tú y yo podríamos ser eternos, porque nunca mentí cuando te dije que te amaba, porque estaba contando los días para volver a verte. Pero el amor es un puente, y los puentes no se pueden sostener de un solo lado. Desde hace días te noté raro, distante y no sé cuántas veces lo dije, incluso trate de creerme que la que estaba imaginando cosas era yo, pero sabes pocas veces me equivoco y la serie de acciones que se siguieron lo confirmaron. No sé qué paso en el camino, no sé qué se rompió entre nosotros, pero de todas maneras gracias, por darme esos meses de fantasía donde ser nube daba sentido al mundo y como dos locos se lo gritamos. En fin, te dejo con tu mundo, ese en el que no encajo y me pidas que no me entrometa. Me voy con mis dramas, mis cartas, mis canciones, mis tristezas, pero sobre todo me voy con la convicción que esta vez yo no hice las cosas mal, al contrario me esforcé en todo momento por hacerlas bien; me voy con todo este amor que  alguna manera encontrare de volver hacia mí y aunque me duele despedirme, hago del desastre fortaleza y me digo que este abismo que me separa de ti, es un paso pequeño, el primero para quererme a mí.

Yo no corro, yo vuelo y a veces caigo, pero esta vez no voy a arrastrarme. 

sábado, 13 de diciembre de 2014

Carta a todas mis catástrofes


La habitación se llena de humo, la mirada cada vez es más densa. El corazón cada vez más débil y la pregunta incesante ¿Qué le hace falta a Gabriela? ¿Qué es eso que no tiene para ser feliz?  Los recuerdos beben y fuman ante la efigie de un árbol de navidad que otrora albergaba todas las esperanzas de dos que por un instante sintieron el cuerpo condensarse y se pensaron nubes. El dolor en ese punto intangible del alma y un teléfono afónico como cada vez que hace tanta falta que grite, que una, que dividida pero que suene. La noche avanza, el frío encrudece y el llanto no cesa. El amor, el amor no existe, es quimérico invento de los que sueñan y ella ha despertado de un golpe, al descubrirse ante los ojos de él como nunca pensó estarlo, como una mujer corriente.  Más preguntas ¿Cómo hago para no sentir? ¿Cómo me arranco el corazón de un tajo? ¿Cómo alivio esta pena?  Una conocida canción, el trago amargo de una cerveza ya tibia, voluntad y fuerzas minadas; la soledad como al inicio, el eco del espasmo que dejo el último encuentro estremece los sentidos y un vacío creciente va apoderándose de sus entrañas. La herida y la cura en la misma voz que no llama, que indiferente se ausenta mientras el sentimiento fermenta y se pudre. Más preguntas, esta vez ¿Qué salió mal? ¿Qué hice mal? ¿Qué me falta? ¿Qué me falta para ser real?  Sus manos sobre el teclado comienzan a volverse transparentes, se endurecen, un iceberg ella se convierte poco a poco en eso que nunca quiso ser, un Iceberg.  Sus pies están fríos y su cuerpo tiembla, pero esta vez el frío no tiene relación alguna con el estado del tiempo, esta vez el frío le viene de dentro, del centro de su ser, el frío emana de dentro y no hay forma alguna de pararlo.  Un trago más, un cigarrillo, un rebozo que guarda el aroma de aquel al que se ama y se odia en proporciones exactamente iguales.  Un teléfono que no suena, una señal que no llega y una visión horrible que no se separa de su cabeza. Otra vez, otra vez el reclamo en su conciencia, otra vez la misma historia, la misma piedra, otra vez.   Una llamada, una disculpa, unas manos, que la salven, nada, no hay nada. 
Isaac, nube.

Entre el enojo, el humo y la tristeza escribo, no sé si busco herirte o si sólo necesito hablar y descongestionar mi pecho, no sé qué buscan mis lágrimas que se hacen palabras y brotan a borbotones por mis dedos. Sé que este no es el final que esperaba para una historia que pintaba eterna; sé que este no es el sentimiento que tendría que acompañarme, ayer el corazón me rebosaba de una felicidad inusitada; sé que el mundo no es para mí.  Me despido nube, me despido de todo, de ti, de tus besos, tus abrazos, tus historias, tus desayunos, tus mimos; me despido de este mundo que no me pertenece y al que nunca he pertenecido.  Ya no quiero sentir, ya no quiero sentir nada, sentir es malo hace daño duele. Siempre pensé que el amor no tendría porque doler, siempre pensé que el amor tendría que ser mágico y sanador; pero el amor sólo enferma, engaña, duele y ya no puedo más con esto, me duele tanto. Tres meses nube, tres meses bastan para quemar las naves  y no volver la vista atrás solamente irse, recoger los pedacitos que se esparcen por el suelo, ponerlos en una bolsa negra e irse. Me voy no puedo más. Te amo, mi amor es real y fue transparente de principio a fin.  Pensaba en medio de este remolino que todos nos equivocamos, que todos merecemos segundos chances, pero no si ni siquiera se piden, si ni siquiera se asume la responsabilidad del mal hecho o se ofrece la reparación del mal, no si este amor que se consume hoy no fue suficiente para decir la verdad en alguno de esos momentos en que se tuvo todo para darla. Me duele mi pierna y esa marca que va a recordarme siempre que el amor es pura mierda. 

miércoles, 22 de octubre de 2014

Ayotzinapa

Somos raíz  y somos alas. Somos los ojos  latentes y atentos que se afanan en tapar. Somos los indignados que buscamos justicia. Somos los que toman las calles y  los muros, sí los urbanos y los virtuales, para gritar que estamos cansados de la barbarie en que se nos obliga a vivir. Somos los que creemos y creamos otro mundo, uno donde ser joven no sea un crimen. Somos los que no cesamos la búsqueda y exigimos ser todos los que somos. También somos los desaparecidos. También somos los amigos, los familiares, los cercanos. Todos somos Ayotzinapa.

Vivos se los llevaron,
vivos los queremos.

martes, 7 de octubre de 2014

El mar...

Para Isaac, mi breve océano

El mar como fundamento, rezaba una leyenda en el baño  público del bar, una tenue sonrisa se dibujó en sus labios. Pagó su cuenta, salió del local y emprendió el camino habitual hasta su casa. Una noche húmeda, las calles recién llovidas hacían brillar el pavimento. Anduvo con calma, como andan los que nadie espera. En su memoria resonaba la frase y se preguntaba a que podría referirse, por qué algo tan inmenso sería el fundamento, el fundamento de qué. Encendió un cigarro y mientras observa la chispa incandescente entre sus dedos, imaginó el ritmo de sus pasos como el mecer de un pequeño bote, pensó en el humo como la niebla de una noche en altamar; sintió frío, se abrazó un poco y siguió navegando en su imaginación; levantó la vista y observó la luz más lejana de un farol, ese sería su faro, su dirección su norte, no, su norte no, para eso necesitaba estrellas y esta noche la niebla y la lluvia las ocultaban. Sin embargó, concluyó ahí bajo todas esas nubes deberían estar. Se detuvo un segundo y sin chistar comenzó a dibujar en el cielo las constelaciones conocidas, inventó otras, no sin darles un nombre por supuesto.  Se sentó un momento a contemplarlas, y la inmensidad de ese millón de estrellas imaginarias la hizo estremecerse, era tan pequeña. Una nostalgia del tamaño de ese firmamento que acababa de crear se apodero de ella, extendió su mano y fue entonces que otra mano, que en algún lugar de la galaxia también se extendía desde una barca inexistente la suya, y le estrujaba. Un sobresalto, una vuelta a la realidad por un instante y un regreso a ese espacio imaginario. Era una mano firme y cálida, una presencia mágica de alguien que como ella buscaba, de alguien que como ella sin saber porque o dónde o cómo la esperaba. Se sintió a salvo. Alguien en algún lugar le había dotado de existencia esa noche y lo único que ambos tenían, era el mar como fundamento. 

martes, 23 de septiembre de 2014

Espiral
Para Isaac, mi arcoíris atemporal.
La  elasticidad del tiempo era un tópico recurrente en sus disertaciones, en realidad pocos prestaban atención a ellas, por lo que podía discurrir libremente sobre el tiempo o los miles de conejos amaestrados que según le había contado su abuela, daban cuerda al reloj universal.  Siempre había imaginado ese reloj en un fondo amarillo, color más desagradable, pero no concebía otro que pudiera servir de tapiz a esos millones y millones de segundos que se iban sumando uno a uno para dar paso a épocas enteras. El tiempo según ella, tendría que ser algo así como un resorte, un espiral, una ilusión óptica de esas que parecen girar y girar y seguir girando  aunque en realidad nunca se muevan.
Todas las tardes se sentaba frente al pórtico de su casa, papel y lápiz en mano tomaba nota de las tonalidades del cielo. Conforme los conejos daban vuelta a la enorme manivela que servía de cuerda al reloj, cambiaba de color el cielo; esto ocurría debido a que con el movimiento el fondo amarillo del reloj universal  se mezclaba con los tonos azules y rojos de los números y las manecillas. Conforme iba cayendo la noche y el cielo se tornaba oscuro, ella deducía  los conejos agotados soltaban la cuerda y el tiempo en su esencia elástica espiralidosa, retrocedía  a gran velocidad  de tal forma que los colores parecían ausentarse.
Si atendía a estas observaciones, podía concluir que vivía todos los días el mismo día, es decir en realidad el tiempo no avanzaba, sólo giraba proporcionalmente hacia adelante y hacia atrás.  Considerando valido su argumento, como de hecho lo hacía, habría que explicar entonces  por qué si todo era un hoy  perpetuo,  si el tiempo no avanzaba sólo giraba, envejecíamos, por qué las cosas morían.   Atribuyo el caso a la elasticidad, consideró que no hablaba de círculos sino de espirales, pero su respuesta no le pareció suficiente.
Cansada de no tener la capacidad para teorizar sobre el efecto aniquilante del tiempo, decidió comenzar una nueva búsqueda. Su nuevo proyecto consistía en cazar algún conejo amaestrado para solicitarle una entrevista.  Se dirigió al mercado y compró todas las reservas de zanahorias que pudo obtener; pasó por una botica  y no sin algunas complicaciones, surtió tantos somníferos como le fue posible obtener.  Preparó un coctel explosivo de pastillas y lo roseó sobre los vegetales procurando no exceder la dosis,  la intención no era matarlos, sólo adormecerlos un poco para  al despertar poder sostener la preciada entrevista.   Esparció las zanahorias por toda la casa, algunas las colgó, otras las puso bajo la cama, en la cocina, en la sala, entre los libros, zanahorias  y más zanahorias por todas partes. Al llegar al baño, decidió sería este el lugar donde más vegetales adormecedores debería haber, suponía que como el agua del escusado giraba en espiral al jalar la cadena, una relación muy cercana debería tener con el espiral del tiempo, pues lo mismo que los hombres se hermanan por ser descendientes del mono, los espirales tendrían que estar familiarizados de alguna forma.
Espero pacientemente, mientras tanto redactaba las preguntas precisas que tendría que hacerle al conejo. Espero, espero, siguió esperando. Sus uñas crecieron, su cabello enmarañado cada vez era más largo, las zanahorias  comenzaban a descomponerse por toda la casa,  un olor más dulce que desagradable inundaba todo el lugar, pero de los conejos del tiempo nada.   Comenzó a perder la calma, no había comido en días, quizás semanas, no tenía animo de salir, ni dinero para adquirir alimentos, así  sin reflexionarlo mucho comió las zanahorias del piso del baño, una a una, hasta quedar profundamente dormida.
Todo parecía perdido, ahí estaba, en el jardín de su casa mirando el cielo cambiar de color, libreta y lápiz en mano, parecía que era su última nota,  y en ella se retractaría de todo, el tiempo no es elástico, no hay espirales, no hay conejos, escribía cuando de pronto, ahí estaban eran ellos, los conejos del tiempo, eran miles y miles,  todos vestidos con una peculiar chaqueta a cuadros, sus pelajes brillantes y blancos  sus ojos eran imponentes y rojos; todos absortos  en dar cuerda a millones y millones de relojes pequeñitos que conformaban el gran reloj universal, que en efecto estaba sobre un horrible fondo amarillo. Ninguno prestaba atención a su presencia, todos a un ritmo como en una gran danza daban cuerda y avanzaban. Todos menos un par, ambos con pelaje oscuro, ellos giraban en sentido contrario, el primero de ellos recogía los relojes descompuestos y los ponía en su saco, el segundo los sustituía por  unos nuevos.
Quiso acercarse, observar de cerca la danza, pero temió alterar el orden así que prefirió a que el conejo que guardaba los relojes averiados pasará frente a ella, para entonces poder interrogarle,   cuando esto sucedió  el  concentrado animalito interrumpió su misión por atender a la extraña creatura que de forma inteligible vociferaba, ella no se percató hasta después de que él no podía entenderla, sin embargo, pronto se dio cuenta, de la acumulación de relojes descompuestos que caían a un lado de la ronda de conejitos blancos y que al no ser recogidos entraban nuevamente  reloj universal causando gran confusión en los afanosos encargados de dar cuerda. Quiso entonces remediar el problema, ayudar a recoger los relojes descompuestos, pero su intervención generó pánico, aquello estaba resultando desastroso.  Todo era tan confuso…
Después de eso todo era un fondo blanco, despertó en el momento exacto que el cielo se torna de tonos marrón, estaba a mitad del jardín, todo había sido un sueño, sintió alivio, quiso ponerse en pie, estaba mareada o algo había cambiado, pues no lograba distinguir entre arriba y abajo, dio un salto, otro salto, otro salto, extendió su brazo izquierdo, una chaqueta  a cuadros cubría su pelaje blanco, estaba en mitad de su jardín entre otros miles de iguales  danzando por inercia y dando cuerda al tiempo…

jueves, 18 de septiembre de 2014

Ensalmo (otro)


En canto amoroso pido al Dios que cuida  de los corazones rotos, me conceda la magia de tus besos, tu cuerpo como texto y tus manos firmes sosteniéndome en sueños.  En rezo silencioso, agradezco al universo la luz que tus ideas traen a mi laberinto, la casualidad que nos encontró en este mundo y tu alma vieja que se persigue con la mía. Con la palma de mi mano abierta y extendida al cielo, pido a mi Dios particular nos cuide y nos conserve libres.

Amén y amemos que la vida es hoy. 

lunes, 25 de agosto de 2014

No hay palabras

Arden mis dedos sobre el teclado, todos tienen miedo, yo también. Un paso me separa del abismo, un salto que tiene la dimensión de un puñado de palabras tristes, que no encuentro, que no existen.  Anoche volví a soñarme pez  en el desierto y desperté deshidratada. Hoy fue un día plano, me despedí en un tibio abrazo del viejo Sauce, sin dolor ni alegría, como quien se despide de un trozo de vida sin notar apenas que habrá de irse para siempre.  Las ideas congestionadas de recuerdos y desmemorias, la soledad habitando cada recoveco de mi cuerpo, las noches de insomnio enmarcando mi rostro y yo que no me atrevo a saltar, que sigo escribiendo para encontrar las palabras que consigan nombrar esta tristeza.  Me distraigo entre ventanas, fumo para ahuyentar los fantasmas, me murmuro entre dientes “tranquila Gabrielita, ya pasará como tantas otras veces ha pasado”,  me levanto y giro lejos de mi eje, me busco en historias ajenas y regreso a la luz persistente de mi viejo monitor, todos tienen miedo, yo también. No existen las palabras. 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Desmemoria


Para Sium, que sin saber es una cajita de fósforos en mi corazón.

Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Abrió los ojos y registró el lugar: una habitación de hotel.  No hizo ningún esfuerzo por recordar cómo había llegado hasta ahí.  La bruma en la memoria, cada vez más espesa, era ya una constante en sus días. Recordaba acaso, que algo importante había olvidado. Se incorporó y se puso frente al espejo, observó a detalle y con extrañeza su anatomía, se maravilló con los pliegues de su cuerpo, cubrió con una mano su sexo y con otras sus voluptuosos pechos, esbozó una sonrisa ladeando ligeramente su rostro y concentrando su mirada  en el café profundo de la mujer en el espejo decidió este día se llamaría Italia, si, justo como ese espacio geográfico del viejo mundo, donde probablemente nunca había estado. Ahora tenía un rostro, un cuerpo, un nombre  pero no una historia.  Con curiosidad y cada vez con mayor atención identificó las cicatrices en su piel. Había olvidado  las caídas de la infancia que habían marcado su frente; no recordaba que la mancha en su rodilla izquierda era producto del roce del sofá una noche que amo con todo el cuerpo; intuía por la forma de la marca que alguna vez por insensatez o descuido había quemado sus muñecas. Al terminar el escrutinio, no pudo evitar sentir como una tristeza densa se abismaba en el centro de su pecho, una nostalgia insoportable por eso suyo que no podía reconocer, que no entendía. –Italia- murmuró mientras dos cascadas saladas le inundaban el rostro. No quería ser Italia, quería tener una historia con sus días y sus noches, con todo el dolor y la paz y el amor y todo lo que ahora mismo no tenía.  Volvió a la cama. Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Cerró los ojos y volvió a quedarse dormida. Soñó entonces que su cuerpo era otro, uno de curvas más prolongadas y senos  pequeños,  su rostro era distinto asimétrico y redondo, su nombre  era ordinario, y además un sentimiento no grato la abatía. En el sueño molesta e inconforme se reprochaba ser esa que era. Apretó los puños al tiempo que… (Bis)


viernes, 15 de agosto de 2014

baila, baila, baila...


Ella baila entre fantasmas y sin sabores, añora tiempos que parecen ahora felices, pero nunca lo fueron, siempre estuvieron  nublados; pero eso ella lo ignora, permite que sus caderas se balanceen al ritmo de un pasado distante en el que la risa y el deseo gobernaban el absoluto del instante y todo parecía mejor. Su risa hace eco en la memoria de quien no le recuerda,  su alegría es tan distante que ni siquiera puede ponerle un nombre, el universo es del tamaño del siguiente paso que torpemente atina a dar mientras la mano extraña que hace girar su cuerpo al ritmo de una canción conocida lo exige, y ella asiente como quien acepta la circunstancia que le rodea pero la desconoce, no es suya, no es el ritmo que desearía le hiciera sentirse plena,  no es la mano en su cintura la que espera, no eres tú. Y lo sabe y lo piensa, y baila porque la canción lo exige, porque la vida lo pide, porque no quiere llamarte, incomodarte con un sentimiento que ahora es sólo suyo, porque no quiere, porque no quiere, porque no quiere (…) y quiere tanto que no sabe qué hacer con eso.

miércoles, 30 de julio de 2014

31

Apago la luz y me hablo a mi misma, bajito como quien no desea salir del letargo, me doy muchas explicaciones, me digo que no son necesarias, juego con mis cabellos en caria afable de quien aprende el amor con el tacto, me susurro al oído -Gabrielita, no te vayas tan lejos. Me contesto- No me voy lejos, sólo estoy cambiando de color, de edad, de alas.

jueves, 17 de julio de 2014

cómo?

Se dicen dos palabras: ¿es aquí?

Cómo no reñir con mis deseos  que me piden despertar esas ganas  que son tuyas  pero me corresponden.
 Cómo no salir a buscarte si tu rastro me lleva a un tren  suspendido en algún  país lejano.
Cómo no buscar abrigo si tus brazos tienen el tamaño del mundo y el calor del sol.
 Cómo no perderme en tus ojos si  en un vértigo maravilloso me regresan del abismo.
 Cómo no aferrarme a tus manos si me construyen  desde las cenizas de un triste corazón.
 Cómo no llamar magia a tu sonrisa si explota a cada instante desde tu centro hasta mi centro.
 Cómo no tatuar tu nombre en mis entrañas si sin pedirlo las habitas y disfrutas.
 Cómo no pedir al cielo que me lleve contigo si el universo se compacta en cada instante que compartimos.
 Cómo no bailar la noche si es tu cuerpo el que guía.
 Cómo no sentir que muero si contigo es polvo cósmico lo que nos regresa a la vida.
 Cómo no pedir que vuelvas si  no te has ido y la nostalgia ya me invade.
 Cómo no añorar tus besos si me enseñan un lenguaje nuevo.
 Cómo  no regalarte mis palabras si has hecho tuyos todos mis silencios.
 Cómo no decir que siento si mis poros ya lo gritan.
 Cómo no embriagarme a tu salud si desde que llegaste no he estado sobria.
 Cómo no reclamar al tiempo si ha sido tan breve.
Cómo no saberte real si se estremecen mis manos con tan solo mirarte.
Cómo no creer en Dios si te trajo desde otro planeta hasta al mío.
Cómo no mirar distinto si tú eres otro.
Cómo no eternizarte si mi vida se bifurca.
Cómo no fumarte, beberte, comerte…
Cómo no llamarte música si tu canto me penetra.
Cómo no llamarte lluvia si me llueves todo el tiempo.
Cómo no llamarte viento si me revientas  y reinventas.
Cómo no llamarte magia si haces aparecer galaxias.

Cómo no llamarte amor, cómo no llamarte …

miércoles, 18 de junio de 2014

La tristeza no irá atada a mi nombre...

Perder la cuenta de los días es buena señal, encontrar otros mundos habitables dónde tu no persistes es esperanzador,  un  espacio sin palabras, donde el silencio es la suave caricia que regresa la calma. Habito un espacio que es mío, aprendo de los días y me desprendo del  recuerdo, no estoy  lista para seguir pasando por mi corazón dos años de historia.  La curva entre tú, yo y mis sueños  poco a poco se vuelve estrecha y te voy dejando ir.  El amor mal entendido se vuelve transparente y lejos de asumir lo entiendo,  me doy cuenta que el dolor no es perderte porque nunca me amaste, el dolor es haberme perdido a mí en ti. Me  pongo en pie cada mañana con menos dificultad, me reconozco desnuda, sola y hambrienta pero mía. Los hábitos y las costumbres que fungían como grilletes a tu sombra se transforman. Hoy pude volver a ese espacio que fue nuestro, el aire enrarecido no logró herirme, tu fantasma y sus mentiras ya no me hicieron más que sentir alivio. Me recupero, me reconozco y acepto que no fue lo que deseaba pero estoy plenamente consciente de que fue lo mejor. 

martes, 10 de junio de 2014

Largarse

Día 15
El inesperado momento en que es necesario tomar las cosas y largarse. Yo lo hice. Me largué con mis reclamos, mis versos, mis cuentos, mis ganas, mis noches, mi desorden, mis mujeres, mis sueños, mis frustraciones,  mis libros y mi perro. Apenas unas horas, aún tibio el cuerpo del amor en la alcoba, ella ocupó mi espacio. Le quedán grandes mis ideas, pero debo aceptar le lucen lindas a manera de pretensiones.

domingo, 8 de junio de 2014

Es domingo...


Día 13

Como es costumbre, los domingos se despierta buscando el clavo de dónde colgarse, o por lo menos colgar los recuerdos, poner el sentimiento a orear, esperar que el dolor en la herida amaine y el lunes todo vuelva a comenzar. Ordenar las habitaciones, organizar los archivos, escribir como quien tiene vocación suicida. Es domingo, las palabras a raudales arrebatan las razones y nunca queda plasmada la infinita tristeza que el corazón habita.  La visión onírica del falso recuerdo perturba la mañana, se llega al medio día sin entender qué sitio era ese que por la noche se recorrió; la señal se difumina y la confusión regresa. No valen los motivos, no vale  la distancia, un número grabado en el índice derecho que se marca involuntariamente y una voz somnolienta y cansada que responde,  sin decir nada que alivie, detiene el violento devenir del domingo. Después sólo el silencio, un silencio chaikovskiano a causa de un vecino músico, un silencio de campanas que insistentemente llaman a los fieles a misa, un silencio de niños que corren por el callejón, un silencio de perros que ladran en alguna azotea, un silencio que guarda lastimosamente todo lo que se dijo y lo que se quedó por decir.  Se libera el domingo y su peso inefable  atribula cualquier cavilación que osara ponerte a salvo.

Palabras

9:13
Y entonces me dijiste, escríbeme una carta de amor, tiene mucho que no me escribes cartas de amor. Y aquí estoy, retando al cursor, acicalando a las palabras que después del estallido se hicieron bolita y se escondieron en un rinconcito oscuro del corazón; les hablo al oído y les digo que todo está bien, que fue un accidente, pero tenemos saldo blanco, me disculpo con ellas por nuestra torpeza y les digo que esas cosas pasan, a veces, cuando uno aprende a hacer el amor con ambas manos. Poco a poco y sin presionar las convenzo de que salgan a mirar como la cueva se va llenando de colorcitos, como tus libros reposan tranquilos junto a los míos, entonces se animan y sonríen y alguna que otra baila y silba una conocida canción de amor, un pedacito, mis palabras tampoco se saben letras completas. Una vez afuera y con el corazón más tranquilo, ellas y yo, nos ponemos en marcha para seguir escribiendo historias contigo, porque tú eres mi guerra, mi lápiz, mi paz y mi planeta entero. 
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Silencio

18:44
Dicen que los tiempos calmos son mal alimento para los palabristas. No sé si estoy de acuerdo, pero sí que lo entiendo, mi tintero se seca en el escritorio olvidado donde yacen las cartas sin destinatario y los ceniceros desbordantes de insomnios y pasiones no correspondidas, no, no es que haya dejado el mal hábito de fumar en las madrugadas, todos tenemos derecho a un vicio en esta vida, pero ahora fumo en compañía, escribo poco, pero hablo todo y alguien escucha con amplia sonrisa; las cartas llevan remitente y destinatario claro.  Agradezco la sequía de letras, porque aprendo nuevos lenguajes más cercanos, mas tibios, más inmediatos y honestos.  Claro que extraño el vértigo de malabarear adjetivos, uno nace con ese ímpetu de náufrago del lenguaje, no es algo que se elija, ahí está, latente y permanente, pero a veces y por lapsos placenteros es bueno regocijarse en lo placentero del silencio.  
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él que no es él

18:03
Nula concentración, escribo dos líneas y me pierdo en los contornos de las nubes que veo desde mi ventana. Las ideas elusivas, hoy más que otros días, llevan todo el día danzando de un lado a otro; mis dedos siguen el ritmo de esa canción que dice …y morirme contigo si te matas y matarme contigo si… y ahí se pierde el ritmo y entonces pienso, que no, que está claro y no sé qué tan triste resulte asumirlo, pero no, yo nunca voy a morirme de amor, pero quizás sí que me muera amando o pretendiendo hacerlo.  Vuelvo a empezar, el cursor parpadea y yo trato de poner orden a mi cabeza, gobernar mis emociones y cumplir con mi deber. No funciona, las palabras se han puesto en fila una detrás de otra y saltan en misión suicida, antes de que pueda contenerlas para plasmarlas, explotan; malditas palabras kamikazes, malditas, malditas sean… y es que algo en mi corazón me dice que la dispersión, el silencio y el tanto ruido son consecuencia y no causa.  Uno no puede jugar y pretender que nada pase. Y es que él juega conmigo y yo me presto al juego; para después sin querer y sin ver jugar con él, que no es él sino el otro él, el que se acerca, el que llega, el que busca y no tiene ánimos de juego y nada. Pierdo a doble juego y nada, que no me puedo concentrar y no puedo escribir. Un motín de emociones, sensaciones y ganas de bailar cumbia me tienen dando vueltas de un lado a otro de la habitación enlistando hubieras y desenlaces.  Vuelvo a empezar…
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13:04

Tenía un amigo, no imaginario espero, hace algunos años, cuando actualizaba mi blog todos los días y alguna gente perdía un par de minutos de su vida pasando a leer, en aquellos años no había likes, la banda comentaba, si le había gustado lo que leían te dejaban alguna notita buena onda, si no les gustaba algún insulto.  Iván, así se llamaba mi amigo, se involucraba con mis historias, me preguntaba detalles sobre los personajes, los lugares o la veracidad de lo que yo contaba, después de largas sesiones de preguntas y respuestas en los comentarios del blog, intercambiamos correos electrónicos. Comenzamos a enviarnos cartas, nos volvimos amigos epistolares, era extraño, pero agradable. No tenía yo una imagen física de Iván, igual pudo tener 4 manos y un bigote pelirrojo, la verdad eso no importaba. Importaba que me leía atentamente y yo lo leía a él, imaginando su voz, que tampoco nunca escuché, cada vez que lo leía. Un día Iván dejó de escribir, nunca supe más de él.  El último correo electrónico que tengo de él, está fechado en septiembre de 2006; es una respuesta a este correo:
Dear Iván:
El abuelo se fue, a veces lo extraño un poco, pero no, no es eso lo que me entristece.
Vi a Misael, cada vez más distinto, menos mío, pero no, tampoco es eso lo que me entristece.
El frío en la sierra me genera una especie de nostalgia vertiginosa, pero no, eso no me entristece. 
No sé, no estoy segura de que es lo que me entristece, pero siento como me cala hasta los huesos esta tristeza rara, que nubla la mirada y no me deja poner claras las ideas.
 Escribe pronto, son buen ungüento tus palabras.
La respuesta de Iván, que como ya dije fue la última, fue muy concreta:  Querida maga (así solían llamarme y cabe aclarar que nada tiene que ver con el personaje cortaziano que dicho sea de paso “me caga”, sino más bien con el hilo conductor de las historias de aquellos años) para de buscar tres patas al gato, pinta esa tristeza de colores, con amor Iván. 
¿Cómo se pinta de colores una tristeza que ni siquiera se tiene claro de dónde llega? ¿Cómo dejo de buscar tres patas al gato? ¿Cómo renunció a esta estirpe de melancólicos sin remedio?  ¿Cómo me saco de encima este frío de besos que cada otoño me mata?  ¿Cómo consigo un corazón no pusilánime? ¿Cómo?  ¿Cómo? ¿cómo? 
Esas fueron las preguntas que hice a Iván, no recibí respuesta pero no me di por vencida, sigo buscando, sigo intentando en ensayo y error  y me digo que no, que  este año no, que la tristeza no puede ir atada a mi nombre, y entonces me cambio el nombre y me hago llamar  Matilde, Nube o Luz.   Nada funciona.  Apenas la celebración de las brujas da inicio, a mí se me sale el corazón del pecho y se me pone a llorar desconsolado entre las manos.  Es otoño, con lo que eso duele.  
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33-4 Porque yo no sé nadar

20:58


Guardé los sonidos de la infancia en la raíz palpitante que llevo en el pecho. Aprendí que la forma correcta de caminar es con los pies descalzos y que la única forma de apreciar la belleza de un cuerpo es mirar con atención su mapa de recuerdos. Bebí de forma desmedida las mieles de la primavera; me resigné entonces a dejar pasar el polvo, que remueve el otoño, hasta cicatrizar la herida. Avanzo con calma y cada vez con menos miedo hacía la transformación de los años, como canción pop española: todo es horrible o terriblemente bello.  
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Crónicas Nadjalilaluskosas- poblanas DÍA 3: NO TENEMOS INTERNET =( YO PODRÍA SER UNA BUEN DIA.

11:31

Uno de mis episodios favoritos en Cien años de soledad es cuando todo Macondo enferma de insomnio y comienzan a olvidar, entonces José Arcadio Buen Día comienza a poner letreritos sobre las cosas con sus nombres; eventualmente saber cómo se llama algo no era suficiente, así  que además de poner su nombre, puso el para qué se usa o sirve cada cosa “esta es la vaca, la vaca da leche, la leche se pone a hervir y se combina con el café para hacer café con leche “      Me acordé de este  pedacito de Cien años de soledad, porque ayer leyendo a las brujitas, una decía de forma muy determinante que antes de aprender a leer en las estrellas el porvenir, era necesario aprender a mirar con objetividad el presente.   Dando vueltas a esa idea apareció en mi cabeza Pilar Ternera, quien en tiempos del insomnio dejó de leer el futuro en las barjas para leer el pasado, siendo en plena crisis más necesario saber quiénes eran y no quiénes serían. Evoqué a mis psicoanalistas, terapeutas y demás fauna psicoloca que he tenido a bien frecuentar en diferentes momentos de mi vida y pensaba que no están muy lejanos ni de las brujitas, ni de la primera amante del primogénito de los Buen Día,  su “mancia”  es esa, la de ayudar a leer el pasado para entender el presente. 
 Si, he tenido un poco de tiempo libre para pensar tonterías, aún no tenemos internet en casa. Cosas que me son necesarias ahora mismo:
-Dejar de pensar en él por las mañanas, las noches y el resto del día están casi bajo control, pero las mañanas son harto complicadas.
-Ubicar un parque, bosque, un pulmón  más o menos cercano a casa para caminar cavilando pendejadas sin correr el riesgo de morir atropellada ni volver a casa como quien se ha fumado una decena de cigarrillos laramy.
-Encontrar una librería, el mundo es muy triste sin libros y sin internet.


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BITÁCORA DE RECONSTRUCCIÓN DÍA 1

12:56

Sobre el amor, el desamor, el exhibicionismo, la intensidad, los miedos, la cerveza, las letras, la reinvención y cosas peores
ADVERTENCIA será un post exhibicionista y largo, muy largo.
Escribo porque no se volar, ese era el grito de guerra; quizás aún lo es, pero de cuando en cuando lo olvido y es que de cuando en cuando despego los pies del suelo y la cofradía de palabras gastadas que me habitan pierden importancia, no son necesarias. Hoy no es uno de esos días, hoy me son indispensables: oxígeno y alquitrán a un tiempo. Bajo mi cama, habitan de manera poco cuidadosa 72 cuadernos que cuentan mi historia; mi primer diario comencé a escribirlo cuando tenía apenas 7 años, con trazos ilegibles y apresurados registré meticulosamente cada detalle incomprensible del mundo; se vuelve vicio ¿Saben? Una aprende a hablar poco al tiempo que en secreto no puede parar de decirlo ya todo. Nadie nunca me advirtió que al pasar de los años las letras fermentan hasta convertirse en monstruosas creaturas que devoran la inmediatez. Así pues, ahí bajo la cama habitan desordenados 72 monstruos de diferentes estaturas y parecida complexión. 
Crecí en la transición del papel al ordenador, del diario bajo la cama al blog y justo en esa transición descubrí una de mis mayores filias: el exhibicionismo. Resultó que esos, mis monstruos, eran atractivos a los ojos de espectadores desconocidos que morbosamente identificaban ventanas o espejo en ellos. Comencé entonces a enchularlos, a pervertir las historias con fantasías tan inverosímiles como posibles. Poco a poco los desconocidos se volvieron conocidos, alguno más otros menos entraron a esos mundos y mi gusto por mostrarme vestida de mundos imaginarios creció hasta llegar a este punto, donde ahora ustedes me están leyendo; donde saben porque no tengo empacho en disimularlo si estoy bien, si estoy mal, si maldigo o me ha llegado la regla. Se abren cientos de cuestionamientos tantos superficiales como “profundos” que si la renuncia a la intimidad, que si a nadie le importa, que si el peligro de la información qué si, qué si, qué si… La verdad no me importa y regreso a mi grito de guerra: Escribo porque no se volar; agrego además que escribo porque soy torpe para comunicarme de otra forma, lo que ni siquiera implica que de esta lo haga bien, pero siempre será más fácil poner los dedos sobre un teclado que activar la lengua. Luego entonces, si ustedes me están leyendo, me leen, es que me conocen un poco, me saben arrebatada y absurda, apasionada y contradictoria; y por supuesto, son libres de, en caso de sentir tedio, enfado o aburrimiento al leerme de apretar ese botoncito mágico que dice dejar de seguir y listo. 
Todo esto viene a cuenta del reciente estallido emocional en el que me he visto envuelta, primero en subida, después en picada y está lejos de cualquier intento de justificación de una u otra cosa. El universo es caótico y se mueve, todo el tiempo ¿Por qué seriamos distintos nosotros? Hace mucho, mucho tiempo renuncié a la idea de la eternidad, el amor dura lo que dura dura; en esa renuncia descubrí que me gusta sentir al límite, que soy funambulista sin red y que no quiero dejar de serlo, me gusta morirme de amor y pago el costo de hacerlo. No entiendo la vida en abonos. Las cosas nunca salen como esperamos que salgan, lo que no implica que hayan salido mal, sólo salieron distintas y a llorar, lo que sea necesario y suficiente, a emborracharse y enojarse, a hundirse en largas charlas con los monstruos y exhibir la herida, después hacerle huevos a la vida y seguir bailando. Reinventarse, volver a subir a la cuerda o al trapecio y volver caer, que estamos vivos y como decía Cerati, siempre es hoy. 
Me detengo un momento y suspiro releyendo lo hasta aquí escrito y pienso y repienso ¿Cuánto dura el amor? Y me contradigo entonces, si creo en la eternidad, el amor es eterno y es motor, no así los apegos y las personas. El problema, mi problema es ese, pareciera, el eterno retorno a la idea del amor incondicional y tradicional; acribillo al otro por no ser eso que mi inconsciente desea, por no amarme como yo quiero que me amen; y me detengo nuevamente aquí, no estoy disculpando la falta de honestidad, ni culpándome por esa idea que no se me despega de la cabeza, simplemente trato de tomar conciencia ante los hechos. Cuando poco a poco va pasando el enojo y la tristeza se acentúa, quedan dos posibilidades: hundirse o aprender; muchas veces me gana la primera, pero ahora mismo apuesto por la segunda. 
He vuelto a hablar con él, con Ulises, no tiene sentido censurar el nombre cuando más de la mitad de los que están aquí lo conoce y vieron la euforia del encuentro y se hicieron una idea qué si muy rápido, qué si aguas, qué si muy intenso, qué si muy complicado, qué si, que sí, que sí, que sí no importa tampoco. Importa que fue así como él y yo somos, y cada uno está pagando su cuota ahora mismo, en dolor, en tristeza, en aprendizaje. ¿Reconstruirse y volver a intentar? No lo sé, no lo sabemos, por ahora esto es lo que hay y no es bueno porque siempre pudo ser mejor, pero no es malo porque vivir es esto retar los límites, aprender, caer, volar por instantes, escribir cuando el dolor no da para más y vivir con el corazón en todo el cuerpo.
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Lo importante

13:19
Are: ¿Cómo me veo?
Lila: Pareces un elefante
Are: Oh! Los elefantes son hermosos, gracias.

Que si somos gordas, que si somos flacas; que si vestimos bien o si no hay moda que nos quede; que si la belleza y la norma es ser delgada; que si las flacas son bonitas y entonces son tontas, que si la salud, la imagen y las relaciones; que si somos invisibles o somos “reales”  y que si un montón de cosas que hacen notar la eterna pugna entre lo que somos y lo que se espera que seamos, porque parece que no pudiéramos alejarnos ni siquiera un poco de los mecanismos de control y ahí vamos, dando tumbos, adoptando eufemismos: ahora las gordas somos curvy  y para hacernos visibles modelamos calzones;  sintiendo culpa por el postre que no debíamos comer;  odiando nuestros cuerpos porque tienen royitos o estrías o porque no termina de ser lo suficientemente delgados o torneados o firmes;   y nada, que de todas formas no terminamos de vernos nunca como tendríamos que vernos. 
Ayer fue día internacional en contra de la violencia a las mujeres,  luego entonces mis amigas activistas comenzaron a postear estadísticas y fotos con cifras alarmantes  sobre violencia física, sexual, psicológica y emocional, de toda esa información que circuló ayer en las redes una particularmente me dejo inquieta, el 85% de niñas cree que es gorda y el  57% de niñas cree que es fea.  ¿Cómo putas?   Es decir, en qué momento y de qué forma comienzan a arraigar los parámetros de “belleza” en nuestras cabezas.   Las respuestas facilonas a mi pregunta fueron las obvias: el sistema y los medios.  Si algo no funciona habrá que culpar al sistema, ese ente imaginario, ambiguo que siempre nos parece ajeno. Alguien tendría que decirnos, señor, señora, joven señorita, usted  también es el sistema, pero esa es otra historia.  Y si no basta con culpar al sistema, entonces culpemos a los medios, esos monstruos enajenantes que nos dictan que pensar, cómo actuar, qué vestir, que creer y que  despreciar sin que, pareciera, pudiéramos oponer voluntad alguna.  Pero no me gustan las respuestas facilonas, y cada vez menos disfruto el papel de víctima del sistema, lo que no implica que exima estos dos factores, claro que son determinantes pero supongo hay algo más, siempre hay algo más.  Entonces seguí dando vueltas al asunto, azuzando los sentidos por si algo en el mundo me daba elementos para comprender y así fue, en el transporté público de regreso a casa escuché la conversación de dos jóvenes madres, ambas de complexión regular y ambas meticulosamente arregladas para ser un miércoles  por la noche.   Una de ellas le decía a la otra, es que ya le dije a Sam que si sigue comiendo como come se va a poner gorda y  fea,  a lo que la otra responde, pero Sam no está gorda,  y la primera agrega tiene 8 años y ya tengo que comprarle talla 14, interviene nuevamente la segunda pero es que es alta, finalmente concluye la mamá de Sam, peor tantito gorda y alta va a parecer vaca, ambas ríen.  Levanté la mirada un poco y me di cuenta entonces, que Sam está presente, se encoge de hombros como esperando que nadie más en el camión haya escuchado a su madre o que por lo menos no la noten en ese camino a parecer una vaca gorda y alta.
Hay una fábula de Augusto Monterroso que se llama: La rana que quería ser una rana auténtica, en ella como su nombre lo indica,  narra como una ranita se empeñó toda su vida en lograr ser una rana auténtica, primero observándose compulsivamente en un espejo, después haciendo caso a  lo que decían los demás  y finalmente ejercitando tanto sus ancas hasta que le fueron arrancadas con la triste noticia que quien se las comió aseveró que sabían a pollo.  Disfruto mucho de trabajar este texto con mis tutorados, porque invariablemente aparece el conflicto en torno a la autenticidad, la pregunta concretamente ¿Logra la Rana ser una rana auténtica o no?  Los argumentos se polarizan y son dos, por un lado  los que dicen que no la rana no es auténtica porque pasa su vida atendiendo a lo que los demás le dicen tendría que hacer, por otro lado, los que dicen que sí, lo consigue en tanto que su convicción última es ser auténtica y  está dispuesta a todo para lograrlo.  Y entonces el cuestionamiento reaparece, ¿es auténtico ese deseo de belleza estandarizada?   Acompañada por supuesto del cuestionamiento en contra parte ¿Somos más auténticos por alejarnos de ese canon?

La verdad es que no tengo respuestas, pero sé que me molesta hablar de mujeres reales e invisibles, todas las mujeres somos reales y somos diversas y que bueno que así sea,  que aburrido sería vivir en un mundo plano donde todo fuera curvas o todo fuera rectas. El problema no es ese,  el problema es la energía y el tiempo que gastamos hablando y trabajando para las apariencias,  ahora mismo llevo dos cuartillas (gracias si usted ha llegado hasta este punto en su lectura) dilucidando en torno a la valía o invalidez de la belleza  y este tamborilear de dedos sobre las teclas surgió por una notita que  abre con la interrogante ¿Las mujeres gordas pueden ser bellas?   Y es una alegoría a la belleza de las mujeres de tallas grandes  y está bien,  pero después las mujeres de tallas pequeñas repelan y  nadie habla de lo importante y lo importante no tiene que ver con ser delgada o gorda. Ahí seguimos dando tumbos, defendiendo  lo indefendible  porque ni siquiera tendría que estar en cuestión.   Me encantan las mujeres que se visibilizan por su incursión en el arte o la ciencia o por ser las mamás más maravillosas del universo o  las mejores maestras, médicos, escritoras esas que entran a  la sala  y comienzan a hablar y no importa si pesan 50 o 100 kilos hipnotizan con su discurso, invitan a debatirles a conversar  y qué más da si vienen envueltas en un saco de  papas o al último grito de la moda, los ahí presentes no pueden parar de observarlas porque es más que evidente que sabe de lo que habla. Admiró de sobre manera a esas mujeres que tienen un corazón enorme que se les desborda el amor del pecho  y no importa de dónde ni como llegues tienen el abrazo perfecto  y  que son mamás y abuelas y tías y ellas también vienen en todos tamaños y eso nunca, nunca ha sido un problema.   Y eso,  eso es lo importante, lo que nos hace bellas o terriblemente horrendas. 
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Día 5 de silencio

12:02
Cinco días de ausencia, he tenido frío.   Constato entonces que el mejor poema es el que me escribo en el cuerpo.  Ahogo el grito,  te pienso frenéticamente.  Resisto, persisto. 
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Día 3 de silencio

20:50
En breve:
-No he muerto
-Regresé a mis clases de Yoga
-Vi "El último viaje a escocia" 
-Terminé de leer "Educar a los Topos"
-Preparé emparedados para el almuerzo
-La batería de mi celular duró todo el día 
- Extraño al señor XX 

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Una semana de silencio

10:51
Una semana sin facebook, ese fue el reto. Callar las voces artificiales de ese mundo imaginario donde parece que todo mundo está en condición de intimar con las historias que todos ahí nos contamos. Fue un impulso más que una decisión. Era lunes y desperté cansada, con ese hartazgo existencial que no me permite ir más allá de la cocina. Estás aburrida, no deprimida- me dijo Óscar seguido de un guiño que no pude descifrar. No lo negué ni lo acepté, pero me quedé pensando en ello toda la mañana.  Mucho de cierto había en esa afirmación, estoy cansada y aburrida del mundo y eso me deprime enormemente. Fumé en ayunas, tenía mucho que no recurría a esa mal hábito para estimular mi sistema nervioso, la necesidad de sentir algo supongo. Después vino la necesidad de callar todas las voces, de no escuchar más que la mía; hablar con Gabriela y para Gabriela.  Tengo 32 años en este mundo sin saber como funciona, sobreviviendo a él y a mi. No sé si me gusta mi vida, no sé si he sabido vivirla, sé que respiro, camino, hablo, pienso, siento y sentir es el problema, siento más de la cuenta.  En fin, decidí dejar de reñir con el silencio, elegí edificar una muralla temporal para hacer mía la soledad. Una semana lejos de facebook. Día dos, aquí estoy gritando que me duele el corazón y que sigo sin encontrar razones.
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nOVELAS ROSAS

15:36
Cosas que a nadie le importan pero que a Lila emocionan.
Tendría escasos siete años mi Gabrielita, cuando una mañana de sábado y sin mucho que hacer encontró el cajón de las novelas rosas de mamá; “novelas con corazón” decía el eslogan que se enmarcaba en la parte inferior derecha de los pequeños librillos de bolsillo en tonos pastel, en la portada podían verse fotos de parejas atractivas que se miraban lascivamente, en la parte superior los nombres Julia, Bianca o Jazmín. Ese fue mi primer acercamiento formal a la lectura, utilizo el termino formal porque antes de eso, leía las versiones breves de los cuentos de los hermanos Green en esos libros enormes que son 90% ilustraciones y 10% texto; y “El corazón confundido” nombre que llevaba la primera de esas novelas que leí, eran 180 páginas de sólo texto, debo decir que no entendí ni la mitad de lo que leía, pero eso no hizo que fuera menos excitante la experiencia, una empalagosa historia de amor para una enamoradiza y solitaria niña precoz, era como maná del cielo; seguí leyendo, por mucho tiempo y en secreto las novelas de mamá, en secreto porque no eran cuentos para niños decía ella, y bueno, es cierto que además de romance e intrigas tenían un alto contenido sexoso, pero en realidad eso lo fui entendiendo después, quizás cuando decidí hacerme de un diccionario. Al paso del tiempo, se volvió aburrido mi placer secreto, todas tenían la misma estructura y eran tan predecibles que perdí el interés. Por otro lado, había llegado ya la adolescencia y aunque para la mayoría era el tiempo de los besuqueos y el descubrimiento del romance; para mí fue el tiempo del descubrimiento de García Márquez y Laura Esquivel con su “como agua para Chocolate” y no es que no me besuqueara, sí también lo hacía, pero era más relevante el mundo nuevo que se abría, muchas otras formas de contar el amor, muchas otras formas de entender el sexo y páginas y páginas y páginas que sin ilustraciones me emboban por horas y horas. Una buena casualidad me puso en una biblioteca a los 16 años y eso me permitió saber que en otros continentes también se hacía literatura, acercarme a la poesía, tratar de descifrar textos filosóficos, comenzar a apreciar la novela gráfica, tomar aprecio por la literatura infantil y un largo etcétera de cosas. Decanté por estudiar Filosofía cambié mis lecturas, descubrí un gusto distinto por otra literatura, conocí bibliófilos, críticos literarios, expertos en temas específicos sobre tal o cual obra, hice confetí mi vida entre tanto. Me fui, un año entero a leer a la sierra, regresé y seguí con mi vida. El tiempo de la lectura en clandestinidad de novelas rosas estaba muy lejos y entonces vine a vivir por primera vez a Guanajuato, tenía 24 años, eran tiempos difíciles el corazón estaba roto como de costumbre, el trabajo inestable y la terquedad a tope como para volver a casa de mis padres; vivía en una pequeña habitación en la parte más alta de un callejón, una habitación sin nada más que una cama y una silla; no tenía internet y los Smartphone aún no eran de uso corriente; silencio, un silencio de viento silbando en el callejón, un silencio de incapacitada social que podía pasar días enteros sin interactuar con otro humano a no ser para lo indispensable. Bajo presupuesto, una biblioteca con grandes exigencias para el préstamo domiciliario; entre la depresión y el desamparo caminando por la ciudad me encontré una pequeñísima librería de viejo, donde dado mi mala economía comencé a comprar libros por volumen, buscaba las novelas más gruesas que sabía me durarían por lo menos dos semanas hasta que pudiera disponer de un poco más de dinero para ir por otra; un nuevo universo, versiones completas de los clásicos, ese cuarto de Guanajuato me vio llorar con Nuestra señor de París, emocionarme con los Tres Mosqueteros, sentir rabia y sentimientos encontrados con Los Miserables, pero sobre todo me vio sonreir y suspirar cuando un sábado por la mañana volví de la librería con una nueva novela, un libro medianamente gordo de pastas rosadas que ostentaba en la portada una mujer con un sombrero atado a su cuello y un hombre elegantemente vestido con un sombrero de copa, en la parte superior en letra cursiva se leía Orgullo y Prejuicio, Jean Austen. Comencé a leer y poco a poquito fui quedando atrapada en su manera de narrar, suspire por Mr. Darcy y me sentí avergonzada apenas después de hacerlo; estaba leyendo una novela rosa y la disfrutaba como nada, en ese momento, en el mundo. Me fui de Guanajuato, el mundo dio muchas vueltas conocí otras ciudades y también muchos autores me clave con los japoneses contemporáneos y no tan contemporáneos, me intoxiqué con Kundera, seguí alimentando mi gusto por Ende, Bradbury y Asimov, conocí a Gaiman y a Palahniuk; pero no pude separarme nunca más de la novela rosa, terminé por reconocer que es uno de esos placeres entre culpables y gozosos que me fascinan, leí todos y cada uno de los libros que encontré de Austen, exploré otra autoras y autores. Todo esto viene a cuento, porque el día de hoy me encontré con la maravillosa noticia de que la BBC está por estrenar una miniserie de El amante de Lady Chatterley, y además de las altas expectativas (la adaptación de orgullo y prejuicio de la BBC a mi parecer es la mejor que hasta ahora se ha realizado) la noticia desató ese torrente de recuerdos intentando dar respuesta a la pregunta ¿Gabrielita, desde cuándo eres tan marica? Y la respuesta es de toda la vida, no puedo evitarlo, ni repudiarlo y menos negarlo, Soy Gabriela y amo las novelas rosas.
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Gabrielas

16:27
Era como una pesadilla, tres mujeres con el mismo nombre, mi nombre. Por un momento pensé en el desdoblamiento de mi conciencia, quizás la embriaguez había logrado hacer visibles a esas mujeres de las que tanto hablo y que supongo me habitan, quizás después de todo no se llamen ni Matilde, ni Lila, ni Merlina. Las observé con curiosidad -no todos los días se tiene oportunidad de ver a tus alter egos sentados en la misma mesa que tú- pensé. No sólo no eran como las imaginé, eran la antípoda de mi idea de ellas; llevaban vestidos ajustados, tenían puesta esa horrible máscara de maquillaje que tanto me asusta, sus cabelleras pese a la lluvia estaban perfectamente alisadas, dos de ellas fumaban cigarros mentolados, la otra prefería no hacerlo. Me pregunté entonces cómo hice para crear esos entes, qué deseos reprimidos le habían dado vida a ese tipo de personaje en mi cabeza. Comenzó la conversación y un escalofrío atroz recorrió todo mi cuerpo, reían a le menor provocación, risas estruendosas, terribles, sin alma. Una mezcla de tristeza y decepción comenzaba a apoderarse de mí, ellas se hacían más grandes y yo cada vez más pequeña, sus voces cada vez eran más fuertes y la mía se extinguía. Estaba a punto de huir, pero si habitaban mi cabeza, seguro no podría ir muy lejos; quise entonces confrontarlas, para aniquilarlas, si eran producto de mi imaginación, no sería problema, apunto estaba de ello, cuando una mano sacudió mi brazo y una voz de otra dimensión me dijo –Gaby, Gaby, estás bien, ya se fueron tus tocayas, no te cayeron nada bien verdad?
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Inteseando en el cine

14:44
Neurosis matutinas 33.
 Ayer, pese a todo pronóstico de experiencia traumática, me aventuré al cine, la decisión entre ver dionosaurios o emociones animadas la tomó el reloj, sobreviví a la mirada inquisidora del hombre de la taquilla que reiteradas veces preguntó ¿Sólo uno? sobreviví a la mujer de la dulcería que me ofreció agrandar mis palomitas por 10 pesos y me miro con ironía cuando remarqué “medianas”; sobreviví a la horda de infantes escandalosos y preguntones en la sala; sobreviví al cortometraje de los volcanes, que ahora bajo otras formas menos ortodoxas sigue fomentando la visión Disney del amor, ya saben esa de que todos debemos ir de dos en dos si no queremos ser miserables;  es más, llegó un punto en el que deje de sobrevivir  y disfruté la película.  El día de hoy al llegar al trabajo, resultó que la mitad de mis compañeros me vieron en el cine, con mi combo Forever Alone e inmediatamente me interpelaron respecto de mis razones de ir sola al cine ello acompañado de una mirada que mezclaba la condescendencia  y la compasión. Me limité a sonreír y guardar silencio, con la intención de alejarme lentamente del sitio y no hablar más al respecto, di un par de pasos atrás y me permití escuchar sus apreciaciones  sobre la película:
-          Ay está bien bonita, uno se da cuenta que es mejor no sentir tristeza.
-          Sí, a mí me gustó mucho que al final ganó la alegría
-          Tiene un mensaje bien bonito para los niños: estar triste está mal
 Pensé que no entendí nada, que quizás vimos películas distintas o que esa es una de las principales razones para elegir ir sola al cine cuando las opciones de compañía son de vistas tan limitadas.   

Si soy una amargada! Pero vayan a ver Intensamente, está bien bonita!
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Cosas de grandes y cosas de niños.

12:00

Ayer hablaba con mi analista (sí, tengo una analista) sobre mi condición enamoradiza de toda la vida, el primer amor (imposible) de mi vida, lo conocí cuando tenía 5 años, él seguramente debió tener 10. Recuerdo que esperaba con ansias los festejos vecinales para poder verlo, que aprendí a escribir un poco antes de entrar a la primaria con la única convicción de escribirle la carta de amor más maravillosa que jamás en la historia se hubiera escrito; después de leerla, pensaba yo, él quedaría eclipsado por mi talento para escribir cartas y me pediría que me fugara con él. Afortunadamente eso nunca paso, bueno si escribí una carta, pero ni fue la más maravillosa ni la entregué nunca a su destinatario, ergo no me fugué con el amor (imposible) de mi vida a los 5 años.
Sucedió también que ayer mientras esperaba en la banca de un parque y habiendo olvidado mis audífonos, escuché a un padre aleccionando a un pequeño de no más de 6 años, resulta que había recibido la queja ya reiteradas veces de que Marco se besaba en la boca con Bere.
-Marco no puedes besarte con Bere en la boca, está mal
-Pero tu besas a mi mamá en la boca
-Sí, pero porque yo amo a tu mamá
- Pues yo también amo a Bere
-No Marco, el amor es cosa de grandes
Justo en esa parte me contuve para no intervenir, quería decirle, no señor, está usted muy equivocado, el amor no es cosa de grandes, es cosa de todos. Por obvias razones no dije nada, pero me quedé pensando en la empatía que mi Gabrielita tenía con Marcos, es cierto yo no besaba a nadie, yo escribía (escribo) idilicas cartas, pero también soy de los que nacimos descompuestos y se nos cuela el amor desde pequeños y por todas partes.
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recuerdos

18:29
Un recuerdo atraviesa la tarde, como era de esperarse viene desparpajado y mal oliente.  Le veo, me ha visto, pero fingimos no conocernos, no fui yo la que le ha vivido; no fu él quien me ha marcado.  Desconocidos bebiendo en el mismo bar, un bar para corazones rotos, para almas solas y personas tristes; para nostalgias que  lo mismo visten glamurosamente que con los peores harapos que el tiempo  les ha otorgado.   Yo pido una cerveza,  él mezcal; sabe que detesto el mezcal, que no soporto ese sabor acre  que quema no sólo las papilas gustativas sino todo mi tracto digestivo. Cínico y de reojo me mira y levanta su breve tarrito para brindar por la desventura que nos une.  Dramática y aparentemente desentendida correspondo al gesto y doy un trago largo, sintiendo en mi paladar el amargo elixir que sabiéndolo de sobra me ata más y más a  esa memoria perdida que hoy aparece y desearía olvidada.  Se acerca desgarbado, le reconozco de principio a fin y me estremezco, sin pedírselo me enciende un cigarrillo  y balbucea con su aliento aguardentoso polvosas palabras a mi oído. Son fuegos artificiales que estallan peligrosamente  muy cerca del corazón. Que se vaya, le pido que se vaya, demasiadas lágrimas ya han corrido en este sitio, pero no le importan mis ruegos se abraza a mis cabellos desordenados y juega con el esbozo de triste sonrisa que apenas atino a dibujar en mi rostro cansado de andar.  No me resisto más y tomo su mano, me hundo entonces en sus veredas y brindo con él una y otra y otra vez, mezcal y cerveza invaden el caer de mi sol. Me besa, lo siento tan mío como si apenas fuera ayer que lo he fabricado, me hace tan suya en un abrazo como si apenas sucediera. Y no sé  si es grato o detestable, pero lo siento, lo siento desde el centro y expandiéndose a todos mis continentes. Me dejo llevar, me dejo ser manojo de vulnerabilidad ante un pasado distante y gris, pero feliz.  Y justo entonces, como todo en mi mundo, cuando los colores cambian, se desvanece se pierde, se aleja, se va.  Un trago más, le busco, se fue.  Se quedan las ganas de llorar, el vacío contundente de manos y palabras y noches y tú.   
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Derrota en segundo asalto

8:15
Sé que sabes que me duele. Al final terminé por entenderlo todo o por no entender nada. Pero esta carta no pretende ser un cúmulo de quejas y dolores, porque esos van a  permanecer el tiempo justo y necesario para aprender de ellos y seguir viviendo.  Este correo es más con la intención de decir gracias; la muerte de los que amé me ha enseñado cosas importantes y una de esas es no guardar lo que siento, no esperar a que sea muy tarde y arrepentirse por lo no dicho. Me gustaría poder decirlo y no tener que escribirlo,  pero no puedo estoy muy triste,  enojada y confundida y hablar contigo sólo lo empeoraría. Pues bien, muchas gracias por este pedacito de mundo que caminaste conmigo, aunque vertiginoso al final, fue maravilloso, me voy con el corazón roto, pues realmente creí que tú y yo podríamos ser eternos, porque nunca mentí cuando te dije que te amaba, porque estaba contando los días para volver a verte. Pero el amor es un puente, y los puentes no se pueden sostener de un solo lado. Desde hace días te noté raro, distante y no sé cuántas veces lo dije, incluso trate de creerme que la que estaba imaginando cosas era yo, pero sabes pocas veces me equivoco y la serie de acciones que se siguieron lo confirmaron. No sé qué paso en el camino, no sé qué se rompió entre nosotros, pero de todas maneras gracias, por darme esos meses de fantasía donde ser nube daba sentido al mundo y como dos locos se lo gritamos. En fin, te dejo con tu mundo, ese en el que no encajo y me pidas que no me entrometa. Me voy con mis dramas, mis cartas, mis canciones, mis tristezas, pero sobre todo me voy con la convicción que esta vez yo no hice las cosas mal, al contrario me esforcé en todo momento por hacerlas bien; me voy con todo este amor que  alguna manera encontrare de volver hacia mí y aunque me duele despedirme, hago del desastre fortaleza y me digo que este abismo que me separa de ti, es un paso pequeño, el primero para quererme a mí.

Yo no corro, yo vuelo y a veces caigo, pero esta vez no voy a arrastrarme. 
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Carta a todas mis catástrofes

20:51

La habitación se llena de humo, la mirada cada vez es más densa. El corazón cada vez más débil y la pregunta incesante ¿Qué le hace falta a Gabriela? ¿Qué es eso que no tiene para ser feliz?  Los recuerdos beben y fuman ante la efigie de un árbol de navidad que otrora albergaba todas las esperanzas de dos que por un instante sintieron el cuerpo condensarse y se pensaron nubes. El dolor en ese punto intangible del alma y un teléfono afónico como cada vez que hace tanta falta que grite, que una, que dividida pero que suene. La noche avanza, el frío encrudece y el llanto no cesa. El amor, el amor no existe, es quimérico invento de los que sueñan y ella ha despertado de un golpe, al descubrirse ante los ojos de él como nunca pensó estarlo, como una mujer corriente.  Más preguntas ¿Cómo hago para no sentir? ¿Cómo me arranco el corazón de un tajo? ¿Cómo alivio esta pena?  Una conocida canción, el trago amargo de una cerveza ya tibia, voluntad y fuerzas minadas; la soledad como al inicio, el eco del espasmo que dejo el último encuentro estremece los sentidos y un vacío creciente va apoderándose de sus entrañas. La herida y la cura en la misma voz que no llama, que indiferente se ausenta mientras el sentimiento fermenta y se pudre. Más preguntas, esta vez ¿Qué salió mal? ¿Qué hice mal? ¿Qué me falta? ¿Qué me falta para ser real?  Sus manos sobre el teclado comienzan a volverse transparentes, se endurecen, un iceberg ella se convierte poco a poco en eso que nunca quiso ser, un Iceberg.  Sus pies están fríos y su cuerpo tiembla, pero esta vez el frío no tiene relación alguna con el estado del tiempo, esta vez el frío le viene de dentro, del centro de su ser, el frío emana de dentro y no hay forma alguna de pararlo.  Un trago más, un cigarrillo, un rebozo que guarda el aroma de aquel al que se ama y se odia en proporciones exactamente iguales.  Un teléfono que no suena, una señal que no llega y una visión horrible que no se separa de su cabeza. Otra vez, otra vez el reclamo en su conciencia, otra vez la misma historia, la misma piedra, otra vez.   Una llamada, una disculpa, unas manos, que la salven, nada, no hay nada. 
Isaac, nube.

Entre el enojo, el humo y la tristeza escribo, no sé si busco herirte o si sólo necesito hablar y descongestionar mi pecho, no sé qué buscan mis lágrimas que se hacen palabras y brotan a borbotones por mis dedos. Sé que este no es el final que esperaba para una historia que pintaba eterna; sé que este no es el sentimiento que tendría que acompañarme, ayer el corazón me rebosaba de una felicidad inusitada; sé que el mundo no es para mí.  Me despido nube, me despido de todo, de ti, de tus besos, tus abrazos, tus historias, tus desayunos, tus mimos; me despido de este mundo que no me pertenece y al que nunca he pertenecido.  Ya no quiero sentir, ya no quiero sentir nada, sentir es malo hace daño duele. Siempre pensé que el amor no tendría porque doler, siempre pensé que el amor tendría que ser mágico y sanador; pero el amor sólo enferma, engaña, duele y ya no puedo más con esto, me duele tanto. Tres meses nube, tres meses bastan para quemar las naves  y no volver la vista atrás solamente irse, recoger los pedacitos que se esparcen por el suelo, ponerlos en una bolsa negra e irse. Me voy no puedo más. Te amo, mi amor es real y fue transparente de principio a fin.  Pensaba en medio de este remolino que todos nos equivocamos, que todos merecemos segundos chances, pero no si ni siquiera se piden, si ni siquiera se asume la responsabilidad del mal hecho o se ofrece la reparación del mal, no si este amor que se consume hoy no fue suficiente para decir la verdad en alguno de esos momentos en que se tuvo todo para darla. Me duele mi pierna y esa marca que va a recordarme siempre que el amor es pura mierda. 
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Ayotzinapa

19:34
Somos raíz  y somos alas. Somos los ojos  latentes y atentos que se afanan en tapar. Somos los indignados que buscamos justicia. Somos los que toman las calles y  los muros, sí los urbanos y los virtuales, para gritar que estamos cansados de la barbarie en que se nos obliga a vivir. Somos los que creemos y creamos otro mundo, uno donde ser joven no sea un crimen. Somos los que no cesamos la búsqueda y exigimos ser todos los que somos. También somos los desaparecidos. También somos los amigos, los familiares, los cercanos. Todos somos Ayotzinapa.

Vivos se los llevaron,
vivos los queremos.
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El mar...

21:23
Para Isaac, mi breve océano

El mar como fundamento, rezaba una leyenda en el baño  público del bar, una tenue sonrisa se dibujó en sus labios. Pagó su cuenta, salió del local y emprendió el camino habitual hasta su casa. Una noche húmeda, las calles recién llovidas hacían brillar el pavimento. Anduvo con calma, como andan los que nadie espera. En su memoria resonaba la frase y se preguntaba a que podría referirse, por qué algo tan inmenso sería el fundamento, el fundamento de qué. Encendió un cigarro y mientras observa la chispa incandescente entre sus dedos, imaginó el ritmo de sus pasos como el mecer de un pequeño bote, pensó en el humo como la niebla de una noche en altamar; sintió frío, se abrazó un poco y siguió navegando en su imaginación; levantó la vista y observó la luz más lejana de un farol, ese sería su faro, su dirección su norte, no, su norte no, para eso necesitaba estrellas y esta noche la niebla y la lluvia las ocultaban. Sin embargó, concluyó ahí bajo todas esas nubes deberían estar. Se detuvo un segundo y sin chistar comenzó a dibujar en el cielo las constelaciones conocidas, inventó otras, no sin darles un nombre por supuesto.  Se sentó un momento a contemplarlas, y la inmensidad de ese millón de estrellas imaginarias la hizo estremecerse, era tan pequeña. Una nostalgia del tamaño de ese firmamento que acababa de crear se apodero de ella, extendió su mano y fue entonces que otra mano, que en algún lugar de la galaxia también se extendía desde una barca inexistente la suya, y le estrujaba. Un sobresalto, una vuelta a la realidad por un instante y un regreso a ese espacio imaginario. Era una mano firme y cálida, una presencia mágica de alguien que como ella buscaba, de alguien que como ella sin saber porque o dónde o cómo la esperaba. Se sintió a salvo. Alguien en algún lugar le había dotado de existencia esa noche y lo único que ambos tenían, era el mar como fundamento. 
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21:18
Espiral
Para Isaac, mi arcoíris atemporal.
La  elasticidad del tiempo era un tópico recurrente en sus disertaciones, en realidad pocos prestaban atención a ellas, por lo que podía discurrir libremente sobre el tiempo o los miles de conejos amaestrados que según le había contado su abuela, daban cuerda al reloj universal.  Siempre había imaginado ese reloj en un fondo amarillo, color más desagradable, pero no concebía otro que pudiera servir de tapiz a esos millones y millones de segundos que se iban sumando uno a uno para dar paso a épocas enteras. El tiempo según ella, tendría que ser algo así como un resorte, un espiral, una ilusión óptica de esas que parecen girar y girar y seguir girando  aunque en realidad nunca se muevan.
Todas las tardes se sentaba frente al pórtico de su casa, papel y lápiz en mano tomaba nota de las tonalidades del cielo. Conforme los conejos daban vuelta a la enorme manivela que servía de cuerda al reloj, cambiaba de color el cielo; esto ocurría debido a que con el movimiento el fondo amarillo del reloj universal  se mezclaba con los tonos azules y rojos de los números y las manecillas. Conforme iba cayendo la noche y el cielo se tornaba oscuro, ella deducía  los conejos agotados soltaban la cuerda y el tiempo en su esencia elástica espiralidosa, retrocedía  a gran velocidad  de tal forma que los colores parecían ausentarse.
Si atendía a estas observaciones, podía concluir que vivía todos los días el mismo día, es decir en realidad el tiempo no avanzaba, sólo giraba proporcionalmente hacia adelante y hacia atrás.  Considerando valido su argumento, como de hecho lo hacía, habría que explicar entonces  por qué si todo era un hoy  perpetuo,  si el tiempo no avanzaba sólo giraba, envejecíamos, por qué las cosas morían.   Atribuyo el caso a la elasticidad, consideró que no hablaba de círculos sino de espirales, pero su respuesta no le pareció suficiente.
Cansada de no tener la capacidad para teorizar sobre el efecto aniquilante del tiempo, decidió comenzar una nueva búsqueda. Su nuevo proyecto consistía en cazar algún conejo amaestrado para solicitarle una entrevista.  Se dirigió al mercado y compró todas las reservas de zanahorias que pudo obtener; pasó por una botica  y no sin algunas complicaciones, surtió tantos somníferos como le fue posible obtener.  Preparó un coctel explosivo de pastillas y lo roseó sobre los vegetales procurando no exceder la dosis,  la intención no era matarlos, sólo adormecerlos un poco para  al despertar poder sostener la preciada entrevista.   Esparció las zanahorias por toda la casa, algunas las colgó, otras las puso bajo la cama, en la cocina, en la sala, entre los libros, zanahorias  y más zanahorias por todas partes. Al llegar al baño, decidió sería este el lugar donde más vegetales adormecedores debería haber, suponía que como el agua del escusado giraba en espiral al jalar la cadena, una relación muy cercana debería tener con el espiral del tiempo, pues lo mismo que los hombres se hermanan por ser descendientes del mono, los espirales tendrían que estar familiarizados de alguna forma.
Espero pacientemente, mientras tanto redactaba las preguntas precisas que tendría que hacerle al conejo. Espero, espero, siguió esperando. Sus uñas crecieron, su cabello enmarañado cada vez era más largo, las zanahorias  comenzaban a descomponerse por toda la casa,  un olor más dulce que desagradable inundaba todo el lugar, pero de los conejos del tiempo nada.   Comenzó a perder la calma, no había comido en días, quizás semanas, no tenía animo de salir, ni dinero para adquirir alimentos, así  sin reflexionarlo mucho comió las zanahorias del piso del baño, una a una, hasta quedar profundamente dormida.
Todo parecía perdido, ahí estaba, en el jardín de su casa mirando el cielo cambiar de color, libreta y lápiz en mano, parecía que era su última nota,  y en ella se retractaría de todo, el tiempo no es elástico, no hay espirales, no hay conejos, escribía cuando de pronto, ahí estaban eran ellos, los conejos del tiempo, eran miles y miles,  todos vestidos con una peculiar chaqueta a cuadros, sus pelajes brillantes y blancos  sus ojos eran imponentes y rojos; todos absortos  en dar cuerda a millones y millones de relojes pequeñitos que conformaban el gran reloj universal, que en efecto estaba sobre un horrible fondo amarillo. Ninguno prestaba atención a su presencia, todos a un ritmo como en una gran danza daban cuerda y avanzaban. Todos menos un par, ambos con pelaje oscuro, ellos giraban en sentido contrario, el primero de ellos recogía los relojes descompuestos y los ponía en su saco, el segundo los sustituía por  unos nuevos.
Quiso acercarse, observar de cerca la danza, pero temió alterar el orden así que prefirió a que el conejo que guardaba los relojes averiados pasará frente a ella, para entonces poder interrogarle,   cuando esto sucedió  el  concentrado animalito interrumpió su misión por atender a la extraña creatura que de forma inteligible vociferaba, ella no se percató hasta después de que él no podía entenderla, sin embargo, pronto se dio cuenta, de la acumulación de relojes descompuestos que caían a un lado de la ronda de conejitos blancos y que al no ser recogidos entraban nuevamente  reloj universal causando gran confusión en los afanosos encargados de dar cuerda. Quiso entonces remediar el problema, ayudar a recoger los relojes descompuestos, pero su intervención generó pánico, aquello estaba resultando desastroso.  Todo era tan confuso…
Después de eso todo era un fondo blanco, despertó en el momento exacto que el cielo se torna de tonos marrón, estaba a mitad del jardín, todo había sido un sueño, sintió alivio, quiso ponerse en pie, estaba mareada o algo había cambiado, pues no lograba distinguir entre arriba y abajo, dio un salto, otro salto, otro salto, extendió su brazo izquierdo, una chaqueta  a cuadros cubría su pelaje blanco, estaba en mitad de su jardín entre otros miles de iguales  danzando por inercia y dando cuerda al tiempo…
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Ensalmo (otro)

17:18

En canto amoroso pido al Dios que cuida  de los corazones rotos, me conceda la magia de tus besos, tu cuerpo como texto y tus manos firmes sosteniéndome en sueños.  En rezo silencioso, agradezco al universo la luz que tus ideas traen a mi laberinto, la casualidad que nos encontró en este mundo y tu alma vieja que se persigue con la mía. Con la palma de mi mano abierta y extendida al cielo, pido a mi Dios particular nos cuide y nos conserve libres.

Amén y amemos que la vida es hoy. 
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No hay palabras

20:47
Arden mis dedos sobre el teclado, todos tienen miedo, yo también. Un paso me separa del abismo, un salto que tiene la dimensión de un puñado de palabras tristes, que no encuentro, que no existen.  Anoche volví a soñarme pez  en el desierto y desperté deshidratada. Hoy fue un día plano, me despedí en un tibio abrazo del viejo Sauce, sin dolor ni alegría, como quien se despide de un trozo de vida sin notar apenas que habrá de irse para siempre.  Las ideas congestionadas de recuerdos y desmemorias, la soledad habitando cada recoveco de mi cuerpo, las noches de insomnio enmarcando mi rostro y yo que no me atrevo a saltar, que sigo escribiendo para encontrar las palabras que consigan nombrar esta tristeza.  Me distraigo entre ventanas, fumo para ahuyentar los fantasmas, me murmuro entre dientes “tranquila Gabrielita, ya pasará como tantas otras veces ha pasado”,  me levanto y giro lejos de mi eje, me busco en historias ajenas y regreso a la luz persistente de mi viejo monitor, todos tienen miedo, yo también. No existen las palabras. 
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Desmemoria

9:45

Para Sium, que sin saber es una cajita de fósforos en mi corazón.

Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Abrió los ojos y registró el lugar: una habitación de hotel.  No hizo ningún esfuerzo por recordar cómo había llegado hasta ahí.  La bruma en la memoria, cada vez más espesa, era ya una constante en sus días. Recordaba acaso, que algo importante había olvidado. Se incorporó y se puso frente al espejo, observó a detalle y con extrañeza su anatomía, se maravilló con los pliegues de su cuerpo, cubrió con una mano su sexo y con otras sus voluptuosos pechos, esbozó una sonrisa ladeando ligeramente su rostro y concentrando su mirada  en el café profundo de la mujer en el espejo decidió este día se llamaría Italia, si, justo como ese espacio geográfico del viejo mundo, donde probablemente nunca había estado. Ahora tenía un rostro, un cuerpo, un nombre  pero no una historia.  Con curiosidad y cada vez con mayor atención identificó las cicatrices en su piel. Había olvidado  las caídas de la infancia que habían marcado su frente; no recordaba que la mancha en su rodilla izquierda era producto del roce del sofá una noche que amo con todo el cuerpo; intuía por la forma de la marca que alguna vez por insensatez o descuido había quemado sus muñecas. Al terminar el escrutinio, no pudo evitar sentir como una tristeza densa se abismaba en el centro de su pecho, una nostalgia insoportable por eso suyo que no podía reconocer, que no entendía. –Italia- murmuró mientras dos cascadas saladas le inundaban el rostro. No quería ser Italia, quería tener una historia con sus días y sus noches, con todo el dolor y la paz y el amor y todo lo que ahora mismo no tenía.  Volvió a la cama. Apretó los puños al tiempo que sentía, en un suspiro intermitente, escapar el pedacito de alma que de forma poco consiente se afanaba en conservar. Cerró los ojos y volvió a quedarse dormida. Soñó entonces que su cuerpo era otro, uno de curvas más prolongadas y senos  pequeños,  su rostro era distinto asimétrico y redondo, su nombre  era ordinario, y además un sentimiento no grato la abatía. En el sueño molesta e inconforme se reprochaba ser esa que era. Apretó los puños al tiempo que… (Bis)


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baila, baila, baila...

2:47

Ella baila entre fantasmas y sin sabores, añora tiempos que parecen ahora felices, pero nunca lo fueron, siempre estuvieron  nublados; pero eso ella lo ignora, permite que sus caderas se balanceen al ritmo de un pasado distante en el que la risa y el deseo gobernaban el absoluto del instante y todo parecía mejor. Su risa hace eco en la memoria de quien no le recuerda,  su alegría es tan distante que ni siquiera puede ponerle un nombre, el universo es del tamaño del siguiente paso que torpemente atina a dar mientras la mano extraña que hace girar su cuerpo al ritmo de una canción conocida lo exige, y ella asiente como quien acepta la circunstancia que le rodea pero la desconoce, no es suya, no es el ritmo que desearía le hiciera sentirse plena,  no es la mano en su cintura la que espera, no eres tú. Y lo sabe y lo piensa, y baila porque la canción lo exige, porque la vida lo pide, porque no quiere llamarte, incomodarte con un sentimiento que ahora es sólo suyo, porque no quiere, porque no quiere, porque no quiere (…) y quiere tanto que no sabe qué hacer con eso.
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31

13:03
Apago la luz y me hablo a mi misma, bajito como quien no desea salir del letargo, me doy muchas explicaciones, me digo que no son necesarias, juego con mis cabellos en caria afable de quien aprende el amor con el tacto, me susurro al oído -Gabrielita, no te vayas tan lejos. Me contesto- No me voy lejos, sólo estoy cambiando de color, de edad, de alas.
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cómo?

13:59
Se dicen dos palabras: ¿es aquí?

Cómo no reñir con mis deseos  que me piden despertar esas ganas  que son tuyas  pero me corresponden.
 Cómo no salir a buscarte si tu rastro me lleva a un tren  suspendido en algún  país lejano.
Cómo no buscar abrigo si tus brazos tienen el tamaño del mundo y el calor del sol.
 Cómo no perderme en tus ojos si  en un vértigo maravilloso me regresan del abismo.
 Cómo no aferrarme a tus manos si me construyen  desde las cenizas de un triste corazón.
 Cómo no llamar magia a tu sonrisa si explota a cada instante desde tu centro hasta mi centro.
 Cómo no tatuar tu nombre en mis entrañas si sin pedirlo las habitas y disfrutas.
 Cómo no pedir al cielo que me lleve contigo si el universo se compacta en cada instante que compartimos.
 Cómo no bailar la noche si es tu cuerpo el que guía.
 Cómo no sentir que muero si contigo es polvo cósmico lo que nos regresa a la vida.
 Cómo no pedir que vuelvas si  no te has ido y la nostalgia ya me invade.
 Cómo no añorar tus besos si me enseñan un lenguaje nuevo.
 Cómo  no regalarte mis palabras si has hecho tuyos todos mis silencios.
 Cómo no decir que siento si mis poros ya lo gritan.
 Cómo no embriagarme a tu salud si desde que llegaste no he estado sobria.
 Cómo no reclamar al tiempo si ha sido tan breve.
Cómo no saberte real si se estremecen mis manos con tan solo mirarte.
Cómo no creer en Dios si te trajo desde otro planeta hasta al mío.
Cómo no mirar distinto si tú eres otro.
Cómo no eternizarte si mi vida se bifurca.
Cómo no fumarte, beberte, comerte…
Cómo no llamarte música si tu canto me penetra.
Cómo no llamarte lluvia si me llueves todo el tiempo.
Cómo no llamarte viento si me revientas  y reinventas.
Cómo no llamarte magia si haces aparecer galaxias.

Cómo no llamarte amor, cómo no llamarte …
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La tristeza no irá atada a mi nombre...

14:46
Perder la cuenta de los días es buena señal, encontrar otros mundos habitables dónde tu no persistes es esperanzador,  un  espacio sin palabras, donde el silencio es la suave caricia que regresa la calma. Habito un espacio que es mío, aprendo de los días y me desprendo del  recuerdo, no estoy  lista para seguir pasando por mi corazón dos años de historia.  La curva entre tú, yo y mis sueños  poco a poco se vuelve estrecha y te voy dejando ir.  El amor mal entendido se vuelve transparente y lejos de asumir lo entiendo,  me doy cuenta que el dolor no es perderte porque nunca me amaste, el dolor es haberme perdido a mí en ti. Me  pongo en pie cada mañana con menos dificultad, me reconozco desnuda, sola y hambrienta pero mía. Los hábitos y las costumbres que fungían como grilletes a tu sombra se transforman. Hoy pude volver a ese espacio que fue nuestro, el aire enrarecido no logró herirme, tu fantasma y sus mentiras ya no me hicieron más que sentir alivio. Me recupero, me reconozco y acepto que no fue lo que deseaba pero estoy plenamente consciente de que fue lo mejor. 
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Largarse

16:36
Día 15
El inesperado momento en que es necesario tomar las cosas y largarse. Yo lo hice. Me largué con mis reclamos, mis versos, mis cuentos, mis ganas, mis noches, mi desorden, mis mujeres, mis sueños, mis frustraciones,  mis libros y mi perro. Apenas unas horas, aún tibio el cuerpo del amor en la alcoba, ella ocupó mi espacio. Le quedán grandes mis ideas, pero debo aceptar le lucen lindas a manera de pretensiones.
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Es domingo...

12:54

Día 13

Como es costumbre, los domingos se despierta buscando el clavo de dónde colgarse, o por lo menos colgar los recuerdos, poner el sentimiento a orear, esperar que el dolor en la herida amaine y el lunes todo vuelva a comenzar. Ordenar las habitaciones, organizar los archivos, escribir como quien tiene vocación suicida. Es domingo, las palabras a raudales arrebatan las razones y nunca queda plasmada la infinita tristeza que el corazón habita.  La visión onírica del falso recuerdo perturba la mañana, se llega al medio día sin entender qué sitio era ese que por la noche se recorrió; la señal se difumina y la confusión regresa. No valen los motivos, no vale  la distancia, un número grabado en el índice derecho que se marca involuntariamente y una voz somnolienta y cansada que responde,  sin decir nada que alivie, detiene el violento devenir del domingo. Después sólo el silencio, un silencio chaikovskiano a causa de un vecino músico, un silencio de campanas que insistentemente llaman a los fieles a misa, un silencio de niños que corren por el callejón, un silencio de perros que ladran en alguna azotea, un silencio que guarda lastimosamente todo lo que se dijo y lo que se quedó por decir.  Se libera el domingo y su peso inefable  atribula cualquier cavilación que osara ponerte a salvo.
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